Los puentes binacionales están cerrados desde el pasado 23 de febrero cuando el presidente interino Juan Guaidó intentó entrar la ayuda humanitaria a Venezuela.

Este fue el anuncio:

Esos cierres se habían vuelto un problema para cientos de ciudadanos de los dos países que debían cruzar a diario la frontera para obtener alimentos, medicamentos y trabajar; sin embargo, debían hacerlo por pasos ilegales.

Incluso, eso incrementó la delincuencia en el sector, pues grupos delincuenciales se disputaban las trochas y dispararon el contrabando y el narcotráfico en la zona.

Balacera en el puente internacional Simón Bolívar

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Los venezolanos se ven obligados a abandonar su país por la crisis socioeconómica, pues no pueden subsistir con el salario:

“¿Pero no ves lo que está pasando aquí, chamo?”, pregunta uno de ellos a un periodista. “Lo que gana usted aquí no alcanza para nada. Gano 65.000 bolívares y un cartón de (30) huevos vale 30.000 bolívares y un kilo de carne 20.000”, dice quien va a reunirse con familiares en Bogotá.

Gasolina Venezuela

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Todos los días, decenas de venezolanos emprenden el mismo camino sin retorno a la vista, atravesando el límite de San Antonio del Táchira, un pueblo venezolano cuyo encanto principal es ser vecino a Colombia.

Según Naciones Unidas, desde 2015 tres millones de venezolanos huyeron de la peor crisis económica y política de la historia reciente del país con las mayores reservas petroleras del mundo.

Las autoridades colombianas estiman que 1,3 millones se encuentran en su territorio.

Cartel de ayuda humanitaria

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En San Antonio y a lo largo de la frontera con Colombia -de unos 2.200 km- la hemorragia migratoria es solo una parte de la difícil cotidianidad.

El fronterizo estado de Táchira concentra casi todos los males de Venezuela: negocios no del todo legales, corrupción, miseria y violencia. Sus habitantes, como la oposición venezolana y el gobierno colombiano, afirman que en esta región se refugian miembros de la guerrilla colombiana del Ejército de Liberación Nacional (ELN).