Hace cuatro décadas, a finales del siglo pasado, parecía que perdíamos la batalla contra la ignorancia y la violencia, pero un impulso inesperado comenzó a transformar este país a través de la palabra, la literatura y el arte.

Eso fue en 1982, y desde entonces, como el mundo después, todos los hispanohablantes han caído a los pies de un tal Gabriel García Márquez, el único colombiano hasta la fecha en haber recibido el premio Nobel de literatura.

Para disfrutar plenamente de los libros de García Márquez, primero debes leerlos. Y eso requiere concentración absoluta. Una vez atrapado como insecto en una telaraña y a medida que avanzan las historias, la comprensión del texto se activa de repente y luego el mejor sabor llega a tu boca, una mezcla inexplicable de sentimientos y emociones que aparecen en cada línea.

Esta es la única manera de entender por qué es tan difícil traducir sus novelas con realismo mágico del papel a un lenguaje audiovisual.

También el famoso escritor Mario Mendoza arroja luz sobre este tema,  compartiendo su opinión sobre Noticia de un Secuestro, otra obra maestra pero de no ficción del Nobel, que Amazon Prime transmite recientemente como serie de televisión:

-… “sí yo hubiera comprado los derechos de algo de García Márquez hubiera comprado los derechos de ese libro… Nunca hubiera comprado derechos de nada sobre Macondo porque creo que el secreto, la fuerza de ese universo es verbal. Y pasarlo al lenguaje visual es dificilísimo… La potencia, digamos rítmica, es el ritmo trepidante que está en la lengua. ¿Eso cómo haces para pasarlo y volverlo un ritmo trepidante de la imagen? No se puede traducir. Mientras que Noticia de un Secuestro era su lado periodístico y ahí sí era perfectamente posible.”-, explica.

La obra de Gabo ha sido minuciosamente estudiada y traducida a casi todos los idiomas, entre otras cosas, porque es deliciosa, perfecta, delirante. En una palabra, sublime.  Y aunque siempre se recuerda “Cien años de soledad”, que en sí misma es una obra maestra, a mí me pareció más trepidante y conmovedora: El amor en los tiempos del Cólera.

Creyendo que podía ser recreada audiovisualmente, esta novela fue llevada al cine, sin mucho éxito en mi opinión, a pesar del esfuerzo, el dinero invertido y los excelentes actores elegidos para encarnarla. Es una buena producción considerando que terminó siendo diferente al libro, aunque con la misma historia.

Y en este ejemplo se entiende mejor lo que dice Mendoza sobre el poder del lenguaje de García Márquez. Aunque la película refleja sólo una parte mínima del libro, resulta que la fuerza narrativa está en la música de los textos, resultado de un perfecto uso del lenguaje sumado a una creación fantástica y llena de magia, que hipnotiza al lector.

Sus historias son tan encantadoras porque su narración, si se quiere meticulosa pero nunca exagerada sino precisa, te cuenta una historia detallada con todos tus sentidos a través de un narrador omnisciente que sabe incluso lo que sienten y piensan las personas, las plantas, los animales o las cosas.

Como en toda su obra, en esta increíble historia de amor, nos regala también verdades históricas que nos pesan como un yunque. Como en aquella conversación entre León XII y su futuro heredero, Florentino Ariza, cuando el viejo tío le dice a su sobrino algo tan demoledor y actual que parece que fue escrito ayer:

“Voy a cumplir 100 años, y he visto cambiar todo, hasta la posición de los astros en el universo, pero todavía no he visto cambiar nada en este país -decía-. Aquí se hacen nuevas constituciones, nuevas leyes, nuevas guerras, cada tres meses, pero seguimos en la colonia.”

Nosotros como sociedad, necesitamos ir a las raíces de nuestra cultura y lo que escritores como Gabriel García Márquez otros historiadores y periodistas han detallado en sus libros para encontrar respuestas a problemas complejos cómo la imposibilidad de vivir en una Colombia libre de violencia.

Mientras tanto, solo nos queda celebrar la memoria del gran Gabo y agradecerle sus libros y con ellos ese enorme escudo que nos protege de las balas y tanta estupidez.

Gracias, Maestro de Maestros, por ser nuestro verdadero héroe, el que nos salva de la guerra sin disparar más que las palabras que escribió.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.