Somos muchos los que hemos crecido alentando y muchas veces sufriendo al equipo de nuestros amores. Nuestro apego al rentado nacional se fundamenta en el cariño a una camiseta, muchas veces heredado, el entusiasmo de algunas victorias y escasas exhibiciones de buen fútbol.

Este amor ha sufrido a lo largo de los años muchos embates que se empecinan en apagar esa llama. Algunos de estos golpes son resultado del desarrollo de la tecnología y el deporte.

Quienes antes sólo podían ver fútbol local, no tenían la oportunidad de comparar y se quedaban con lo que el reportero de turno les manifestaba en un impreso o en una alocución radial. Ahora ya no solo tenemos acceso al fútbol de élite en todo el mundo, sino que podemos acceder a repeticiones, programas de análisis y hasta las redes sociales de los protagonistas. Esto ha subido la vara del espectador, quien ya no come cuento y espera poder recibir mejor contenido a menor precio.

Era un destino inevitable. Sin embargo, muchas de las zancadillas a este amor, han venido de quienes se suponen, nos deberían mantener a la vanguardia.

Para nadie es un secreto que el deporte es un negocio y este debe producir para poder mantenerse. Algunos románticos se aferran al sentimiento, otros pragmáticos se acomodan a la actualidad, pero está la gran mayoría que cree que estas realidades son compatibles y que bien administradas, pueden sacar el mejor resultado. 

Materia prima, tenemos. Mercado hay. ¿Qué falta? Que dejemos de pensar en el corto plazo. Que la dirigencia sea encabezada por personas preparadas y con visión. Que no abunden los intereses personales. Que los equipos no sean manejados como tiendas de barrio, como cajas menores o “lavanderías”.

Ahora hay que ver la situación actual que nos presentan como un movimiento estratégico para las finanzas de los clubes pero que suena a una crónica de una muerte anunciada.

Con la mayoría de paquetes básicos de cable o televisión satelital, se tiene acceso a Mundial de fútbol, Uefa Champions League, Europa League, principales ligas europeas, Copa Libertadores, Mundial de Clubes, entre otros. Ahora resulta que para poder seguir el fútbol colombiano, deberemos pagar aproximadamente $30.000 adicionales al mes.

Es como si en una jornada boxística me dejaran ver el evento principal gratis, pero me cobraran por las preliminares. Hay algunos hinchas que ya sufren de este aporreado amor y seguramente lo pagarán. Sin embargo no se piensa en cómo crear nueva hinchada. Es muy difícil hoy en día lograr la atención de nuevos públicos. ¿Para qué alejarlos aún más?

Nuevamente nos gana el cortoplacismo y los intereses individuales, y mientras esto no cambie, seguiremos enfrentándonos a ese temible rival que nos tiene cada vez más cerca del descenso.

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