
Hay tres riesgos importantes que determinan las negociaciones internacionales relativas al maltrecho medioambiente: el cambio climático, la biodiversidad y la desertificación. Los tres son determinantes, pero solo uno tiene rostros y formas, por lo que provoca una mayor sensibilidad entre las generaciones jóvenes, incluso los niños, porque esos rostros y formas son las de las especies animales y vegetales. De los tres, la biodiversidad es la vida en el planeta en su mejor expresión, desde los microorganismos hasta los complejos ecosistemas que la conforman. De ella se ocupará la COP16 que tendrá lugar en Cali.
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Un muy buen ejemplo del concepto es Colombia, uno de los países más biodiversos del mundo, algo que está entre las razones para la elección de la capital del Valle del Cauca como sede de la COP16: nuestro territorio ocupa solo 0,7 % de la superficie del planeta, pero se sitúa en el primer puesto en mayor número de especies de aves y orquídeas; el segundo en plantas, anfibios, mariposas y peces de aguas dulces; el tercero en palmas y reptiles; y el cuarto en mamíferos. Además, se considera al país como el más biodiverso del mundo por metro cuadrado.
A diferencia del cambio climático (un concepto más bien abstracto) y de la desertificación (un proceso imperceptible en el corto plazo), la biodiversidad se ve a cada momento y por todas partes. “Vemos biodiversidad todos los días”, explica WWF, la principal organización de conservación de la naturaleza y el medioambiente a nivel global, y pone como primer ejemplo las plantas. “Sin nuestros amigos frondosos no habría oxígeno. Los altos árboles y las grandes extensiones de bosques y selvas tropicales, como aquellas de la Amazonía, ayudan a estabilizar el clima y desempeñan un papel fundamental en los ciclos del carbono y el agua”.
Pero también están los animales. “Somos parte de esta enorme red biológica de organismos naturales, que incluye todo, desde los diminutos microorganismos que viven en el suelo hasta los icónicos elefantes o pandas que queremos proteger”, agrega WWF, y advierte también que hoy en día “muchas personas están alejadas de la naturaleza, en ciudades concurridas y edificios altos, y es posible que solo vean la diversidad de nuestro mundo natural a través de programas en la televisión. Pero la realidad es que el aire que respiras, el agua que bebes y los alimentos que consumes dependen en última instancia de la biodiversidad”.
Así que nadie puede ser indiferente. “La biodiversidad funciona como una red integrada” en la que, “al dañar alguna de sus partes, toda la cadena se ve afectada, inclusive nosotros”, alerta WWF. “Por ello, si continuamos afectando la salud de nuestro planeta, llegaremos a un punto en el que sea imposible acceder a servicios ecosistémicos vitales que nos brinda la naturaleza, como el agua potable, el aire puro o los alimentos”. Todo lo resume la ONG en una afirmación simple, pero concluyente: “Cuidar la biodiversidad es cuidarnos a nosotros mismos”.
De hecho, un concepto que resume más gráficamente la relevancia superlativa de la biodiversidad es el de ‘efecto mariposa’: si se produce un cambio insignificante o inocuo en apariencia en un determinado lugar, causa consecuencias significativas en otro sitio. La elección de este insecto para armar la metáfora es oportuna por su capacidad para sostener la salud de los ecosistemas e indicar la calidad ambiental. Pero, además, por las consecuencias de su aleteo que, aparentemente, se producen en un rincón insignificante del planeta, y pueden desencadenar un huracán en el otro hemisferio.
Por qué es importante la COP16 en Cali
Por su innegable importancia para la humanidad, la ONU viene organizado cada dos años las conferencias que llevan el nombre de COP (un acrónimo en inglés de ‘Conference of the Parties’; y en español: Conferencia de las Partes). Esas ‘partes’ son los Estados que conforman las Naciones Unidas. Los jefes de esos Estados o sus delegados y representantes de importantes ONG son quienes llegan a las diferentes COP, por lo que las ciudades que las organizan captan la atención mundial. Esta vez será la capital del Valle del Cauca, entre el 21 de octubre y el primero de noviembre próximos.
Con ese nombre, sin embargo, se ha presentado una confusión porque también se vienen celebrando COP para enfrentar los otros dos riesgos medioambientales: el cambio climático y la desertificación. De hecho, quizás las más famosas son las del cambio climático, principalmente la 3, en Kioto, con el compromiso vinculante llamado Protocolo de Kioto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en los países industrializados; y la 21, en la que se adoptó el Acuerdo de París para mantener el calentamiento global por debajo de 2 ºC respecto a la era preindustrial y continuar los esfuerzos para limitarlo en 1,5 ºC. La más reciente fue la 28, en Emiratos Árabes Unidos, el año pasado.




La COP por la biodiversidad que se hará en Cali será la número 16 y pondrá sobre la capital del Valle del Cauca los reflectores de todo el mundo, como ya pasó con las ciudades en las que se hicieron las 15 ediciones anteriores: Nasáu, en Bahamas (1); Yakarta, en Indonesia (2); Buenos Aires, en Argentina (3); Bratislava, en Eslovaquia (4); Nairobi, en Kenia (5); La Haya, en Países Bajos (6); Kuala Lumpur, en Malasia (7); Curitiba, en Brasil (8); Bonn, en Alemania (9); Aichi, en Japón (10); Hyderabad, en India (11); Pyeongchang, en Corea del Sur (12); Cancún, en México (13); Sharm El Sheikh, en Egipto (14), y Montreal, en Canadá (15).
Ahora, Cali se suma a esta constelación de ciudades y recibirá no solo a decenas de delegaciones extranjeras de altísimo nivel, sino que captará la atención global porque abordará las conversaciones sobre uno de los temas más sensibles para el planeta bajo la observación de millones de personas preocupadas por el medioambiente, pero específicamente por la biodiversidad. La nutrida agenda de eventos internacionales se puede consultar aquí.
A Cali la mirarán porque los debates que se produzcan allí buscarán que los 196 países que forman parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica ratifiquen su compromiso por detener y revertir la pérdida de la biodiversidad, con miras a 2030. Así que la capital del Valle también provocará su propio ‘efecto mariposa’ porque lo que allí se haga y se discuta tendrá repercusiones mundiales, y todo el planeta estará pendiente.
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