Por: LA CRONICA DEL QUINDIO

Noticias del Quindio y Armenia: información 24 horas sobre la región, vías, actualidad y más.

Este artículo fue curado por pulzo   Ago 3, 2025 - 5:20 am
Visitar sitio
La vacunación se posiciona en Colombia como uno de los pilares más significativos de la salud pública, protegiendo a la ciudadanía frente a una variedad de enfermedades infecciosas que, antaño, cobraban la vida de miles de personas, especialmente de los sectores más vulnerables como niños y adultos mayores. El Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) lidera estos esfuerzos, desarrollando un esquema de vacunación que responde a las necesidades de la población a lo largo de todo el ciclo vital, desde la infancia hasta la adultez y la gestación, garantizando no solo la gratuidad, sino también la accesibilidad a vacunas esenciales para quienes más las necesitan, según información recopilada por el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia. Actualmente, el PAI alberga un portafolio de 21 vacunas, que brindan protección frente a cerca de 30 enfermedades, entre ellas el sarampión, la rubéola, la poliomielitis, la difteria, el tétanos, la hepatitis A, la fiebre amarilla, la influenza, el neumococo, el rotavirus, la varicela y el virus del papiloma humano (VPH), como indica el Ministerio de Salud local. Este avance, que refleja la progresiva sofisticación y ampliación de los programas de inmunización desde mediados del siglo XX, responde no solo a la aparición de nuevas amenazas infecciosas, sino también a la consolidación de la vacunación como un derecho fundamental y una estrategia de equidad en salud. El enfoque preventivo del PAI se expresa en calendarios vacunales minuciosamente diseñados para cada etapa de la vida. En la primera infancia —etapa históricamente marcada por altos índices de mortalidad causada por enfermedades transmisibles— el protocolo contempla vacunas de amplio espectro: la pentavalente y la antipolio administradas en varias dosis antes del primer año, refuerzos posteriores, dosis programadas de rotavirus, neumococo, influenza anual, hepatitis A, la triple viral, la vacuna contra la varicela y la fiebre amarilla. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este despliegue contribuyó de forma significativa al descenso de la morbilidad y mortalidad infantil, situación palpable en el historial epidemiológico en países de América Latina, incluido Colombia. La cobertura vacunal, sin embargo, no se restringe a la infancia. El esquema nacional, en consonancia con los lineamientos internacionales de la OMS y la experiencia acumulada, incluye inmunización contra el VPH —fundamental para la prevención del cáncer cervicouterino y otras enfermedades asociadas—, dosis de toxoide diftérico y tetánico (Td) para mujeres en edad reproductiva, el refuerzo contra el sarampión y rubéola para niños nacidos entre 2010 y 2019, influenza estacional para adultos mayores y gestantes, así como la recomendación específica de vacuna contra fiebre amarilla para quienes se desplacen a zonas de riesgo. El Instituto Nacional de Cancerología resalta la incorporación de la vacuna del VPH como un logro en prevención secundaria de enfermedades oncológicas. Destaca, en este contexto, el valor colectivo de la inmunización: al lograr una cobertura adecuada, se construye inmunidad de rebaño, disminuyendo la circulación de patógenos y protegiendo indirectamente a quienes, por razones médicas, no pueden vacunarse. Ejemplo paradigmático de este efecto ha sido el control del sarampión; no obstante, recientes brotes a nivel internacional y advertencias de entidades como UNICEF recuerdan que la mayor amenaza sigue siendo el descenso en las coberturas, motivado tanto por problemas de acceso como por desinformación. Este aspecto ha llevado a la OMS a catalogar la vacilación frente a la vacunación como una de las amenazas más serias para la salud mundial. El impacto de estas políticas es notable: de acuerdo con los datos oficiales del Ministerio de Salud, las tasas de mortalidad infantil asociadas a enfermedades prevenibles por vacunación han caído de manera dramática en las últimas décadas, si bien persisten desigualdades de acceso en zonas rurales y entre grupos socioeconómicos. Además, retos contemporáneos como la pandemia de COVID-19 han puesto de manifiesto tanto la importancia como la necesidad de fortalecer los programas de inmunización, sumando nuevas vacunas y articulando su implementación con sistemas eficientes de vigilancia epidemiológica, como lo resalta la Revista de Salud Pública. En suma, el PAI y su robusto esquema de vacunación han sido clave para que la sociedad colombiana enfrente epidemias y evite la reemergencia de enfermedades que, en el pasado, provocaron gran sufrimiento colectivo. Consolidar la cobertura, combatir la desinformación y avanzar en la integración de tecnologías y vacunas innovadoras serán los desafíos principales para garantizar la salud pública en el país y fortalecer la respuesta ante eventualidades epidémicas en el futuro.

¿Por qué es importante mantener altas coberturas de vacunación?

La preocupación por las tasas de vacunación responde a una realidad epidemiológica clara: una alta cobertura permite el desarrollo de la denominada inmunidad de rebaño, que protege a toda la comunidad, incluyendo a quienes no pueden ser vacunados por razones médicas, como alergias severas o inmunodeficiencias. Cuando se reduce la proporción de personas vacunadas, vuelven a surgir brotes de enfermedades controladas, como ocurrió recientemente con el sarampión en diversas regiones del mundo.

Mantener coberturas elevadas previene la re-emergencia de epidemias y evita el colapso de los servicios de salud pública, retos especialmente complejos en áreas donde el acceso es limitado. Además, ayuda a reducir la carga económica derivada del tratamiento de enfermedades prevenibles, reforzando el círculo virtuoso de la prevención y el bienestar social.

¿Qué desafíos enfrenta actualmente el Programa Ampliado de Inmunizaciones en Colombia?

El PAI, aunque consolidado como política pública esencial, enfrenta retos variados. Entre ellos destacan las brechas en cobertura entre zonas rurales y urbanas, dificultades logísticas en la distribución de biológicos en regiones apartadas y la influencia de la desinformación sobre la percepción pública de las vacunas. Estos factores dificultan el acceso equitativo y sostenible, un aspecto subrayado por organizaciones internacionales y nacionales como el Ministerio de Salud y la OMS.

Adicionalmente, la integración de nuevas vacunas, como las dirigidas a emergencias sanitarias recientes (por ejemplo, la COVID-19), exige recursos adicionales, capacitación continua del personal y estrategias de comunicación actualizadas. La constante vigilancia epidemiológica y la respuesta rápida ante brotes también forman parte de los nuevos desafíos que demandan inversión y coordinación multisectorial.

* Pulzo.com se escribe con Z

Lee todas las noticias de vivir bien hoy aquí.