La provincia de Hebei, donde se ubican ambas poblaciones, comienza a sentir el encierro y el temor por un aislamiento que las autoridades implementaron esperando que ayude a contener la propagación del coronavirus.
A los 11 millones de habitantes de Wuhan se le sumaron los 7,5 millones de su vecina Huanggang, cuya circulación de trenes quedó interrumpida hasta nuevo aviso, según anunció el alcalde de la ciudad.
La gran mayoría de los 440 casos de contaminación por este nuevo virus, de la misma familia del Sras, fueron registrados en Wuhan, auténtico nodo de la región, situado a orillas del río Yangtsé, a 70 kilómetros de Huanggang.
La epidemia fue detectada por primera vez el mes pasado, en un mercado de abastos de la ciudad. Desde entonces ya son 17 los muertos, y los científicos temen una mutación y una propagación del virus.
En el mercado de abastos donde se piensa que surgió el brote se vendían de forma ilegal animales salvajes, declaró el miércoles el director del Centro Nacional de Control y de Prevención de Enfermedades, Gao Fu, aunque no precisó si estos animales fueron los causantes.
En dicho mercado, dedicado principalmente a la venta de mariscos, se podía encontrar una variada selección de mercancía. En una lista de precios que circulaba en las redes sociales chinas de un puesto del mercado se podían ver hasta 112 tipos de animales o productos derivados a la venta: zorros, cocodrilos, lobatos, civetas, salamandras gigantes, serpientes, ratas, pavos reales, puercoespines, etc. “Recién cortados, congelados y entregados en su casa”, se podía leer en la lista del vendedor.
La CNN divulgó impresionantes imágenes que dan cuenta de las precarias condiciones de higiene del lugar:
Tras haber ignorado la enfermedad durante semanas, los habitantes de la regiónreaccionaron súbitamente los últimos días y sacaron las máscaras protectoras, según explicaron a la AFP varios residentes, contactados desde Pekín.
Las autoridades se preocupan por el riesgo de contaminación días antes de las vacaciones del Año Nuevo lunar, cuando cientos de millones de chinos viajan para festejarlo. “Si no es necesario, aconsejamos a la gente no venir a Wuhan”, declaró en la televisión el alcalde de la ciudad, Zu Xianwang. En una rueda de prensa en Pekín, el viceministro de la Comisión Nacional de Salud de China, Li Bin, también sugirió que los habitantes no salieran de la ciudad.
Se han instalado detectores de fiebre en las estaciones y el aeropuerto. En las carreteras, se mide la temperatura corporal en los puestos de control, y los viajes organizados en autocar no pueden salir de la ciudad. La policía también controla la presencia de animales salvajes y aves en los vehículos que entran y salen de la ciudad.
Para evitar cualquier concentración, las autoridades anularon los festejos previstos para el Año Nuevo chino, el 25 de enero. El famoso templo budista Guiyuan, en el que el año pasado se reunieron 700.000 fieles para esta ocasión, tuvo que anular las celebraciones.
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