“Los seres humanos tenemos derecho a identificarnos con el lugar en el que nos sentimos cómodos” – Brenda Navarro

Nunca había leído a Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), la escritora, socióloga y economista mexicana, residente desde 2015 en España. Ya desde 2020, Carlos Pardo, en “El País”  de España, había dicho, respecto de su primer libro, “Casas vacías”(Kaja Negra, 2018), un libro en el que habla de feminismo, de dolor, de mujeres, que “contiene páginas de exacta y altísima literatura”.

Por eso no sorprende la resiliencia literaria de ésta, su segunda novela “Ceniza en la boca” (Ed. Sexto Piso, 2022) en la que aborda, a través de un relato deslumbrante, otros temas como la migración, la discriminación social y racial, la explotación laboral, la corrupción, el capitalismo salvaje. Habla de suicidio, de desarraigo, de maternidad, de violencia (“¿Porqué nos quieren violentar? ¿Por mujeres? ¿Por pobres? ¿Por migrantes?”), del abuso del cuerpo de la mujer. Y, sobre todo, nos habla de la soledad de nuestra sociedad actual en medio de esas grandes ciudades que no permiten construir con facilidad redes sociales cercanas y cálidas que sirvan de soporte emocional para seguir adelante en el devenir que impone ese “cumplir nuestros sueños” de la vida de hoy.

Desde el inicio del relato, una protagonista-narradora en primera persona nos engancha con el dolor del suicidio de su hermano menor, Diego, “una metáfora del patriarcado”, como lo llama su autora.

La madre de los chicos emigra de México a España cuando ellos con aún unos niños, en búsqueda de ese sueño capitalista de “un futuro mejor”. La familia se resquebraja. Los chicos sienten el abandono. La hermana mayor se ve forzada a ser la “madre” de su hermano menor ante el abandono de la real: las mujeres nos forzamos a ejercer el rol materno a través de labores de cuidado autoimpuestas. Dice la autora: “Ojalá dejáramos de ser madres todo el tiempo”… Pero lo seguimos siendo en una sociedad que demanda eso como un mínimo vital.

Años después, la madre, que, en todo casi siempre se mantuvo lejana, trae a sus hijos a España sin que la cercanía física logre recomponer los lazos rotos desde una infancia que jamás podrán recuperar. Estamos, pues, frente a la desidealización de la maternidad por pasiva y por activa.

La madre, después de muchos ires y venires, logra la residencia española, sobreviviendo como lo hacen la mayoría de los latinoamericanos en España: con trabajos precarios. Como si el destino marcara a las familias migrantes latinoamericanas, su hija debe sobrevivir de igual forma, con trabajos mal pagados y en donde son objeto de todos los sesgos discriminatorios y abusos posibles. Se asoma una reflexión sobre esa deuda emocional que sienten los hijos de ser mejores que sus padres…sin lograrlo.

La frase, que aplicaría a cualquier otro país europeo receptor de migrantes: “Los españoles te ofrecen su casa, pero nunca te dan la dirección”, resume todo la barbarie racista y xenófaba que deben vivir los personajes, despectivamente tratados como “panchitos”, sospechosos siempre, “pordebajeados” siempre.

La chica se hace amiga de un grupo de mujeres – las primas, en Barcelona -, en el que se ayudan a conseguir trabajos precarizados al mejor estilo de los “pisos pegajosos” como un círculo del que no logran salir–, y en el que se soportan emocionalmente.

Su hermano Diego, de 15 años, que debiera estar estudiando en España, decide abandonar sus estudios y abandonarse él mismo. No se siente ni de aquí ni de allá, su identidad se disuelve. Solo están él y su música de Vampire Weekend, una música que representa esa transición de la adolescencia a la adultez. (debo decirles que leer el libro con la música de estos grandes de la música, hace que la experiencia literaria sea profundamente conmovedora). Diego termina lanzándose de un edificio al vacío sin dejar ningún mensaje, ni carta y hasta su celular lo ha vaciado antes de morir, excepción hecha de la música de Vampire Weekend.

El regreso a México con las cenizas de su hermano, la hará toparse, no con el país nostálgicamente recordado de su infancia, sino con un país en un hondo proceso de descomposición y una violencia que alcanzan a su familia y amigos cercanos, más de lo que ella alguna vez imaginó: se encuentra, pues, con un “madrazo” como dirían en México.

“Ceniza en la boca” no es un libro meramente intimista. Es un poderoso ejercicio estético de la palabra, que a partir de una escritura individual, logra la identificación de todo un colectivo; un ejercicio además del derecho que tenemos los latinoamericanos, desde la ficción – porque nada de lo que cuenta la autora, nos aclara, le pasó a ella que llegó en condiciones mucho más favorables a España y que ya tiene la residencia-,  de contar verdades incómodas, sin intención moral, pero si con una intención evidentemente ilustrativa -, y, como Navarro misma lo reconoce, con intención política en la medida en que todo lo relacionado con la familia como núcleo de la sociedad, se torna en político. Un verdadero testimonio de realidades que nos traspasan y que debieran movilizarnos.

Brenda hace parte de la red Ellas Cuidan, a través de la cual se busca promover el diálogo en torno a la escritura y al trabajo doméstico.

No hay que perder de vista a Brenda Navarro (@despixelada en TW). Estamos ante una nueva gran voz de la literatura latinoamericana.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.