A 16 días de iniciado el Paro Nacional se reportan millonarias pérdidas diarias en las finanzas nacionales, al tiempo que los colombianos expresan múltiples sensaciones frente al mismo. Protesta social que de la esperanza que produjo en un comienzo ha pasado a la incomodidad, angustia y rabia de la amplia mayoría de la sociedad que, como lo deja en evidencia la encuesta del Centro Nacional de Consultoría que se conoció este 2 de diciembre, quiere que ya todo vuelva a la normalidad.

Del legítimo reclamo ciudadano se ha dado paso a un sistema desestabilizador de la institucionalidad y la propia democracia colombiana. Lo que comenzó como un llamado de atención a la inversión social y el empleo, el incremento de recursos para la educación, y la reforma tributaria y laboral, se desdibujó con el vandalismo llevado al extremo y la confrontación indiscriminada con la fuerza pública y quienes desde la apatía u oposición a la protesta se abstienen de salir y hacer parte de las marchas.

Alteración psicológica marcada por la inseguridad, el caos en la movilización y la angustia propia que invade al ciudadano ante las dificultades que impactan el trabajo diario y, por ende, el ingreso familiar.

Cansancio frente al comportamiento insensato de la masa sindical obrera, los colectivos estudiantiles y las organizaciones sociales que pasaron de las peticiones racionales a solicitudes ilógicas y cuestionables, radicalizar la protesta y fijar como punto neurálgico de la negociación el desmonte del ESMAD, la implementación irrestricta de los acuerdos de paz y el restablecimiento de los diálogos con el ELN. Discrepancias ideológicas derrotadas en las urnas que ahora a la fuerza y sin propuestas y argumentos concretos se quieren imponer. Divergencias, a favor y en contra, que se miran bajo el ojo generacional de la población, y la proximidad a ideas de partidos, movimientos o caudillos políticos.

El llamado del gobierno de Iván Duque Márquez a una Gran Conversación Nacional se ha constituido en la piedra en el zapato del comité organizador del paro que quiere priorizar los efectos negativos de la protesta –heridos y muertos en el marco de los desmanes–, excitar los ánimos revolucionarios y sin sentido de vándalos infiltrados en las marchas, y entrar en el juego de políticos vociferantes, atrabiliarios, tóxicos e incendiarios que añoran un caos similar al que propiciaron, grupos al margen de la ley, el 6 y 7 de noviembre de 1.985 en el Palacio de Justicia. Proceso de negociación que, este 3 de diciembre, dejó claro no hay interés de conversar y llegar a acuerdos sin ningún tipo de imposiciones.

Todo parece indicar que cada día se buscan nuevos pretextos para el caos, existe voluntad de encontrar detonantes que incrementen la inestabilidad. Estudiantes, ciudadanía y sindicatos convergen ahora con indígenas, migrantes extranjeros, artistas y un sinnúmero de actores oportunistas que están distantes del objetivo inicial, sujetos que operan bajo la lógica de “divide y reinarás”, de ello se desprende el interés por tener mesas de negociación independientes y no una amplia como propone el estado. Para negociar se necesitan dos partes dispuestas a escuchar y ceder, pero a su vez a reconocer los errores propios y plantear con argumentos propuestas realizables en el corto, mediano y largo plazo que permitan recomponer el rumbo y aproximarse a ese ideal posible que plantea la marcha protestante.

Dice el adagio popular “aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla” y tal parece que los colombianos carecen de dominio sobre los antecedentes que desencadenaron aquello por lo que hoy pelean. En manos de Iván Duque Márquez está detonando el descontento e insatisfacción de muchos años, a lo que no se protestó en otras administraciones hoy se pide solución en un abrir y cerrar de ojos; el silencio cómplice y complaciente de tiempo atrás ahora trae consecuencias inmanejables que llaman a la calma y con los pies en la tierra, bajo las particularidades de la sociedad colombiana y respeto por la democracia, reconstruir la nación de manera conjunta, desde las diferencias.

Desaparecer o borrar la presencia del ESMAD de todo tipo de protesta conlleva obligatoriamente a recordar lo acontecido en Colombia desde el 21N en el contexto de este Paro Nacional, horda desbordada y sin control que deja heridos, muertos y significantes destrozos públicos y privados.

