La presión era enorme hasta el momento en que llegó el gol. El equipo azul se había ido al descanso perdiendo por dos goles y con un jugador menos, tras la expulsión de Juan Carlos Pereira. Alberto Gamero dejó la cancha preocupado.

La charla en el camerino parecía dar resultados anímicos, y la hinchada trataba de poner lo suyo, aunque los nervios comenzaban a hacer lo suyo. El equipo azul recuperó confianza y no parecía padecer la inferioridad numérica, pero el gol no llegaba.

Minuto 59. Tiro libre corto, casi a boca de área. Una ubicación donde suele aplicar aquella frase de “tan cerca y tan lejos”, por lo difícil que resulta anotar desde allí. Se necesita un cañonazo que perfore la barrera o un pie de terciopelo que haga flotar la pelota ella y se deposite en la red antes de que el arquero llegue a manotearla. Es eso, o pensar fuera del molde.

Eso fue lo que hicieron los dos genios de Millonarios, Daniel Ruiz y David Mackálister Silva, quienes apelaron a una jugada “de laboratorio”, de esas que ya no funcionan. El primero, zurdo, amagó con buscar el ángulo aunque la posición era para un derecho, pero le pasó por encima a la pelota y se la movió al capitán hacia atrás con la planta del pie.

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En cuestión de un segundo el panorama era similar, pero distinto; un metro a la derecha del punto donde se ubicaba el cobro. La barrera se vio sorprendida y comenzó a abrirse, mientras Mackálister tenía el ojo en la escuadra inferior izquierda, a donde pateó rasante, por entre los guayos rivales, sin dejar opción al portero Mosquera Marmolejo.

El Campín estalló de júbilo y Silva celebró besando sus tatuajes. Todo era euforia, pero Gamero no se movió. Lucía como ajeno a que el gol estaba cambiando la historia del partido y devolvía a Millonarios a una final de Copa después de varios años, aunque faltaba media hora de juego. Sus pocos movimientos, que salieron luego en televisión y se difundieron en redes sociales, tocaron el corazón de muchos hinchas albiazules.

Con su mano derecha, ‘Tito’ enjugó lágrimas de sus ojos, manteniendo el semblante recto, pero evidenciando que la procesión la llevaba por dentro.

En las redes sociales, en otros momentos tan duras con el técnico samario, las opiniones eran conmovedoras, casi de ternura y cariño con el adiestrador. “Es lo más hermoso de hoy. Le duele como a nosotros y se alegra como nosotros”, escribió una aficionada.

“¡Cómo no amar a ese tipo!”, exclamó otro:

“Es lo más lindo que nos ha dado la vida”, añadió una más:

La conclusión de varios otros era una sola: “Se nos tiene que dar”. Una frase que expresa la frustración de un Millonarios que desde hace algún tiempo es considerado por varios analistas como el equipo que mejor juega en el fútbol colombiano, pero que no lo ha conseguido materializar en un título.

En la rueda de prensa, Gamero reconoció la superioridad del Deportivo Independiente Medellín en el primer tiempo, así como algunos errores y la necesidad de corregir cosas para la final. Sin embargo, no dudó en loar a sus dirigidos:

“Es orgullo para mí ver a esa camada de jugadores luchar, intentar jugar bien”, concluyó, tras un breve instante en el que parecía que se le cortaba la voz.