Fernando Gaitán siempre me impactó. Especialmente, su sencillez. Una virtud de la que adolecen de manera natural los genios; aunque no era el caso de él. Espléndido en su oficio como periodista, escritor y libretista.

Dicen que para un conspicuo la misma fama puede llegar a ser hostigante, y no es extraño en consecuencia que les cueste ser amables con aquellos que apenas conocen. Pero este señor era diferente. Lo conocí en un bar llamado El Sitio en el 2001.

Entonces, ya era famosísimo, carismático, simpático. Y conmigo esa vez fue muy cálido y sencillo. Era brillante y sus amigos cuentan que era todo menos mentiroso o desleal. Aunque el arquetipo de un político, no lo era.

En otra ocasión, coincidimos también con él, cuando fuimos a llevar a su apartamento a uno de mis hijos a una fiesta infantil. No teníamos ni idea que su casa era la del anfitrión.

Tan sólo hasta pasado unos segundos de la llamada para cuadrar los detalles con los papás de la fiesta, mi esposa se percató quien era y preguntó: – ¿Usted es Fernando Gaitán, el de Betty la fea?- Y él respondió:  “A veces sí soy ese. Hoy me toca de papá”

En horario estelar, dos décadas después de emitirse por primera vez en Colombia, ‘Betty, la fea’, vuelve al aire como consecuencia del fallecimiento de Gaitán y la mala racha que pasaba el canal RCN.

Yo no había visto la novela, así que aproveché para verla y entender el por qué de su popularidad en el mundo entero.

Esa primera emisión data del 26 de octubre de 1999 y el último capítulo fue el 8 de mayo de 2001. Luego de batir todos los récords de audiencia en el país, se vio en 180 países, fue doblada en 25 idiomas y se grabó una nueva versión en inglés para el público norteamericano. Una vez más atrapó al público nuevo y viejo con igual frenesí.

Estos resultados y cifras, sencillamente reservados a producciones como ‘El Chavo’, ‘Friends’ y otros seriados para televisión, se cuentan con la mano. Su éxito fue tal, que quedó registrado en el Guinness Récord en 2010 como la telenovela más exitosa de la historia.

Confieso que no me he perdido ni un solo capítulo desde que comenzaron a emitirla nuevamente. De lunes a viernes a las 9 de la noche, me subo en esa montaña rusa que construyó Gaitán: me encolerizo, enternezco y me involucro como espectador, cosa que hace mucho no me pasaba.

Con una maestría impresionante, Gaitán ilustró la situación y la realidad de las familias en Colombia. De cómo nos gobiernan. Mostró las formas y trato entre ricos y clase media. Las tensiones entre unos y otros. Se burló de los abolengos, las clases sociales y los estereotipos, esos que nos hacen tan subdesarrollados y una de las sociedades más desiguales del mundo.

Gaitán en ‘Betty, la fea’, desnudó a la clase alta y poderosa en la punta de la pirámide social. Esa, que se mezcla sólo entre ellos para que el capital nunca se esfume. Luego deja ver a aquellos que trabajan como negros y siempre están sumidos en sus dificultades y deben soportar con estoicismo toda clase de humillaciones y arribismo sin poderse quejar.

Algo que me sorprendió es ver cómo las mujeres pueden llegar a ser verdugos entre ellas mismas.

Eso sin entrar a analizar el retrato de la maldad, el abuso de confianza y la mentira del que ha sido víctima la pobre ‘Betty’, a quien ‘Don Armando’ ha utilizado con crueldad para su propio bienestar y el de su familia.

‘Ecomoda’ es Colombia, un símil del país manejado por ineptos, por los delfines que heredan cargo y dirección. El ahora expresidente, Armando Mendoza, es cualquiera de los bien intencionados funcionarios elegidos en el Estado inviable que padecemos.

Y así es Colombia. No sólo la vemos reflejada en la telenovela ‘Betty, la fea’, sino que después de tanto tiempo, sigue siendo lo mismo.  Nos identificamos con la protagonista que el mundo ultraja sólo porque es fea, porque no tiene los abolengos, la clase, ni el prestigio de los dueños de la empresa.

Tal vez en el lugar donde ahora se encuentra Fernando Gaitán podría gritarle como le dijo Bolívar a Rondón, tan apropósito de las gestas libertarias y los doscientos años de emancipación que tanto celebramos: ¡Betty, salve usted la patria!

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