Gómez Pinilla se refiere en su columna del diario capitalino al texto que escribió Vicky Dávila en el semanario bajo el título ‘El jefe acosador’, en el cual la periodista alude lo que le pasó a una de las mujeres “más relevantes y conocidas en Colombia”, sin mencionar su nombre ni el del supuesto jefe; aunque, advierte Dávila, si la supuesta víctima contara quién fue el que la acosó “se caería uno de los estandartes morales de este triste país”.

Al columnista de El Espectador le llama la atención una “coincidencia” entre el relato de Dávila y el que hizo a comienzos de 2018 la también periodista Claudia Morales en una columna suya en El Espectador, en la que denunció haber sido víctima de violación por parte de un jefe que había tenido, pero hizo una férrea defensa del silencio de las víctimas.

Aunque el país entero estalló preguntándose quién pudo ser ese jefe de Morales (de quien ella solo dijo entonces en Blu Radio: “Quien me violó, ustedes lo ven y lo oyen todos los días […] Me da temor denunciarlo porque esa persona es capaz de muchas cosas, porque la vida que esa persona ha tenido demuestra que nada de lo que ocurra a su alrededor le puede hacer daño”), ella mantiene un hermético silencio al respecto.

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En ese momento, Dávila, en su canal de YouTube, le expresó su solidaridad a Morales, le reconoció su derecho a “mantenerse en silencio” y también le dedicó unas palabras de repudio a quien Morales solo identificó como “Él”. Después, Dávila, en W Radio, entrevistó a Morales sobre el episodio que había contado a través de una columna de opinión y que desató una ola de solidaridad con ella en todo el país.

Para Gómez Pinilla, los párrafos de las columnas de Dávila (en la revista Semana del domingo pasado) y de Morales (en El Espectador a comienzos de 2018), en los que las víctimas describen cómo las abordó su jefe (un acoso, en el caso que cuenta Dávila, y una violación, en la revelación de Morales), tienen un “estilo ‘literario’” como “si Vicky hubiera copiado el de Claudia”.

“En el primer caso no conocemos a la víctima ni al victimario, aunque es de suponer que doña Vicky sí, por boca de la subalterna agraviada. En el segundo caso la víctima [Morales] no quiso identificar al presunto violador, pero muchos optaron por creer que se trata de Álvaro Uribe”, escribe Gómez Pinilla en su columna.

Si bien Gómez Pinilla asegura que su intención no es “revolcar la herida” en el caso de Morales, si le resulta “imposible” ignorar que Dávila dedique su más reciente columna en Semana “a denunciar a un anónimo ‘jefe acosador’, mientras omite adrede el protuberante caso que involucra al protagonista de una columna suya anterior y titulada ‘El plan contra Uribe’”.

El columnista de El Espectador califica de “asombroso”, “escandaloso” y “verdaderamente aberrante”, el hecho de que, según él, mientras Dávila “pretende desatar con su última columna una especie de ‘cacería de brujos’ contra cualquier jefe que haya siquiera intentado un roce de manos con seno o con cola femenina, sobre el principal y diríase único sospechoso por el abuso cometido contra su colega [Claudia Morales], doña Vicky dice reconocer ‘sus errores, pero también todo lo bueno que ha hecho por este país’”.

Pero más allá de las cuestiones éticas y políticas que señala Gómez Pinilla en su columna, proyecta un tinglado más amplio que involucra lo periodístico y los intereses económicos a partir de la idea de ‘cacería de brujos’ que, en sus propias palabras, “pretende desatar” Dávila.

Para Gómez Pinilla, esa ‘cacería de brujos’ “consiste” en que, en su columna, Dávila “decide remplazar a la Fiscalía en el juzgamiento de delitos sexuales o conductas impropias”. De hecho, en el último párrafo de su columna, Dávila les dice a quienes lean su texto: “Hoy quiero pedirle que si usted ha sido víctima de su jefe me escriba […], espero su denuncia. Libérese. El culpable es ese jefe, no usted. Él no merece que su nombre siga limpio. Absoluta reserva. Yo me comunicaré con usted en privado”.

Sin embargo, Gómez Pinilla ve algo más en esto que la sola intención de ayudar a mujeres víctimas de acoso o abuso sexual, y lo hace, además, sugiriendo falta de autenticidad y originalidad tanto en el texto de la columna de Dávila como en un supuesto proyecto que le atribuye.

“Doña Vicky está en su derecho de montar lo que en términos de audiencia sería un exitosísimo paredón mediático contra reales y supuestos abusadores […], quizás en reminiscencia (¿o plagio?) del también exitoso programa Caso Cerrado de la doctora Ana María Polo en Telemundo […]. Allá la responsabilidad —o irresponsabilidad— que les cabrá desde lo legal tanto a Semana TV como a su protagonista estrella (digamos que parece una columna libreteada por mano ajena)”.

En todo caso, remata Gómez Pinilla, si Dávila “quiere emprender un proyecto tan cuestionable desde lo periodístico, yéndonos tan solo al terreno de la ética sería conveniente que antes de emitir su primer capítulo se pronunciara en torno al ‘abultado’ tema de que por señalar al jefe acosador prefirió omitir el del jefe violador”.