La historia habla por sí sola: eliminar a Qasem Soleimani, jefe de las fuerzas Quds de los Guardianes de la Revolución y encargado de las operaciones exteriores de Irán, podría provocar una guerra de gran magnitud en una región donde el ejército estadounidense ya está inmerso en conflictos en Afganistán e Irak.

Pero después de tres meses de enfrentamientos con las facciones proiraníes en la región, que culminaron con un ataque esta semana contra la embajada de Estados Unidos en Bagdad, el presidente estadounidense consideró que merecía la pena tomar el riesgo.

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El jefe del Estado mayor estadounidense, el general Mark Milley, consideró que no haberlo hecho habría sido “negligente”, ya que asegura que hay información “irrefutable”, según la cual Soleimani preparaba acciones violentas de gran envergadura, de las cuales no se dieron detalles: “El riesgo de la inacción superaba al de la acción”, dijo.

Varios parlamentarios y expertos estadounidenses coinciden en que esta escalada en la tensión entre Estados Unidos e Irán podría conducir a los dos países a una guerra abierta. Elissa Slotkin, exanalista de la CIA y experta en movimientos chiitas, quien trabajó en la Casa Blanca y el Pentágono durante los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama, hoy representante demócrata en el Congreso, recordó que esos dos presidentes sopesaron el costo de matar a Soleimani.

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“Lo que siempre contuvo tanto a presidentes demócratas como republicanos de apuntar al mismo Soleimani era una pregunta simple: ¿valía ese golpe tanto como la probable represalia, y el potencial de empujarnos a un conflicto prolongado?”, escribió en Twitter. “Las dos administraciones para las que trabajé concluyeron que el fin no justificaba los medios”, agregó. “La administración Trump ha hecho un cálculo diferente”, indicó Slotkin.

Donald Trump tomó el camino contrario que Barack Obama, retirándose en 2018 del acuerdo sobre el programa nuclear iraní, negociado por su predecesor, y eligiendo ejercer “presión máxima” sobre el régimen de Teherán a través de sanciones económicas severas. Teherán respondió intentando bloquear el tráfico marítimo en el Golfo, derribando un dron estadounidense sobre el Estrecho de Ormuz y bombardeando instalaciones petroleras en Arabia Saudita.

El experto en Irán Will Fulton consideró que mientras en el pasado el riesgo de matar a Soleimani se consideraba demasiado alto, el general iraní se había vuelto demasiado peligroso. “Su alcance e influencia se habían ampliado y la administración Trump pudo haber decidido que la influencia de Soleimani y su capacidad para inspirar acontecimientos en la región se habían convertido en una amenaza demasiado seria como para no responder”, agregó.

La política de Trump ha beneficiado principalmente a los más radicales del régimen iraní, como Soleimani, dijo Gil Barndollar, del centro de estudios Defense Priorities. “Solo ha aumentado su influencia en Irán”. En esto coinciden varios analistas, algunos de los cuales incluso señalan que al haberlo asesinado lo convirtieron en un mártir.