En Santiago, se vivieron las protestas más más violentas en décadas pese a la presencia de militares en las calles por primera vez desde el retorno a la democracia en 1990, a pesar de había toque de queda.

Cuando las manifestaciones desbordaban varios puntos, con saqueos al comercio, enfrentamientos con la policía y militares y nuevas quemas de estaciones del metro, Piñera dio marcha atrás y suspendió el alza del boleto del metro.

Quiero anunciar que vamos a suspender el alza de los pasajes del metro“, dijo el mandatario, convocando a una mesa de diálogo “amplia y transversal” para acometer demandas sociales, que de momento no tienen un líder visible ni un pliego de peticiones preciso.

En el marco del estado de emergencia que sacó a los militares a la calle por primera vez desde el retorno a la democracia tras la dictadura de Augusto Pinochet, en 1990, tanquetas del ejército y efectivos fuertemente armados se desplegaron durante la tarde en la céntrica Plaza Italia de Santiago.

El despliegue militar buscaba hacer frente a manifestaciones que estallaron con fuerza el viernes tras el aumento de la tarifa del metro, de 800 a 830 pesos, pero que después se hicieron eco de demandas sociales, en un país con una alta desigualdad social.

Decenas de manifestante rodearon las tanquetas y algunos les enrostraron a los efectivos militares fotografías de detenidos desaparecidos durante la pasada dictadura (1973-1990).

Nos cansamos, ya fue suficiente. Nos cansamos de que nos metan el dedo en la boca y que los políticos hagan lo que lo que quieren y viven de espalda a toda la realidad”, alegó Javiera Alarcón, socióloga, de 29 años, que protestaba en el frontis del palacio presidencial.

Además de la paralización del metro, el servicio de autobuses fue suspendido temporalmente luego que al menos cinco unidades fueran quemadas en el centro de Santiago, lo que dejó a sus siete millones de habitantes prácticamente sin transporte público.

En dos días de disturbios, 78 estaciones del metro de Santiago sufrieron, mientras otras ciudades sintieron también la violencia de las protestas.

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“No me gusta la violencia ni que rompan todo, pero de repente tienen que pasar estas cosas para que dejen de burlarse de nosotros y meternos el dedo en la boca, subiendo sin freno todo menos los sueldos y todo para que los ricos de este país sean más ricos”, dijo Alejandra Ibánez, 38 años, vendedora de muebles, de San Miguel.

Algunos habitantes de Santiago salieron pacíficamente a las calles para hacer sonar sus ollas y sartenes, mientras en barrios periféricos se encendieron fogatas.

Francisco Vargas, un empleado de 33 años, dijo que “la gente está cansada, está harta y ya no tiene miedo”.

Piñera expresó comprensión por las protestas, reconociendo que hay “buenas razones para hacerlo”, pero llamó a “manifestarse pacíficamente” y señaló que “nadie tiene derecho para actuar con la brutal violencia delictual” en referencia a los daños en el Metro de Santiago.

El gobierno anunció las suspensión de clases en los colegios de varias comunas de Santiago el lunes.

Bajo gritos de “basta de abusos” y con la consigna en redes sociales “ChileDespertó”, el país enfrenta extendidos reclamos contra un modelo económico donde el acceso a la salud y la educación es prácticamente privado, con una alta desigualdad social, bajas pensiones y el alza de los servicios básicos, con una fuerza que ha descolocado al gobierno del derechista Piñera, que sólo días antes había afirmado que Chile era una especie de “oasis” en la región.

Una fotografía de Piñera comiendo pizza con su familia en un restaurante de Santiago en el mismo momento que la capital ardía, azuzó aún más la furia.

La “perplejidad y el aturdimiento, la sorpresa del gobierno frente a esta explosión social nos tiene que hacer reflexionar por la calidad de los organismos de inteligencia; la sensación es que el gobierno tuvo una reacción demasiado lenta“, dijo el analista de la Universidad de Santiago Marcelo Mella.