Mujeres de todas las edades, provenientes de los distintos departamentos y hasta extranjeras, se congregan todos los días en este lugar incrustado en la zona de tolerancia de la capital vallecaucana, dispuestas todas ellas a complacer con sus artes amatorias a esa nutrida clientela que desde tempranas horas en la tarde van a aquel antro en busca de ‘diversión’.

Chicas para todos los gustos, a precios moderados, y un ambiente seguro es el lema básico de este sitio de lenocinio en el que muchos hombres perdieron su virginidad, condenados aun después de casados, amancebados o divorciados a seguir frecuentando ‘La 20’.

Jóvenes, maduros y hasta adultos mayores departen con amigos, compañeros de trabajo y desconocidos que vibran al unísono con los shows de las lujuriosas strippers, calibrando estos sus miradas en los rostros pintorreteados y los cuerpos semidesnudos de las prestas damas ofertantes de placer, que se tongonean cual reina de belleza entre las mesas a la espera del cliente de turno.

Un grupo de seguridad permanece siempre muy atento a que ninguno de sus libidinosos clientes pasado ya de tragos se sobrepase con las chicas, filme o tome fotografías con sus celulares. Ellas simplemente están para lo que están, porque las mesas son atendidas por meseras y meseros profesionales muy acuciosos.

En el segundo piso del establecimiento se hallan los cuartos donde se desborda como lava de volcán la lujuria y estallan los orgasmos fingidos, a través de una amplia escalera van desfilando seductoramente las complacientes damas expertas en brindar placer, contonean con peculiar embrujo las caderas seguidas por sus ansiosos clientes, un rito que se repite minuto a minuto entre licor, humarada de cigarrillos, música y olor copulado entre pachulí y sexo.

El barrio San Nicolás en Cali no solo es famoso por las tipografías que allí se encuentran, este tradicional sector está constituido por cerca de 15 establecimientos de prostitución formal y puntos estratégicos de prostitución callejera, además de un buen número de moteles y residencias de baja categoría que compendian la reconocida zona de tolerancia.

Hace ya tiempo se generó una polémica mediática por el pronunciamiento hecho por la canciller colombiana al afirmar categórica que “donde hay un hombre hay prostitución”, y la verdad sea dicha, no estaba nada errada María Ángela Holguín con su vilipendiada sentencia, la que vino a colación a raíz del escándalo sexual de los guardaespaldas gringos en Cartagena.

El oficio más antiguo de la humanidad seguirá existiendo hasta el fin de la raza humana, así se retiren todas las sillas en la plaza de Caicedo tratando de impedir que las informales meretrices se gane la vida en ese emblemático lugar caleño, mientras prevalezca nuestra condición de seres sexuados, los hombres, cualquiera que sea la condición socioeconómica ostentada, seguirán frecuentando empedernidamente a las damas de la mal llamada vida alegre.

Como es obvio no se puede generalizar, habrá hombres muy juiciosos y fieles (tachados de mojigatos por los traviesos) que nunca en su vida han pisado un prostíbulo y nunca lo harán, pero por ahí dicen, escuchen bien ustedes, que caleño que se respete, a ‘La 20’ ha ido.

Postdata: ¡sin codón, ni pío!