La tesis de la indignación fue puesta sobre el tapete por el columnista de El Espectador Alejandro Reyes Posada.

“El pillaje y saqueo de los supermercados en los que se lavaba el dinero de los comandantes de las Farc, según acusación de la Fiscalía, antes de que las mercancías pasaran a ser incautadas, expresan la indignación no solo contra las Farc sino también contra el Gobierno, por un pueblo que se siente despojado por la corrupción de los políticos y el maltrato extorsivo de los violentos”, dice Reyes Posada.

Una tesis muy elaborada, pero veámosla más en detalle: ¿Indignación con las Farc… maltrato extorsivo de los violentos?

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Parece que el escenario era muy diferente: los supermercados entregaban productos sospechosamente baratos, más bajos que los de los del mercado legal. Poco probable que hubiera indignación por ello. Más bien, si hubo indignación, es porque se acabara la ganga con la intervención de la Fiscalía.

De hecho, dice la revista Semana, “los ciudadanos de los municipios donde operaban los almacenes dejaron de ser privilegiados clientes de bajos costos para convertirse en vándalos encolerizados”.

Por eso la revista dice que “para algunos fueron reacciones propias de la comunidad que se sintió vulnerada; hay razones para creer que se trató de reacciones fríamente calculadas”.

Para demostrar el cálculo, menciona que circularon cadenas de mensajes por WhatsApp y redes sociales que motivaron a los ciudadanos a participar de unos descuentos inexistentes y, lo que es más grave, hay chats en los que ‘alguien’ ofreció a los menores entre 20 mil y 30 mil pesos para participar en los saqueos.

Para el columnista de El Espectador Ramiro Bejarano este es el hecho más grave, pues demuestra que “no se trata de una actuación espontánea sino premeditada, y que lo que podría haber detrás es la más parecido a una conspiración de grandes proporciones”.

Y Bejarano trata de responder quién es el cerebro que podría estar detrás de la conspiración:

“O es la gente con hambre y desesperada de la situación asaltando esos locales comerciales, como lo han dicho algunos en varios noticieros, ‘no para robar sino para comer’, o hay una ‘mano negra’ auspiciando este desorden precisamente en plena campaña electoral, o las dos cosas”, dice.

Nuevamente, veamos el argumento: ¿hambre? De pronto, todos los saqueadores se percataron de que sentían hambre con el anuncio de que los supermercados iban a ser sometidos a extinción de dominio. Poco creíble. A no ser que aceptemos que el hambre era un fenómeno endémico. Y el anuncio de la Fiscalía, un ‘papayaso’ para saciarla.

Para Bejarano, “no es descartable que estemos asistiendo a una verdadera explosión social de desposeídos y descamisados que no tiene opción diferente que la de tomarse por asalto las tiendas donde venden los productos que ellos no pueden ni podrán comprar jamás”.

Nuevamente, si a tesis es cierta, ¿por qué estos hechos no se producen a diario y espontáneamente y tenían que esperar la coyuntura del anuncio de la Fiscalía?

La tesis con que cierra Bejarano es más creíble: “esta situación está siendo provocada por personas interesadas en crear la sensación de que la inseguridad se tomó las calles y plazas y que la única forma de solucionar este problema sea la mano dura”.

Y ese señalamiento tiene nombre propio: “los candidatos que interpreten el discurso de la fuerza… de manera que los sufragantes salgan a votar empanicados”, como ocurrió en el plebiscito.

¿Se le viene algún nombre a la cabeza?