López coordinó el estudio “La guerra sin edad” del Centro Nacional de Memoria Histórica, publicado esta semana, que desvela que 16.879 menores de edad fueron reclutados por las diferentes guerrillas y grupos paramilitares, incluso por actores de la fuerza pública, entre 1960 y 2016.

La investigadora enfatiza en una entrevista con Efe que “el fenómeno del reclutamiento no es homogéneo ni generalizado”, sino que cambia según la región, el momento y el grupo armado.

Sin embargo, hay una serie de puntos en común:

“Los miembros de los grupos han hecho presencia en los espacios de desarrollo de los niños, ha habido unos acercamientos previos, se han convertido en referentes de los menores y les han hecho ofrecimientos” para reclutarlos.

“También todos generaron una fuerte regulación de la vida en filas”, añade López, quien insiste en que las dinámicas pueden ser muy diferentes según el contexto: “Un grupo paramilitar ofrecía seguramente más dinero, y un grupo guerrillero ofrecía estudio”.

“Las Farc eran muy ordenados en sus acciones, mientras que los paramilitares fueron más laxos en algunas cosas”, prosigue.

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El estudio destaca que el 40 % de los menores fueron reclutados mediante la persuasión, es decir que no hubo amenazas para integrarlos en filas, una particularidad propia del conflicto colombiano, según el informe.

“Sí hay casos donde los adolescentes nos han dicho que querían entrar (en los grupos armados)”, recuerda López, “es su contexto social, y es parte de haber crecido en el marco del conflicto”, añade.

Para la experta, “el reclutamiento no tiene un solo factor (…) No se puede reducir única y exclusivamente al grupo armado”.

“Colombia debe reconocer que hay unas condiciones estructurales que se han dado a lo largo de la historia que no han permitido la real garantía de derechos de la niñez”, enfatiza.

Sin embargo, recuerda con firmeza que el reclutamiento “puede ser netamente coacción, o puede ser netamente persuasión, pero todas son formas de reclutamiento“.

Las consecuencias sobre los menores se sienten tanto durante el reclutamiento, donde sus vidas están reguladas y “no hay un ejercicio real de la autonomía, de la libre expresión, de la posibilidad de jugar”, como después de la desmovilización.

“Se ven expuestos a un ejercicio de la autonomía que no tenían antes y no saben cómo hacerlo. Se ven enfrentados a una realidad social muy fuerte, donde persiste la estigmatización, el conflicto armado, y muchas veces las mismas condiciones que les llevaron al reclutamiento en su inicio”, dice.

López explica que el impacto no es sólo sobre el menor, sino sobre Colombia: “Cualquier victimización ejercida sobre los menores genera un impacto sobre el capital social del país”, sostiene.

Con información de Efe.

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