“El insulto se lo lanzó [Coronell] a un abogado al que estaba investigando”, aclara Posada Tamayo. “El hombre lo llamó por teléfono y le dijo: ‘A mí me han escrito de la prisión de Coleman, usted debe saber quién está ahí’. Con la otra mano, Coronell buscó en Google quién estaba recluido allí y la respuesta lo tranquilizó porque se trataba de la mentira con que más lo han atacado. ‘Diga y publique lo que quiera’, le respondió”.

Si bien, como queda probado en esta entrevista que publica Semana, la expresión de Coronell se produjo en un contexto concreto y fue dirigida a una persona que no es periodista (con lo que resulta claro que su intención no era que lo que dijo fuera ampliamente difundido) y accidentalmente fue escuchada por Posada Tamayo, no es difícil imaginar que sí se lo puede decir a cualquiera porque es uno de los muy pocos periodistas en el país que se enfrentan abiertamente a los poderosos.

Posada Tamayo abunda en más datos de las circunstancias que rodearon la dura afirmación de Coronell, pero, curiosamente, con base en declaraciones que le entregaron en la entrevista el también vicepresidente de noticias de la cadena Univisión y varios de sus allegados, consigue construir un perfil del periodista con detalles hasta ahora muy poco conocidos.

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Por ejemplo, cuanta que le despertó “ternura” ver a Coronell “almorzar una compota de manzana que sacó de una lonchera infantil que le prestó Rafael, su hijo menor. Estaba a dieta debido a una operación de hernia hiatal. Llegué a pensar que en algún momento de la entrevista yo tendría que darle un tetero, leerle un cuento y acostarlo a dormir”.

También resulta sorprendente que si bien Coronell es el más ácido contradictor de Uribe por considerar que su gobierno “es el más corrupto de la historia”, le haya soltado a Posada Tamayo algunas buenas cosas que ve en el expresidente: “Es muy inteligente. Pienso que hizo muchas cosas bien en seguridad. Y, en general, creo que hizo muchas cosas bien y muchas cosas mal. El problema es que las buenas las hizo mal y las malas las hizo bien”.

Pero, curiosamente, Coronell a un Uribe muy cerca: su suegro, Carlos Santiago Uribe Uribe —padre de María Crisitina Uribe, esposa del periodista—, “quizá la mayor autoridad en párkinson en Colombia”.

Otra cosa muy poco conocida de Coronell que surgió en la entrevista es que su primer ‘delito’ fue haberse robado un carro de juguete, “de la colección Matchbox” que era de su primo. Él “tenía muchos”, mientras que el pequeño Daniel tenía menos y pensó que podía tomarlo prestado. “[Mi mamá] Me lo hizo devolver con una gran vergüenza. Creo que debía tener 6 o 7 años”, recuerda Coronell, que también siente “fascinación y orgullo por el aporte que hace a la naturaleza su auto eléctrico (…)” Tesla Model S, según Julio Sánchez Cristo, director de W Radio, consultado por Posada Tamayo.

Otros aspectos que resultan sorprendentes de la vida de Coronell son que creció desde lo cuatro años con su padres separados y que tuvo un acercamiento temprano a las armas. Las visitas del papá, Álvaro Coronell Mancipe, “eran poco frecuentes y a veces se perdía por años. Yo lo quiero mucho y lo quise mucho, pero también añoraba mucho su presencia, y una de las cosas que me enseñó, a mis 8 años, fue a darle al blanco con un revólver y una escopeta”, le dijo el periodista a Posada Tamayo.

Fernán Martínez, mánager y productor, también le contó a Posada Tamayo que cuando Coronell fue a Villavicencio al funeral de su padre, un paisano le entregó “algo pesado envuelto en una pañoleta roja. Daniel lo destapó con prudencia. Era un enorme revólver pavonado, con cacha de madera, Ruger Super Blackhawk .44 Magnum, nuevo en 1976, único año en que se fabricó con motivo del bicentenario de la independencia de Estados Unidos”.

Pero no fue su único contacto con armas. En 2005, cuando se exilió en California (EE.UU.) y recibió amenazas contra su hija, compró una pistola Pietro Beretta 9mm en Indumil para tenerla como medida de protección en su casa. “Solo la cargó un par de días en su morral, practicó disparo fijo en el Club El Nogal y en la Escuela de Cadetes de Policía General Santander, por invitación de un oficial que era fuente suya”, reseña Posada Tamayo.

“El instructor me dijo que no necesitaba instrucción”, le dijo Coronell al entrevistador. “Al irse del país, la pistola se quedó guardada en una caja fuerte, pero le preocupaba tanto pensar que pudiera desaparecer que la regresó a Indumil y conserva todavía el certificado de recibo”, agrega Posada Tamayo.

Martínez también le dijo a Posada Tamayo que Coronell “sufre de buena memoria. Se acuerda de almuerzos de hace más de 25 de años, de quiénes estaban, qué hablaron y hasta qué pidieron. Recuerda con exactitud asombrosa números telefónicos de cuando los teléfonos eran de disco, además de aniversarios, cumpleaños, puestos de políticos, organigramas de carteles, reportajes, noticias, viajes, lugares”.

Isaac Lee le contó a Tamayo Posada otros datos poco conocidos de Coronell: “Es muy descoordinado. Unas por otras. Negado para todos los deportes”, y su mayor debilidad es ser “adicto a una mantequilla de maní que se llama Skippy. Dígale Skippy y me cuenta”.

Y agrega el entrevistador: “Ese Coronell que pocos conocen es, además, un supersticioso irremediable. Nadie se imagina que un hombre tan metódico y racional, capaz de guardar una prueba para una columna durante tres años y de usar hasta cuarenta fuentes para escribir una página, evite pasar debajo de una escalera”.