Hoy renuncio a mi piel , al sonido de mi voz, hoy renuncio a mis ojos y a mis huesos , y te invito a que solo hoy, pauses. A que detengas el tiempo, a que abras el mar de la inmensidad y te lances. A que nades en lo incognoscible y a que seamos solo uno, salvándonos de nuestros miedos y pensamientos.

Por eso hoy no pido silencio. No pido nada. Espero que el ruido de tu mente se apague y se calme a medida que el viento lee. Hoy te invito, si no es que lo has hecho antes,  a que cierres los ojos , a que visualices, y a que te entregues. A que te dejes llevar por esta marea, por la melodía del amor.

Hoy te invito a que te sorprendas y a que juntos viajemos sin esfuerzo en el silencio de nuestro interior, permitiéndonos escuchar nuestra canción.

Suspiraba y respiraba sin saber por qué. Caminaba a veces como maquina y a veces jugando a escapar de las rayas. Miraba el cielo y me perdía entre las figuras de las nubes. Escuchaba las noticias, los gritos de la ciudad, escuchaba la contaminación cuando andaba, cuando envenenaba. Escuchaba las lágrimas de los perros y de los niños. Escuchaba la violencia de nuestro interior, y cuando veía a alguien, no solo lo veía a él, me veía a mi, veía una porción de mi espíritu, veía mi corazón roto, y veía mis ojos llorar. Veía mi alma sentándose en una banca de espera, intranquila, pensando en que debía cambiar.

Sin embargo, luego de que baje al infierno de mis miedos, luego de que me vi en un lago por horas y ahogué mi reflejo, luego de que renuncie a lo que era e invite a la musa de la muerte a danzar, fue que pude sentir el tiempo. El tiempo como un abuelo que renueva, que enseña, que amaestra, y que sin que queramos nos cambia.

Creí en algún momento que podía ser un juez de las dichas y de las penas, que podía cambiar las sonrisas y las tragedias, que podía viabilizar una oportunidad a alguien.

Creí que siendo abogado solucionaría el mundo, ¿pero de qué sirven las reglas, los derechos, el comportamiento, el sistema, si no conocemos nuestra verdad, nuestra realidad?, ¿de qué sirve sentir nuestras manos cuando ni siquiera nos atrevemos a dibujar, a pintar nuestro mundo?, ¿de qué sirve tener dos hemisferios cuando nos acostumbramos solo a uno?, ¿de qué sirve tener ojos cuando no agradecemos los detalles de la vida?, ¿de qué sirve tener oídos cuando no escuchamos sino nos preocupamos por hablar, por debatir, por tener la razón?, ¿ de qué sirven los brazos cuando ni siquiera sabemos abrazar?, ¿de qué sirven los labios cuando no sabemos sentir al otro?, ¿ de qué sirve la piel cuando no la sentimos, cuando no la rastreamos, cuando no recordamos?, ¿de qué sirve nuestra imaginación cuando nos somos capaces de volar, de creernos héroes y magos?, ¿de qué sirven las preguntas si antes de entregarnos al misterio, queremos las respuestas?

Nos preocupamos por lo externo, pero nunca antes nos hemos entregado a la llave del interior. A dialogar con nuestro niño, con nuestro abuelo, a organizar nuestro mundo de hadas y de elfos. Nunca antes nos habíamos fijado en el brillo de los colores, en la oportunidad que tenemos al respirar. No habíamos sentido la caricia del viento sobre nuestras narices, ni el recorrido molecular en nuestro cuerpo.

¿Cómo están nuestros pies, nuestras manos, nuestra espalda?, ¿cómo está nuestra mente? Cuando somos conscientes de cómo estamos, la vida es un eterno presente. Somos dioses y nos empoderamos con humildad ante el misterio dual de la existencia. Podemos ser fénix en nuestro camino, tortugas, liebres, delfines, micos que saltan de proyecto en proyecto, podemos ser medusas, serpientes, águilas, halcones, piedras, palos, madera, podemos ser casas, puentes, podemos ser azul, rojo, negro,  pasto, elefantes, podemos ser la voz del mar y del viento, podemos ser la voz de una madre o de un padre, podemos liderar y llevar, podemos cambiar, jugar, sonreír, soñar, podemos ser todo y nada, pero siempre podemos.

Descubrí  y recordé hace poco que los límites son pocos. Y ellos, como caballeros de armadura custodian nuestra mente y corazón. Son aquellos los que no nos dejan entrar a ver el tesoro que tenemos por dentro. Son ellos, quienes con sus espadas nos atormentan y nos dicen que todo es imposible.

Sin embargo, yo hoy siento, que estamos por reencontrarnos los unos con los otros, para intercambiar voces, y como las nubes danzar. Estamos para presentarnos y recordarnos, para mostrar nuestras alas y empezar el vuelo. Estamos para abandonar este mundo desierto, enfermo y empezar a sanar. Estamos para tejer familia con nuestras voces y subir las escaleras hacia la unidad. Para bailar como lo hacen los pájaros y movernos entre olas de fraternidad.  Hoy sé que si vivimos es para servir, es para ser parte de este mundo, y también estoy seguro que cada uno de nosotros sabrá que cuando abra la boca, no será la voz interna, sino será la voz de la familia, será la palabra dulce, la palabra que evoca, que cambia, que dibuja, que transforma. Será la palabra de oro que paso a paso pintara un camino con luz, por donde muchos, por donde todos aquellos que nunca han tenido voz, puedan por fin, hablar.

Ejercicio practico:  Haz una lista de las personas con las que ha quedado una conversación pendiente, y adopta esas conversaciones como una deuda.  Desde el día de mañana empieza a pagar cada una de ellas en el orden que lo escribiste.

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