Aunque amo la novela histórica, traía conmigo dos sesgos, uno de anclaje y un prejuicio: el primero, mi recelo por todo lo que tuviera que ver con el Imperio Romano, y el segundo, por tratarse de un autor superventas. Adicionalmente, pensaba que, con los dos años que tomé de derecho romano en mi carrera de Jurisprudencia, había tenido suficiente. Pero nada es suficiente y menos en el conocimiento de los intríngulis personales y políticos de esta singular época.

Me animé a leer ‘Yo Julia’ (Planeta, 2016), cuando en la red encontré las razones por las cuales el jurado de Editorial Planeta le concedió el Premio Planeta de Novela en 2016. Y lo hice sin mayores pretensiones. Pero ¡vaya sorpresa que me he llevado! Me encontré con una poderosa figura femenina, de las pocas y principales que hubo en el Imperio romano.

Ya les decía yo en mi reseña anterior que, desde la antigua Roma la mujer dejaba de ser considerada esposa/madre, para ser tratada como mero recipiente donde residía el bebé – la prolongación de la prole – antes de nacer; y Julia no fue la excepción. Pero adicionalmente se trató de una mujer extranjera, de Siria, que logró ser emperatriz del mayor imperio que jamás existió en el mundo antiguo occidental, luchando contra esa xenofobia que Adela Cortina en su libro “Aporofobia”, nos recuerda, que todos llevamos en el cerebro.

Y quiero centrar esta reseña en la figura de Julia Domna (Emesa, ca. 160 – Antioquía, 217), un personaje poderoso que ameritaría un examen único desde la perspectiva de género, que no haremos acá. Después de la muerte de Marco Aurelio, ese gran emperador romano, le sucedió su hijo Cómodo, quien padecía problemas de salud mental y llevó una vida completamente disoluta acallando los ánimos del pueblo a punta de juegos y combates de gladiadores, con quien – dicen algunos, comenzó la decadencia del Imperio Romano.

Cómodo, después de mantener a las esposas de sus gobernadores cautivas en Roma -excepción hecha de Julia que logró escapar en un incendio de la ciudad, fue asesinado por conspiradores de la guardia pretoriana y del Senado, eligiendo a Pertinax, quien también fue asesinado al no cumplir con el pago prometido a la guardia pretoriana, cuerpo que decide venderle el trono del Imperio a Didio Juliano, un rico y corrupto senador, quien nunca tuvo como aliados ni al pueblo ni al ejército. Así pues, se presentó un periodo conocido como el de los “5 emperadores”, periodo durante el cual, en menos de un año hubo en Roma 5 emperadores: Pertinax, Juliano y los 3 autoproclamados emperadores en sus respectivas regiones: Pescenio Níger (Nigro en el libro) en Siria, Clodio Albino en Galia y el gobernador de Britania.

Pero fue Severo quien, anticipándose a sus rivales, marchó contra Roma y depuso a Juliano, quien murió ejecutado por órdenes del Senado y tras un periodo de guerras civiles en los que venció a sus opositores, Severo, con la muy bien descrita estrategia de Julia en el libro, logró consolidar su poder y fundar una dinastía que continuarían sus hijos, Caracalla y, a su muerte, otros familiares; su hermana Maesa fue la primera y única senadora que hubo en Roma, pero ya Posteguillo, en la Feria del Libro de Cali, nos anticipó que este será otro relato…¿una tercera parte de la dinastía de los Severos? De hecho, Posteguillo ya anunció el pasado octubre de 2019, un proyecto llamado El corazón del Imperio, allá por octubre de 2019, y en un nuevo camino de reconocimiento a los personajes femeninos les da la atención que merecían, cuestión que no hizo en sus famosas trilogías (la de Escipión y la de Trajano), “al dejarse llevar por la inercia de contar la historia a través de los personajes masculinos.”

La historia de Julia es apasionante: En 187, Julio se casó con el militar libio Septimio Severo, gobernador de la provincia romana de Galia Lugdunense, de los pocos matrimonios que hubo por amor en Roma, y con quien tuvo dos hijos, Antonino (más adelante conocido como Caracalla) y Geta, éste último asesinado por su hermano a la muerte de su padre. Septimio fue el primer emperador romano de origen norteafricano en alcanzar el trono y el fundador de la dinastía de los Severos. Tras su muerte, tanto Julia como Septimio, fueron proclamados Divus (Divinos) por el Senado. Julia ejerció una gran influencia política, social y filosófica, y recibió, de parte del ejército, el título de mater castrorum, «madre de los campamentos militares», por su gran contribución estratégica y acompañamiento a su esposo en todas las campañas de expansión militar del Imperio.

En el primer libro (‘Yo, Julia’) describe la tenacidad de una mujer por construir a un hombre y de una mujer por construir, a través de ese hombre, una dinastía para gobernar – construyendo también a su lado – al Imperio mas grande del que ha habido noticia en el mundo antiguo occidental. En la construcción de ese hombre y de ese Imperio, pasa por la construcción de sí misma – a través de su belleza e intelecto, utilizando todas las herramientas a su alcance, de la construcción del carácter de sus hijos, y de relaciones clave que le ayudarán en su cometido.

En este segundo libro, ‘Y Julia retó a los dioses’ (Planeta, 2020), continuación potenciada de la primera novela histórica, con igual o mayor emoción e intriga, se mezcla la mitología romana, y se hace magistral el talento de Posteguillo. Como el libro debía seguir con la época más difícil de su vida, como co-emperadora y madre, y como también debía contar eventos posteriores a la muerte de Julia, la forma de hacerlo, la estrategia literaria de Posteguillo, fue justamente involucrar a personajes mitológicos, varios de ellas deidades femeninas, con una serie de esas pruebas divinas que le prepararán a Julia, a ver si su cuerpo y su alma son capaces de superarlas.

Se trata de una novela en donde el hijo de una mujer en la cúspide del poder conduce la historia a través de la voz de Galeno, el médico de la familia imperial. En donde los hilos del mismo poder se develan, en donde la traición familiar parece hacer temblar el constructo dinástico, en donde los equilibrios familiar, político, militar juegan un papel esencial, en donde los personajes se desnudan para que aprendamos de un pasado glorioso, también de unos errores crasos, pero sobre todo, de la tenacidad sin límites de una mujer, que es capaz de elegir hasta el cuándo y el cómo de su propia muerte.

Santiago Posteguillo tuvo su primer contacto con la Antigua Roma en una visita que hizo a los seis años a la capital italiana. Desde su condición de filólogo, lingüista y Doctor de la Universidad de Valencia, escritor estructurado (estudió literatura creativa en la Universidad de Denison (Ohio, USA), y lingüística y traducción en Gran Bretaña, profesor de la Universidad Jaume I de Castellón (literatura inglesa) nos ha entretenido con novelas históricas de primer nivel -me dejó prendada a su obra literaria y la he seguido leyendo- y esta no podía ser la excepción. ¡Gracias Santiago!

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