Vulnerable y algunas veces desestimada. La espalda, esa parte prodigiosa del ser humano que carga, soporta, se cansa y se queja, también merece ser exhibida y no omitida.

Hemos aprendido a siempre sacar pecho y nunca dar la espalda a los problemas ni a las personas. Nos han dicho que lo fundamental es levantar cabeza, cuerpo erguido y frente en alto, sin importar que algunos discos vertebrales y nervios cerebrales choquen entre sí. Nos han enseñado que en cualquier circunstancia lo que se pone es la cara.

¿Y por qué no la espalda?, me pregunto, ¿Si es una pieza fundamental en nuestro cuerpo humano?  La espalda, donde reposa nuestra columna vertebral, ese centro de la gravedad, esa transportadora de información, esa que usamos para levantar, aguantar, sostener, resistir y hasta para descansar. Esa que lleva consigo problemas, pesos, dolencias y agotamiento.

La espalda soporta. La espalda salva. La espalda da triunfos. Algunos deportes olímpicos exigen que sea esa parte física del cuerpo usada para conseguir el puntaje mayor en competiciones. Quienes realizan salto con pértiga deben despegar, volar y caer sobre su espalda, sin tocar el obstáculo.  En artes marciales mixtas, los combates que llevan golpes, llaves, derribos y agarres lo ganan quien haga caer al oponente al suelo sobre su espalda. Uno de los estilos más importantes de la natación es el dorsal o estilo espalda.

La espalda te da. La espalda te quita. Un cuerpo es capaz de salvarse tan solo flotando sobre su espalda. Así mismo, una caída sobre la espalda puede ser la segura limitación física y mental de un ser humano.

Entonces, con tantos calificativos para la espalda no vale la pena mantenerla en la inopia. Como tampoco es indigno, irrespetuoso ni mezquino querer dar la espalda a los problemas, a los dolores, a las angustias y a algunas actuaciones reprochables a nuestro parecer.

Dar la espalda es ponerle otro frente a las situaciones. Es encaminarlas con otro sentido y camino. Es mirar ese horizonte desde otro punto de vista, desde otro panorama, desde otro verano y otro glacial. Desde tu espacio. Desde tu punto angular. Desde tu filosofía y antropología. Desde ese mundo que habitas.

No te demerites por poner la espalda. Por callar. Por hacer caso omiso. Por fallar. Si desde tu corazón y razón hay motivos para poner ese frente, muéstrala con orgullo, ella también debe ser admirada y embellecida.

Pulzo
Pulzo

Hazlo con dignidad. Recuerda que ponerla también da triunfos, descanso y placer. Suelta y deja ir lo que necesites para estar liviano. Ella, con un exquisito masaje, estará lista de nuevo para comenzar sus batallas, recordando siempre que, por allí, de espaldas, también se han escrito historias románticas, pasionales y placenteras, justas de ser recordadas, nunca olvidadas.

¡Qué espalda!

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.