Es más, algunas manifiestan que esas acciones de sus mascotas terminan deteriorando la calidad de vida en el hogar. Entre los problemas comportamentales más consultados están:

  • Daño y destrucción de muebles, zapatos y ropa, que es más frecuente al estar solos (la denominada “ansiedad por separación”).
  • Mordidas en manos y brazos al jugar.
  • Comportamientos “agresivos” con miembros de la familia, en especial con los más pequeños.
  • Ladridos incontrolados.
  • Eliminación en sitios inadecuados, así como la micción involuntaria en estado de ansiedad o al ser acariciado.
  • Temor social y ambiental.
  • Apetito caprichoso que termina ocasionando problemas nutricionales.
  • Imposibilidad para la manipulación y restricción, bien sea para higiene (cepillado de dientes, limpieza de oídos, corte de uñas, incluso el baño) o administración de medicamentos que provocan actitudes de rechazo y agresividad del perro hacia su familia, ocasionando accidentes y, por consiguiente, el abandono de rutinas de aseo o de un tratamiento médico que sea necesario.
  • Costumbre de jalar desaforadamente de la correa e ignorar durante el paseo a su amigo humano, haciendo caso omiso de lo que este diga o haga, mientras corre sin control alguno, lo que expone al animal a accidentes, a veces irremediables.

(Vea también: Cómo convivir con perros y gatos en una misma casa y no morir en el intento)

¿Por qué los perros tienen malos comportamientos?

Lo primero que hay que entender, es que el perro nunca tiene la culpa. A no ser que se trate de un desorden patológico (por lo que es necesario contar con la asesoría de un especialista en el momento de evaluar).

Los problemas de comportamiento se originan por una inadecuada comunicación y jerarquización, que a su vez es consecuencia de la falta de información sobre su comportamiento, características de la raza (debería tenerse en cuenta, incluso, antes de elegir al animal) y sus características sociales y su lenguaje.

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Esto lleva a ignorar las necesidades físicas y mentales del canino, de manera que no se les dedicar el tiempo suficiente para procurarle los espacios y actividades necesarios para desarrollarse integralmente como perro (no hay que humanizarlo), generando perturbación del carácter o la frustración de este, que se puede expresar negativamente de muchas maneras: destruyendo, ladrando sin razón aparente, presentando actitudes agresivas o de temor y la autolesión, entre otras

¿Qué hacer cuando un perro se porta mal?

Lo mejor es prevenir los problemas y lo ideal sería hacer previamente una cuidadosa selección del tipo de perro, según el tiempo, espacio y recursos disponibles de la familia aspirante, para darle al nuevo miembro de la familia la atención y cuidado apropiados.

(Vea también: Trucos para aprender a entender el comportamiento de los gatos en el hogar)

Pero si ya se tiene un cachorro, es el momento de actuar. Asegúrese de establecer vínculos afectivos y de confianza sólidos, pero manteniendo una sana jerarquía en la familia, donde el perro debe mantener el último escalón.

Lo anterior no significa maltratar o asustar al canino, de forma que el uso de periódico enrollado, gritos, golpes y otros recursos resultan ser absolutamente ineficaces. Aquí algunos ‘tips’ más útiles:

  • Ayudarle a no equivocarse, guiándole suave, pero firmemente, y facilitando las condiciones para este objetivo, comenzando por no dejar a su alcance cosas que puedan ser dañadas y asignándole un espacio limitado y seguro cuando no esté vigilado; pueden llegar a usarse, en ese proceso de educación, jaulones o guacales que, bien utilizados, son aceptados por el perrito.
  • Se deben organizar horarios fijos y rutinas para toda actividad.
  • El juego es importante en el establecimiento de vínculos, pero sin permitirle que muerda manos o ropa. Lo ideal es usar juguetes que él pueda morder intentando juegos de lanzar y recoger. En esas dinámicas siempre debe ser el guía quien inicie y termine la actividad, limitando la disponibilidad de ese juguete especial, ya que esto aumentará la atención de la mascota en su amigo humano.
  • No arruine el apetito del cachorro con bocados caseros; administre el alimento en la hora indicada para esto.
  • Ignore acciones no deseables y prémielo efusivamente cada vez que realice lo que se espera. Manipule mucho al cachorro siempre reforzando la actividad con premios y calmándole con seguridad y hablándole sin gritarle, cada vez que gruña o intente morder. Así se acostumbrará a ser tocado en cualquier parte del cuerpo, y en cualquier posición sin protestar.
  • No pierda oportunidad de que socialice y acostumbrarlo a ambientes nuevos de forma gradual, sin forzarle y sin sobreprotegerle si está asustado. Y, una vez vacunado y con la autorización de su veterinario de confianza, procúrele espacios públicos seguros para que se relacione con otros perros. Permita que los niños, incluso los más pequeños, participen de todas estas actividades, pero siempre con la supervisión de un adulto.

En todos estos proceso es importante que tenga en cuenta que, aunque en principio el manejo es siempre el mismo, para los perros adultos y jóvenes que tiene problemas de comportamiento, se hace necesaria una evaluación más cuidadosa para aplicar recursos y poder establecer una terapia de modificación de conducta de acuerdo a las características y necesidades particulares del perro. Como la mayoría de problemas no se reducen a la ansiedad por separación, generalmente se obtienen rápidos y positivos resultados, siempre que se cuente con el compromiso de todos los miembros de la familia, la constancia y desde luego con la asesoría de un profesional ampliamente calificado para esta labor.

Por: Juan Lucas Vargas Ortiz, médico veterinario de la Unal.