El mundo del deporte se despertó este martes con el rumor de “un acuerdo cerrado” para que Lionel Messi juegue en Arabia Saudita la próxima temporada, cuando termine su contrato con el París Saint-Germain, PSG.

De acuerdo con la agencia francesa AFP, una fuente en ese país les confirmó que el contrato para llevarse al argentino “es excepcional, es enorme” y podría romper cualquier récord que una transferencia de este tipo se haya hecho en la historia del fútbol.

Si bien Messi es una de las máximas figuras del balompié mundial, una oferta como esta a sus 35 años (el próximo 24 de junio cumplirá 36) no solo se percibe como la oportunidad para que los árabes disfruten de su talento en la cancha y de su eterna rivalidad con Cristiano Ronaldo –quien también juega en la liga Saudí con el Al-Nassr–, sino que el interés, al parecer, va más allá.

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Aunque se desconoce aún el nombre del club que puja por los servicios del zurdo argentino, se habla de que la oferta rondaría los 400 millones de euros (unos 440 millones de dólares) y que parte de ese dinero se pagaría con el fondo soberano saudita (Public Investment Fund, PIF, por sus siglas en inglés), que en definitiva es un fondo del Estado del país del Golfo.

Entonces, ¿por qué el dinero del Estado se utilizaría para pagar el fichaje de Messi? La posible llegada del actual campeón del mundo estaría relacionado con el “sportwashing” un procedimiento que se volvió popular en los países cuya riqueza proviene de los llamados “petrodólares”.

¿Qué es el “sportwashing”?

El término “sportwashing” (blanqueamiento deportivo), que fue acuñado hace un par de años por organizaciones de derechos humanos, hace referencia a una estrategia que emplean los países para mejorar su imagen y reputación fuera de sus fronteras por medio del deporte, sobre todo si estos son señalados de violaciones a derechos humanos.

“Para ello, celebran en sus países olimpiadas, mundiales, o los torneos más seguidos del planeta. Bautizan estadios de fútbol, ocupan los espacios de publicidad en las camisetas, o directamente compran los equipos, inyectando grandes sumas de dinero que luego se convierten en grandes fichajes para alegría de sus aficiones”, explica la organización Amnistía Internacional.

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Si bien la organización señala que este fenómeno es tan viejo como la historia de las competiciones que recibe, ha tomado más fuerza en los últimos años. Un ejemplo claro de ello es Qatar, que albergó, a finales del año pasado, el Mundial de fútbol de la Fifa en medio de fuertes críticas y señalamientos de la comunidad internacional por su postura sobre los derechos de las mujeres, la población LGBTIQ+ (la homosexualidad es un delito) y su trato a los trabajadores inmigrantes, sobre todo a quienes trabajaron en la construcción de los imponentes estadios en los que se disputó la competencia.

Antes de que Qatar fuera sede del primer Mundial de su historia con un pobre o casi nulo historial en ese deporte (nunca habían clasificado a una Copa del Mundo) otras competiciones ya habían aterrizado en países del Golfo Pérsico.

Ese es el caso de la Supercopa de España, que desde 2018 dejó de jugarse en la nación europea para disputarse en países como Marruecos y Arabia Saudita, que desde 2020 se quedó con la competición y la recibirá por varios años más (por lo menos hasta 2029) pese a la crítica de los propios clubes que la disputan y del rechazo de la afición.

Además, desde hace unos años la aerolínea Emirates es uno de los principales espónsors del Real Madrid, mientras que Barcelona fue, por muchos años, patrocinado por Qatar Foundation y Qatar Airways.

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Así mismo, el PSG, club del que Messi se marcharía, pertenece al Fondo Soberano Qatar Investment Authority (QIA) que compró el 70 % de sus acciones en 2011. Desde ese momento el jeque Nasser Al-Khelafi ha movido los hilos del equipo, convirtiéndolo en un club de superestrellas tras las contrataciones de Zlatan Ibrahimović, Neymar, Kilyan Mbappé, Sergio Ramos y Lionel Messi.

Pero el fútbol no es el único deporte que ha sido utilizado por estos países para “blanquear” su imagen ante el mundo. El “Gran Circo” de la Fórmula 1 también se dejó seducir hace unos años por los “petrodólares”.

Desde mediados del 2010, la máxima categoría del automovilismo hace presencia en los países del Golfo Pérsico. El primer Gran Premio en esa región del mundo se disputó en Baréin y en la actual temporada de este deporte cuatro de las 23 carreras del calendario se disputan en países árabes: Baréin (marzo), Arabia Saudita (marzo), Qatar (octubre) y Emiratos Árabes (noviembre).

Por si fuera poco, el campeonato de F1 inicia y termina en países del Golfo, lo que demuestra la fuerte influencia de los árabes en la Federación Internacional del Automóvil, que además es presidida por el emiratí Mohamed ben Sulayem.

Otras disciplinas deportivas como el ciclismo, motociclismo, rally, tenis y golf también han llevado sus eventos a Medio Oriente. La ambición de esta región del planeta es tal que hasta se han planteado la posibilidad de organizar, por lo menos en Arabia Saudita, los Juegos de Asia de invierno creando nieve artificial.

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Para Amnistía Internacional, Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos –como se expuso en los ejemplos anteriores– son los países que más practican el “sportwashing” como “una estrategia clara y mantenida para limpiar su imagen”, pero no han sido los únicos.

China, Israel, Rusia, Camerún, Egipto, Guinea Ecuatorial, Kazajistán y Brasil, para no ir tan lejos, han utilizado esta estrategia para que el mundo cambie la percepción que tienen de su idiosincrasia que en muchos casos raya con la violación a los derechos humanos.

Pero, según la organización, también existe otra figura, la de los “blanqueadores”, países, equipos y figuras que, por una amplia suma de dinero, están dispuestos a convertirse en “esponja” para lavar la imagen de los países árabes, como es el caso de países como España, Reino Unido, o figuras como el futbolista portugués Cristiano Ronaldo.

A esa lista podría sumarse Messi, de llegar a aceptar la jugosa propuesta de la que todo el mundo habla. ¿Será la nueva figura para limpiar la imagen de los árabes ante el mundo? El tiempo y los “petrodólares” lo definirán.