El principal de estos cambios es un “abultamiento en punta, llamado también ‘protuberancia occipital externa’, que se encuentra en la parte posterior del cráneo, justo arriba del cuello”, tal como lo explicó el investigador David Shahar a la BBC:

“He sido un médico clínico durante 20 años y solamente en la última década he visto cada vez más este crecimiento en el cráneo”

El hallazgo es el resultado del análisis de más de mil radiografías de “cráneos de personas entre 18 y 86 años”, de las cuales se encontró que “el abultamiento era mucho más común en el grupo entre 18 y 30 años” y que este incluso llega a medir unos 30 milímetros.

Protuberancia occipital
En la imagen se aprecia la “protuberancia occipital externa”, evidenciada por el abuso del uso de los celulares. / David Shahar, vía BBC

Con base en esta información, Shahar atribuyó su hallazgo al uso de dispositivos tecnológicos como celulares y tabletas. La teoría se basa en que sería resultado del llamado “cuello de texto”, indica la BBC:

“La protuberancia se forma porque la postura curva crea una presión extra donde los músculos del cuello se unen al cráneo. (…) El cuerpo responde creando una nueva capa de hueso, que ayuda al cráneo a enfrentar esta presión extra y a distribuir el peso”

Ese mismo medio explica que una disciplina llamada “osteobiografía” estudia estos cambios que, generalmente, se están dando ya dentro del corto plazo que representa la vida de una persona, al punto que “examinar un esqueleto” ya permite “descifrar cómo vivió su dueño”.

“Si tienes uno es probable que puedas sentirlo con tus dedos y si no tienes pelo puede ser visible”, concluye la BBC.

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Esto no es del todo nuevo, en la medida en que es de amplio conocimiento que muchos de esos cambios físicos se dan a medida en que no solo los humanos sino todos los seres vivos evolucionan. Sin embargo, hasta el momento no se había evidenciado de forma tan clara que hábitos modernos como agacharse sobre las pantallas de los dispositivos móviles hubieran generado cambios anatómicos en el cuerpo humano.

Este fenómeno va más allá de consecuencias ya conocidas como la tendencia a andar encorvados, que es más una mala costumbre, o a sufrir desgaste ocular, que es una degeneración más que una modificación física orientada a la adaptación, como la evidenciada por los científicos australianos.

El kinesiólogo Diego Castagnaro mencionó a la agencia Télam algunos de esos otros padecimientos cada vez más comunes como “‘cuello de WhatsApp’, ojo seco, ‘pulgar atascado’, tendinitis del túnel carpiano y trastornos circulatorios en las piernas”.