El fin de semana, en la Bundesliga sucedió un magnífico y emotivo evento cuando el Union Berlin se estrenó en primera división. Un equipo que opera bajo este nombre desde 1966, pero que arrastra una historia de 113 años bajo el nombre FC Olympia Oberschöneweide.

Momentos antes del pitazo inicial, sus hinchas levantaron 500 imágenes de fieles seguidores que habían fallecido sin poder ver a su equipo del alma en primera. Incluso pagaron por cada asiento, porque querían que simbólicamente estuvieran ahí. Un escudo sin pergaminos y de modestas alegrías, gozando de una hinchada fiel y devota.

Ahora volviendo a nuestra querida patria, el balompié, como dirían los narradores de antaño, es el deporte más popular. En cada rincón del país es fácil encontrar una cancha de potrero o una antena satelital para sintonizar este hermoso juego. No es de sorprender que en Leticia sepan en tiempo real un resultado de la liga inglesa o que en Buenaventura conozcan cuál fue la transferencia más costosa del mercado de pases.

Sobretodo cuando Internet ha hecho al mundo un lugar más pequeño. 

Cuando juega la Selección Colombia todas las corrientes políticas se hacen a un lado y el país es uno solo. Ante las victorias, salimos a celebrar como si no hubiera mañana y portamos la camiseta con un orgullo inmarcesible.

Las finales de la liga local cuentan siempre con estadios llenos y una amplia cobertura mediática. Hasta acá, diríamos que somos futboleros. ¿Pero qué pasa cuando las cosas no van tan bien?  

No hay que ir muy lejos para recordar épocas en las que ir a un mundial no era costumbre y las camisetas de la Selección eran escasas en las calles. De igual manera, hay que ver cómo en partidos de equipos grandes, las tribunas exhiben su triste colorido ante la ausencia de seguidores, y el silencio asustador permite escuchar los gritos desesperados de un entrenador que busca no sumarse a la cifra del desempleo al finalizar la jornada.

Acá, la segunda división no existe como espectáculo y los equipos de primera coquetean con la quiebra constantemente. Son pocas las instituciones que tienen bien estructurado su modelo de escuelas y especulan con la suerte cuando de vender futbolistas se trata.

Nuestro sistema de campeonato responde a una hinchada que solo acompaña cuando la victoria está presente y considera cualquier resultado diferente, un fracaso.

Hemos decidido amarrar nuestra afición al triunfo y esto, mis queridos lectores, no es de futboleros.

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