Similitud impresionante con lo acontecido en 1999 donde, como lo dice el Cinep en su texto “Transformación de conflictos sociales, diagnóstico participativo”, por la perturbación del orden público promovido por estudiantes, trabajadores, campesinos, desplazados, habitantes de zonas marginales, entre otros, surge esta unidad especial de la Dirección de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional.

Antecedentes que dejan en evidencia que la turba popular requiere de un cuerpo de seguridad que resguarde el orden, imponga el respeto por las reglas y la ley, al tiempo que controla la insurrección. Flaco favor se hace pensando que dicha labor estaría mejor en manos de la minga indígena como se vio en la jornada de este 4D.

Sin educación dificilmente se tendrá futuro y nación, pero tal parece que Fecode solo se preocupa por exigir derechos sindicales, de ello dan cuenta los últimos resultados de las pruebas Pisa. En las aulas es necesario contar con docentes alejados de la codicia que conlleva a suspender clases para salir a las calles desconociendo sus deberes con la innovación, el contexto y la formación de esos pequeños seres que sueñan con la adecuada orientación para la construcción de una Colombia mejor en el futuro.

Panorama, nada alentador de la educación básica, que se agudiza con lo visto en las instituciones de educación superior pública, escenario infiltrado por bárbaros delincuentes que en medio de la protesta dejan claro que se debe hacer una purga al interior de esas Alma Máter. Solo basta con observar, lo ocurrido en inmediaciones de la Universidad de Antioquia con el estudiante de la Licenciatura en Educación Física, Julián Andrés Orrego Álvarez, lo vivenciado en las protestas de la Universidad Nacional, Distrital o Pedagógica, para inferir que algo se está haciendo mal y es urgente reconstruir el escenario académico, desde el argumento de la palabra, en conjunto con los colectivos estudiantiles.

La imposición de estrategias, lineamientos o apuestas es claro que solo polarizan al país, el conflicto armado que marcó el derrotero del acuerdo imperfecto de la Habana es un adecuado ejemplo de ello, desconocer la voluntad popular del 2 de octubre de 2016 tiene a Colombia enfrascada en gran parte de los problemas que hoy encienden la protesta social.

En la calle fluye una masa que no representa un porcentaje significativo de la población nacional y pretende que desde la base de la impunidad se entablen diálogos con un grupo que no da señales de arrepentimiento y voluntad de paz, como se infiere del atentado a la Escuela de Policía General Santander el 17 de enero de 2019 y la grave disidencia del brazo armado de las FARC.

La incompetencia, inexperiencia, terquedad y complejidad del gobierno Iván Duque Márquez está más que expuesta y discutida en diversos escenarios sociales, medios de comunicación y columnas de opinión. Son muchos los ítems que se le cuestionan y más aún cuando en la base de la negociación tampoco está dispuesto a dar un estrecho margen de negociación sobre la reforma tributaria, pensional y demás temas fundamentales del acuerdo que, si bien son indispensables para la viabilidad de las políticas públicas, por lo menos deberían tener algún punto de discusión antes de la aprobación a pupitrazo en el Congreso de la República.

Es necesario reconocer las limitantes del escenario, desmarcarse de los intereses protagonistas de artistas, periodistas y políticos oportunistas para que el gobierno se siente a dialogar, concertar e implementar medidas que saquen a Colombia del caos en el que se encuentra sumida desde el 21N.

La representación y visibilidad de la masa protestante está en manos del comité promotor del paro que está llamado a ser parte de la conversación nacional distante de la desestabilización democrática de la figura presidencial hoy representada en Iván Duque Márquez.

Es momento de dejar las discrepancias, el cacelorazo venezolano y el carnaval protestante navideño; llegó el momento de ponerse en actitud y trabajar por un país que no se puede paralizar al vaivén y ansias de poder de cabecillas frustrados de la lucha que no les importa llevarse por delante la economía nacional, la estabilidad social y la alegría de esta época navideña.

Escucha el podcast que complementa esta columna aquí:

Sígueme en Instagram en @andresbarriosrubio y en Twitter en @atutobarrios.

Columnas anteriores

¿Lo dije o lo pensé? Ups… ¡Había que decirlo y se dijo!

Reminiscencia del 21N en Colombia

Caos vs. estabilidad: pulso de gobernabilidad de Iván Duque Márquez

Proclama de inconformismo en Iberoamérica

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.