Lo anterior, después de pasar dos años y medio en una cárcel de Curitiba por estar  implicado en el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil.

Apodado “el príncipe”, Marcelo Odebrecht dirigió la mayor constructora de América Latina, responsable de obras en todo el mundo, desde el estadio del equipo de baloncesto Miami Heat hasta usinas hidroeléctricas en Angola.

El derrumbe se inició el 19 de junio de 2015. El arresto se llevó a cabo en el marco de la Operación Lava Jato (‘lavadero de autos’), que un año antes había empezado a destapar una inmensa red de corrupción urdida entre políticos y empresarios para obtener contratos en la estatal Petrobras.

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Las condiciones de detención Marcelo Odebrecht en Curitiba no fueron las peores: con derecho a microondas, heladera y televisión, las puertas de su celda siempre están abiertas. Allí, según reportes, desarrolló cierto fanatismo por el fitness.

Pero, desde luego, la prisión en casa será mucho más amena.

Según la prensa brasileña, Odebrecht viajará a Sao Paulo con escolta policial en su jet privado. Una vez en la megalópolis, se reencontrará con su esposa Isabela y sus tres hijas en una lujosa mansión del barrio Morumbi.

Un portavoz del caso Lava Jato confirmó que pasará los próximos dos años y medio recluido en su casa y con tobillera electrónica.

Le seguirán otros cinco años de pena, la primera mitad con salidas diurnas autorizadas y los últimos dos años y medio con la obligación de permanecer en su hogar sólo durante los fines de semana.

Comparada con su actual celda de 12 m2, la nueva prisión será una jaula de oro: ubicada en uno de los barrios privados más ricos de la ciudad, la vivienda tiene una superficie de 3.000 m2. Y una gigantesca piscina, según los periódicos.

Con AFP