Para entender qué es lo que pasa en Colombia y su corrupción, es necesario que nos dejemos de mirar el ombligo. Era obvio que el proyecto que pretendía eliminar los beneficios penales para los servidores públicos corruptos fracasara.

Es como si Jesús llegara y preguntara … “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. ¿Quién va a ser tan idiota de prenderse fuego si tiene rabo de paja y además tiene una pimpina de gasolina a su lado?

La corrupción vaga por Latinoamérica, como espíritu maligno que se ha enquistado en nuestras vísceras sudacas, como nos dicen en Europa.
La situación de Venezuela lo demuestra. No sólo son corruptos, sino que no les fue suficiente afanarse todo el patrimonio de la nación para enriquecer a los ‘duros’ del poder. 

Según Naciones Unidas el hermano país, sin un conflicto armado como el nuestro, ha desplazado por el hambre y la miseria al menos cuatro millones de personas en los últimos años.

Pero sería injusto que nos creamos el cuento de que solo Venezuela y Colombia son los países líderes en corrupción. O que lideran las apuestas para ganar el trofeo de la Copa.

Argentina, también siempre favorita a ganar, padece la suerte que tiene por pelotudos. No lo digo yo. Se lo escuché a un periodista argentino al referirse a la historia política y de corrupción que tiene sumido a ese país en una situación catastrófica, con una moneda devaluada, precios de las cosas esenciales por las nubes y una sociedad cociéndose a fuego lento como en una olla pitadora: “Sí el político es un pelotudo; el ciudadano es más pelotudo”.

Lo decía con mucha gracia, explicando que algunas personas cuando llegan a cargos de elección popular les da esa enfermedad: La pelotudez.  Y argumentaba que la pelotudez es tan peligrosa y letal como el ébola.

Es un mal que le hace a la persona actuar ingenuamente o con falta de inteligencia. Y decía, así votan los electores también. Mauricio Macri, el jefe de gobierno actual es un reconocido millonario y expresidente del club de fútbol Boca Juniors, sin duda el más popular del país.

Su éxito en los negocios, impulsó a los argentinos a elegirlo esperando que actuara como si fuera el dueño de la lámpara de Aladino y que mejorara el rumbo de la economía con tan sólo chasquear los dedos..
Este año escogen presidente y las fuerzas políticas anteriores,  en la cabeza de Cristina  Fernández de Kirchner, promete ganar y regresar al poder a  pesar de todos los escándalos por asociación ilícita, lavado de dinero, encubrimiento y administración fraudulenta. La Argentina no la pasa bien.

Brasil, siempre primero en la apuestas. Para entender qué fue lo que pasó en Brasil, y quién es el famoso Marcelo Odebrecht, el dueño de la firma que sobornó y corrompió a toda la clase política suramericana y cuyo escándalo ha tumbado ya a varios presidentes del cono sur, les recomiendo la serie El mecanismo, en Netflix.

Es una serie imperdible, que relata lo que pasó con el escándalo que tiene al expresidente Lula tras las rejas, a la ex presidenta Dilma Rousseff destituida y a buena parte del congreso en la cárcel.

Brasil es el estado latinoamericano más corrupto de cuantos tengamos en mente, y la séptima economía mundial. Le quiero narrar, sin spoilear, una escena de uno de los capítulos de la serie que tiene ya dos temporadas.
El protagonista es un investigador de la Policía Federal Brasileña, con una vida atormentada como consecuencia de esa larga investigación que evidenció la corrupción en la contratación pública de obras en todo el país durante los gobiernos de izquierda.

La escena es así: el investigador se encuentra en el cuarto de su casa donde tiene un mapa con recortes y fotografías de todos los implicados en la operación Lava Jato.

Han pasado casi 12 años desde que empezaron sus pesquisas y se queda viendo los fractales de su hija (es un objeto geométrico cuya estructura básica, fragmentada y aparentemente irregular, se repite a diferentes escalas). Su hija, se la pasa con los fractales jugando pues tiene autismo y la relaja verlos en una tableta.

Llama su mujer que ya no lo quiere por todo lo que ha pasado y le dice: Tengo que mostrarte lo que encontré. La mujer se sienta frente al tablero de recortes y le dice: es el mecanismo. El mecanismo tiene el mismo patrón de los fractales. Es algo infinito, continúa.  Un modo de funcionamiento que se autoalimenta y extermina lo que no pertenece ahí.

Es decir, la relación del gobierno con el contratista que ejecuta obras desde la capital hasta el último pueblo de una nación. Va de lo pequeño a lo grande. Es un patrón. El poder económico y los funcionarios públicos actúan juntos. Los políticos nombran a los directores que dan las obras a los contratistas, siempre los mismos, sobrefacturan esas obras y devuelven una parte del presupuesto a los políticos y a los directores en forma de soborno.
La historia se repite. Los ricos son cada vez más ricos, los pobres más pobres.

La corrupción no tiene partido político, ni ideología. No es de derecha o de izquierda, quien esté en el poder hace girar la rueda que los ha elegido a todos. Quien no se adhiere, no gana. Todo es un mecanismo.
Pero que se hace con esto le pregunta la mujer.

El investigador para, piensa, y dice: nada. Se calcula que se perdieron alrededor de más de mil, léase bien, mil millones de dólares, mal contados. En Colombia dicen que fueron 50. Claramente, nos mienten como siempre.
Con razón las apuestas están tan divididas.

¿Alguna vez me pregunté si son las personas las que llegan corruptas al poder o es el poder el que los corrompe? 

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