Absortos escucharon los colombianos que el presidente de la República, Iván Duque Márquez, enfila su apuesta de imagen popular apoyando la candidatura conjunta de los países andinos –Colombia, Ecuador y Perú– para organizar la Copa Mundial de la FIFA en 2030.

Estupendo ‘As’ político que, al igual que hacer la Copa América con Argentina en 2020, despierta la ilusión futbolera que hace delirar a muchos, pero con los pies en la tierra pide que el mandatario colombiano asuma sus funciones a cabalidad, concentre su agenda en el diálogo social, recomponga el rumbo del País. Es momento de tomar las acciones que le corresponden como Jefe de Estado, imponer el orden y prestar atención a hechos de suma gravedad como los que atraviesa Colombia.

Un país: polarizado y enfrascado en las acusaciones de corrupción entre uno y otro sector político; con un presupuesto de inversión para 2020 importante, pero con un faltante de 8 billones sin claras rutas de financiación; que tiene un estamento jurídico que parece estar del lado de quienes están al margen de la ley, lo que propicia serios cuestionamientos sobre su idoneidad y la de quienes actúan en él; de ejes fronterizos que ven cómo se reactiva el conflicto armado con los disidentes guerrilleros, los mismos que pregonaron la Paz y ahora se alzan en armas allende límite colombo–venezolano; y con el tufillo permanente de una oposición pescando en río revuelto, que más que fiscalizar busca obstaculizar y no dejar construir una ruta de acción gubernamental. Entorno desde el que atónitos escucharon los connacionales que el presidente, Iván Duque Márquez aceptó la invitación del mandatario ecuatoriano, Lenín Moreno, para presentar una candidatura conjunta, con Perú, que les permita postular a estas tres naciones como sede del Mundial de fútbol en 2.030.

El respaldo oficial colombiano puso nuevamente en evidencia que quien rige los destinos del país está distante de la realidad y la coherencia que exige su cargo, claro ejemplo de ello es la propia declaración de Iván Duque Márquez que permite denotar que si no es por sus homólogos de Ecuador, Lenín Moreno, y Perú, Martín Vizcarra, no se entera de la importancia del certamen futbolístico de 2030 que celebrará el centenario de la Copa Mundo de Fútbol. Competencia de gran trascendencia, pero que no se compadece con la situación actual de esta nación suramericana que, con múltiples necesidades, está lejana de contar con los recursos fundamentales para asumir el reto de organizar un evento que implica una inversión superior a los US$14.000 millones.

La exorbitante cifra que impactaría el gasto público supera ampliamente los US$80 millones empleados por Colombia en adecuaciones, publicidad y atención de los requerimientos de las delegaciones para la realización del máximo certamen del balompié suramericano, la Copa América 2001. La organización de un Mundial de Fútbol trae consigo fuertes transformaciones en infraestructura víal, aeroportuaria, hotelera y deportiva –estadios, villas, campos de entrenamiento–; logística de inversión que en el país deja mucho que desear, solo basta con recordar y mirar lo acontecido con los Juegos Nacionales de 2015 en Ibagué o la remodelación del Estadio Guillermo Plazas Alcid de Neiva.

Colombia ya había aspirado a ser sede de la Copa Mundo en 1986, dignidad que le fue otorgada en 1974, ante la gestión de Alfonso Senior, y de la cual declinó el 25 de octubre de 1982 cuando el presidente Belisario Betancur Cuartas, en un lacónico comunicado radio–televisado, anunció que Colombia no tenía tiempo para atender los pliegos extravagantes de la FIFA. Escenario de peticiones y exigencias a favor de los dirigentes del fútbol mundial en el que bien calificó Betancur Cuartas no se cumple “la regla de oro, consistente en que el Mundial debería servir a Colombia y no Colombia a la multinacional del Mundial”. Priorización del gasto público para hacer frente, en su momento, a escuelas y hospitales que nunca se construyeron, y no al espectáculo de un ente privado, como se esgrime cuando de controles y vigilancia se refiere.

El Presidente Ivan Duque Márquez, debe asumir compromisos responsables con la situación actual del país; la estrategia psicológica de anunciar la posibilidad de hacer una Copa Mundo de Fútbol en Colombia despierta la pasión de los hinchas nacionales, aquellos que deliran con los partidos del combinado colombiano en el Mundial de Brasil 2014 y recuerdan que el mayor logro a nivel de selecciones se consiguió en la Copa América de 2001, aquel partido en el Estadio Nemesio Camacho El Campín en donde se derrotó a México con gol de Iván Ramiro Córdoba en la portería sur del máximo escenario capitalino. Elemento distractor que como estupenda cortina de humo busca tapar o disfrazar la ausencia de recursos para la educación, la futura reforma pensional que tenemos ad portas de ser discutida y tramitada, la crisis migratoria en la frontera colombo–venezolana, los escándalos de corrupción, el incremento del desempleo, la implementación de los acuerdos de la Habana, entre otros temas que requieren la real y urgente atención del gasto público.

Desde ya se perfila un flamante debut del ministro del Deporte, Ernesto Lucena, que debe formalizar la solicitud conjunta de los paises andinos que buscará el beneplácito del presidente de CONMEBOL, Alejandro Domínguez, que visitará a Colombia en el mes de octubre. Ilusión de humo político que propenderá por competir con la aspiración suramericana de Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile que con mayor antelación manifestaron su intensión de conmemorar el centenario del título conquistado por los charrúas en el primer mundial, Uruguay 1.930. Postulación y aspiración lógica sustentada en la tradición y poderosa estructura deportiva de los paises del sur del continente, aquella que contrasta con los problemas políticos, económicos y sociales que hoy los acompaña.

Lucha continental a la que se suman Inglaterra y la postulación conjunta de las dos Coreas, así como España y Portugal que buscan suceder el mundial de 2.026 que tendrá lugar en Estados Unidos, México y Canadá. Enconada disputa por tener no solo el honor del certamen centenario sino la posibilidad de quedarse con el menor negocio del Mundial, pues como lo ha reflejado la Revista Dinero con el estudio del Saxo Bank, la sede percibe el 16% de los ingresos, por turismo y la promoción de la marca país, mientras la FIFA se queda con el 84% de los mismos por concepto de patrocinios, derechos de televisión y ventas de mercancía alusiva al Mundial.

La propuesta andina deberá empezar a trabajar las líneas de endeudamiento que acarreará un compromiso de la envergadura de un Mundial de Fútbol, acompañado de la exención de impuestos; honrosa apuesta conjunta que a largo plazo traerá la disputa por no tener los partidos de menor calado, tener la fase de definición del certamen; es decir, no organizar e invertir en una fiesta para gozarla a la distancia o en la casa del vecino. Minúsculos detalles que deben quedar claros antes de una postulación a una sede que será otorgada durante el Congreso de la FIFA en Qatar, en el marco del Mundial 2.022.

Por ahora, solo resta esperar qué pasa con esta agónica y poco próspera propuesta que presentarán Colombia, Ecuador y Perú, y cómo se desvía la atención sobre lo realmente importante. En este momento el país está enfocado en otros proyectos mientras se venden globos de inversión en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla para hacer frente a un evento que llega mientras se acrecentan los problemas dada la desatención del gobierno central. En 2.020 la Copa América y en 2.030 la Copa Mundo de Fútbol, la realidad muestra que al pueblo se le da pan, circo, fútbol y la cruda realidad queda de lado. Parece que Iván Duque Márquez desconoce que está en una Colombia que requiere reconocer su entorno y hacer frente a los problemas locales antes de embarcarse en aventuras suramericanas y mundiales.

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