Su hermanito menor estaba jugando con una vara y gracias a un movimiento repentino que hizo, haló el hilo que conectaba su diente de leche con la puerta y este salió ‘disparado’.
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Desde un principio, la idea era soltar el diente al cerrar la puerta, pero el más pequeño de la familia logró dispersar la angustia del momento. El llanto de Quinny se convirtió en sorpresa y luego, en risas. Sus padres tampoco pudieron contener las carcajadas ante la inesperada situación.
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