El mismo coautor Rojas dice que a esos crímenes se les puede llamar “ejecuciones extrajudiciales” o “falsos positivos”, pero él los describe como “asesinatos a sangre fría”, al tiempo que denuncia que la cifra de tales muertos es mucho mayor que lo que reportaron en su momento las organizaciones de derechos humanos, destaca The Guardian.

El artículo del diario describe cómo en 2008 estalló el escándalo de los falsos positivos y hace énfasis en que el informe presentado en el libro denuncia que civiles eran secuestrados por las fuerzas armadas para hacerlos pasar como muertos en combate, y que preferían muchachos con discapacidades físicas.

Además de los jóvenes, también fueron asesinados militares señalados de denunciar abusos por parte del Ejército.

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En ese ‘baño de sangre’ también participaron grupos paramilitares y se crearon de la nada falsos campos de combate, como lo expresa el siguiente aparte del libro:

“En las 180 unidades militares (…) distribuidas por todo el país, se sentaban personas con uniforme para determinar dónde iban a simular un combate, de dónde iban a sacar muchachos para asesinarlos, quién ejecutaría el crimen y de dónde iba a salir el presupuesto para la compra de armas, municiones, panfletos y computadores. Todo eso, para venderle a la sociedad colombiana la idea de que esos jóvenes se habían enfrentado a nuestras Fuerzas Militares y que cayeron en combate. Por esa razón, ningún ‘falso positivo’ fue azaroso”.

El diario reporta que la práctica de los ‘falsos positivos’ fue utilizada por diferentes frentes del ejército colombiano en todo el territorio nacional.