Pese a que el reconocido director de cine no menciona a esa mujer, da bastantes pistas para dejar claro quién le dio la desafortunada inspiración para escribir su columna de este lunes en El Espectador.

Para empezar, dijo que hacía parte “de los verdes o del Pacto Histórico”, la describió como una “persona glamurosa”, y dijo que “ganó su curul haciendo un camping en la Plaza de Bolívar para protestar por la victoria del no en el plebiscito”.

Pero, fue más claro cuando destacó que el debate más importante se lo hizo a la exministra Karen Abudinen, en medio del escándalo de Centros Poblados, y que es presidenta de una comisión [Tercera] en el Congreso. Todo eso da para entender que se refiere a Katherine Miranda.

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La integrante de la Alianza Verde tomó mucha relevancia por el tiempo que le dedicó al problema que tuvo el Ministerio de las TIC para llevarles Internet a 7.000 escuelas rurales, aunque ya antes miles de personas le habían dado su confianza, pues llegó a la Cámara como la representante más votada en las elecciones legislativas de marzo pasado.

Y es que sobre eso llegó el primer malestar de Duque Naranjo con su vecina, según describe:

“En plena campaña para corporaciones, incurrió en una imprudencia: ocupó todo lo ancho de su terraza —unos 12 metros—, para desplegar una valla que rezaba: “No se deje abudinear, vote por…”, y aparecía su nombre. Yo alcanzaba a leer esa publicidad desde dos cuadras abajo del edificio y tuve la certeza de que eso era ilegal, pues no es un espacio para propaganda; además, siendo uno habitante del inmueble, el texto parecía representarnos a todos”.

La valla a la que se refiere el cineasta incluso le trajo problemas legales, pues la exministra ganó un pleito para que ella bajara esa publicidad. Justamente, dice el columnista, Abudinen se le adelantó con la tutela ganó porque él mismo, cuenta, iba a escribirle un mensaje a Miranda “solicitándole el retiro del aviso alegando que eso no era espacio publicitario”.

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Ese primer episodio lo llevó a comparar a las dos mujeres: “La congresista no conoce los límites entre lo privado y lo público… igual que la Abudinen”.

Y es que el director de cine considera un “infortunio” compartir espacios con ella, quien, cree él, vive en el penthouse del edificio; por eso se animó a justificar su molestia con la aparente poca cordialidad que le ha tocado vivir de su parte:

“Recientemente he sufrido la casualidad de llegar en taxi dos veces al edificio en horas de la noche y me he topado con los vehículos blindados de ella en la puerta del edificio. Soy adulto mayor y al bajarme del taxi, en las penumbras, no creo que mi aspecto sea amenazante y menos con mi caminar exhausto”.

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Pero además de eso, ha tenido un par de cruces con la representante por Bogotá en la entrada del edificio que le incomodaron: “En la primera oportunidad, la vi apearse de su blindado y salir con paso rápido hacia el ascensor. Me aventajaba quizás en unos seis metros, aunque seguramente me alcanzó a ver entrando al edificio, pero como si nada oprimió el botón de su piso y no quiso ir acompañada de un desconocido”.

Duque dice que no la juzgó mal porque creyó que como funcionaria correría “muchos riesgos” y espero el regreso del ascensor. Sin embargo, la escena se repitió y agravó:

“Hace tres días mi distancia respecto a ella era exigua y, no importándole, oprimió el botón cuando yo, si mucho, estaba a dos metros. Por poco las puertas del ascensor, que felizmente no son peligrosas, me atenazan la mano y desistí de compartir el breve espacio con persona tan maleducada”.

Dijo además que mientras eso sucedía era vigilado por los escoltas de la congresista como si él supusiera un riesgo para ella aún sin “las destrezas atléticas de un sicario”, y dejó ver su molesta con que “dispusiera de la puerta del ascensor” a su placer y que actuara como una famosa “que actúa como si los vecinos del edificio fueran sospechosos”.