Con 10.627 fallecimientos y 155.939 casos confirmados, Brasil es el país latinoamericano más afectado por el virus, según cifras oficiales que, además, lo convierten en la sexta nación con el mayor número de fallecidos por la pandemia.

Sobre el nuevo balance, conocido este sábado, Jair Bolsonaro no se ha pronunciado. En cambio, al mandatario brasileño se le vio paseando en moto acuática por el lago Paranoá, que baña las orillas de los barrios más acomodados y la residencia oficial en la capital Brasilia, de acuerdo con fotos y videos divulgados por el sitio de noticias Metrópoles y replicados por grandes periódicos como Folha de S. Paulo y Estadao.

Consultada por la agencia AFP, la Presidencia afirmó por email que “no comentará” el número de muertes por la COVID-19.

Entre tanto, los científicos proyectan que el número real de casos en Brasil podría ser más de 15 veces superior, dada la incapacidad del país de realizar pruebas generalizadas.

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La preocupación se hace más evidente si se tienen en cuenta 2 recientes estudios -realizados por investigadores brasileños, en alianza con importantes universidades de Estados Unidos (Johns Hopkins) y Reino Unido (Oxford)-que  indican que Brasil será el nuevo epicentro global de la pandemia, cita el diario El País (España).

Y es que, en las últimas 24 horas, el gobierno del vecino país registró 10.611 casos nuevos y 730 muertes, la segunda mayor cifra diaria de defunciones, tras el récord registrado el viernes pasado (751).

Al respecto, el Congreso brasileño y el Supremo Tribunal Federal declararon un período de luto oficial de 3 días.

Los presidentes de las cámaras de Diputados y senadores pidieron a la población seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias para disminuir el ritmo de contagios mientras el país se prepara para “un retorno seguro y definitivo a la normalidad”.

“La salida para esta crisis está en la unión, el diálogo y la acción coordinada -amparada en la ciencia- entre los poderes, las instituciones”, afirmó en una nota de prensa el presidente de la corte suprema, Dias Toffoli.

Sao Paulo, estado del sureste brasileño con casi 46 millones de habitantes y motor económico del país, concentra más de 3.600 muertes y más de 44.400 casos.

Resistiendo las presiones de Bolsonaro, que se opone a las medidas de aislamiento por su impacto en la economía, el gobernador Joao Doria anunció esta semana que prolonga hasta el 31 de mayo la cuarentena parcial impuesta desde marzo, que incluye la suspensión de las clases y el cierre de comercios no esenciales para evitar la circulación de personas.

El vecino Rio de Janeiro, donde viven más de 16 millones de personas, le sigue con 1.653 fallecidos y 16.929 contagios. El gobernador Wilson Witzel también prorrogará el próximo lunes las medidas de confinamiento parcial hasta final de mayo, según confirmó su asesoría a la AFP este sábado.

Estados menos poblados como Ceará, Pernambuco (noreste) y Amazonas (norte) ya rondan el millar de muertos cada uno y están viendo sobrepasada su capacidad de internar pacientes en unidades de terapia intensiva.

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Mientras la curva de contagios se acelera y la saturación de los servicios de salud se vuelve inminente, especialistas recomiendan endurecer las medidas de confinamiento para contener la propagación del virus.

Pero tales recomendaciones chocan de frente con el discurso y las actitudes del presidente, que en plena crisis destituyó a su antiguo ministro de Salud por divergencias en el manejo de la crisis y ha participado personalmente en manifestaciones callejeras contra las medidas de cuarentena.

Cuando el país había registrado 5.000 muertes por el virus, Bolsonaro respondió, consultado por un periodista:

“¿Y qué? Lo siento. ¿Qué quiere que haga? Soy Mesías (de segundo nombre), pero no hago milagros”.