Leí y reseñé su novela epistolar “29 cartas” (Babel Editores, 2016) hace unos meses, en plena pandemia, después de compartir con él en uno de esos maravillosos encuentros gastronómico-literarios de la librería @CasaTomada de Bogotá. Me impresionó la suavidad de su escritura, la fluidez serena de su tejido de letras, la profundidad de sus reflexiones desde hechos cotidianos.

A raíz de su fallecimiento, tuve el impulso de leer “Aves inmóviles” (Alfaguara, 2019), obra ganadora del Premio Nacional de Novela 2020 del Ministerio de Cultura de Colombia, cuyo jurado estuvo compuesto por la argentina Claudia Piñeiro y los colombianos Pilar Quintana y Mario Barrero, quienes dijeron que la obra “produce una reflexión sobre la profesión del personaje que es, a la vez, un ejercicio literario que se pregunta por las posibilidades de la creación estética” y que “es una novela con un trabajo metaliterario sutil, en la que se habla, de manera metafórica, sobre el oficio de escribir mientras se cuenta la historia”.

Se trata de un impecable relato en el cual, Gustavo, un amigo del protagonista-narrador lo invita a disecar el cuerpo completo de Saturno, un desahuciado caballo de paso – todo un desafío para un taxidermista, en una finca en el trópico colombiano. La necesidad económica del veterinario-taxidermista, oficio que heredó de su abuelo y de su padre, hacen que acepte el encargo, para lo cual emprende un viaje a la finca en donde aún se encuentra vivo el caballo, próximo a ser “dormido” debido a un tumor que lo aqueja. A su vez, al taxidermista le encuentran una mancha en sus pulmones, una posible enfermedad premonitoria de la de su autor (la novela fue publicada en 2019).

De forma paralela, el taxidermista ha venido desarrollando un diorama de aves inmóviles en su propio taller y, claro, ha seguido viviendo la vida y son esas vivencias las que llegan a su cabeza y luego a los lectores en una prosa memorable. El protagonista tiene, además, un cuaderno con frases que ha ido recaudando a lo largo de su vida, que constituyen verdaderos relatos sobre lo volátil de nuestra existencia, frases que uno quisiera escribir y guardar para ubicar aleatoriamente en esos momentos en que sentimos que debemos consultar a la pitonisa para que nos traiga la frase correcta que solucione nuestra vida.

Por la novela desfilan Raquel, una mujer que se dedica a escalar árboles de gran tamaño, Inés, su excompañera, ese ser que es el único con el que es capaz de sentirse perfectamente encajado en el mundo pero que ya no está con él, su amiga Juliana, esa vocecita que le habla al oído. Hasta aparece una mujer llena de cirugías plásticas que, al parecer, es la pareja del dueño de Saturno, prototipo de algunas féminas colombianas. Rubén, el académico, y algunos científicos inspiradores de la taxidermia que iluminan de forma complementaria la novela.

La novela en sí es taxidérmica por la perfección de su trama, la delicadeza de cada frase, de cada evocación. Más que las aves, más que la muerte, la gran protagonista de la novela es la taxidermia, como arte y ciencia, como una forma de engañar a la muerte, como el arreglo de una piel -dermis- que alguna vez fue algo vivo, que debe arreglarse (“taxis” viene del griego arreglar) para lograr el perfecto equilibrio entre el movimiento y la anatomía en la quietud inmóvil, superando a la muerte. Un libro hermoso, que se lee suavemente, que nos acerca a la muerte, al deseo de permanencia después de la no existencia, a las limitaciones de la vida, al viaje hacia un mas allá que solo es un más acá.

Les dejo unos breves datos del autor, ese tesoro que se nos fue tempranamente, datos que ya les había dado en la reseña del libro “29 cartas”, pero que es mas que necesario recordar a raíz de su partida:

Julio Paredes (Bogotá, 1957) publicó varios libros de cuentos: Salón Júpiter y otros cuentos (1994), Guía para extraviados (1997), Asuntos familiares (2000), Artículos propios (2011), Escena en un bosque (2011) y Antología nocturna (2013); varias novelas: La celda sumergida (2003) y Cinco tardes con Simenon (2003), reeditada como Encuentro en Lieja (2016) y 29 Cartas. Autobiografía en silencio (2016), Aves Inmóviles (2018); y la biografía Eugène Delacroix, El artista de la Libertad (2005). Julio se graduó de Licenciado en Filosofía y Letras y fue director editorial de libros de referencia para Editorial Norma entre 1995 y 1999, así como coordinador editorial del programa de promoción de lectura en Bogotá D.C., escribió Libro al viento, entre el 2006 y 2012; fue tutor en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Central y director editorial en el Instituto Caro y Cuervo entre 2012 y 2013, así como Editor General de la Universidad de los Andes. Fue docente, igualmente en las Universidades de los Andes, Javeriana y Rutgers (New Jersey) y tradujo innumerables títulos de ficción y no ficción – entre ellos de Alice Munroe, Thomas Cahill, Oliver Sacks.

Como ven, se nos fue un grande.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.