El Astatotilapia burtoni es una especie de pez cíclido caracterizado por ser incubador bucal. En el camino de salvaguardar a sus crías de los depredadores, las llevan al interior de su boca durante dos semanas, sin poder comer ni respirar bien.

Una nueva investigación publicada en Biology Letters no solo reveló una forma de “canibalismo filial”, sino que sugiere que las madres que se comen a sus propias crías reducen el daño celular causado por la incubación bucal. “Las hembras están ganando algo con comer a sus crías, no sólo en términos de condición corporal, sino incluso algo que podría mejorar su salud”, manifestó Peter Dijkstra, biólogo de la Universidad Central de Michigan y coautor del estudio, a New Scientist.

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Para el estudio examinaron más de 60 hembras de Astatotilapia burtoni. Alrededor de la mitad incubaban con la boca y la otra mitad no, ya que los investigadores les quitaron los huevos. Al cabo de dos semanas, 29 de las 31 hembras que incubaban por la boca tenían menos crías, y sus nidadas eran un 40% más pequeñas de media, según National Geographic.

“Podrían haberlas dejado caer, pero las observé todos los días durante horas y nunca vi que eso ocurriera”, explicó a New Scientist Jake Sawecki, investigador de la Universidad Estatal de Michigan y autor principal del estudio. “La única explicación realmente lógica era que estuvieran consumiendo algunas de ellas”.

Los científicos sugieren que el hecho de consumir a sus crías podría haber sido beneficioso para la salud de las madres, ya que les haría combatir mejor unas sustancias químicas llamadas especies reactivas del oxígeno (ROS), que pueden dañar su ADN. “Las hembras pueden obtener nutrientes y probablemente también antioxidantes de sus crías”, señaló Dijkstra al Museo de Historia Natural de Reino Unido.

Al cabo de dos días, los peces que criaban por la boca tenían un 23,7 % más de daños en el ADN de sus hígados que los peces que no criaban. Pero a los seis días y de nuevo a las dos semanas, los que criaban y los que no criaban tenían niveles de daño similares. Por su parte, Sawecki sugirió que comer a sus crías podría reducir el estrés en el cuerpo de las madres. “En el gran esquema de las cosas, probablemente sea más beneficioso consumir algunas de esas crías y poder reproducirse de nuevo en el futuro, que morir después de ese ciclo reproductivo y haber producido sólo un número específico de crías”, precisó a New Scientist.

En la misma línea, Karen Maruska, bióloga de la Universidad Estatal de Luisiana, aseguró que el estudio añade una pieza interesante al rompecabezas de cómo estas hembras que incuban por la boca son capaces de sobrevivir y mantener su propia salud durante el periodo de incubación de dos semanas en el que no pueden comer.