Su fortuna ascendía 44.700 millones de dólares, según la revista Forbes. El origen de ese patrimonio se remonta a 1907, cuando su padre, el químico Eugène Schueller, comenzó a vender los primeros tintes para el cabello, lo que sería el origen del emporio de productos de belleza llamado L’oréal, que ella heredo en 1957.

Pero esa misma fortuna fue el origen de los escándalos que marcaron su vida.

Aprovechando su demencia senil y Alzheimer, uno de sus amigos íntimos, el fotógrafo François-Marie Banier, se apoderó de mil millones de euros de su fortuna.

Para demostrarlo, su hija, Françoise Bettencourt-Meyers, que estaba distanciada, le pagó a un mayordomo para que grabara conversaciones telefónicas entre Liliane y Banier, en la que era claro que la manipulaba para que le hiciera regalos en efectivo, obras de arte y hasta una isla.

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Las grabaciones incluso llegaron a salpicar al ministro de Trabajo del presidente francés Nicolás Sarkozy, Eric Woerth, quien supuestamente estaba al tanto de cómo se estaba manejando la fortuna de la heredera de L’oréal y logró conseguir un aporte millonario a la campaña presidencial de su jefe.

Françoise Bettencourt lo denunció y usó las grabaciones en su contra para “demostrar que estos movían a su antojo la fortuna de esta”. El fotógrafo apeló y le rebajaron la condena, y contraatacó con una demanda acusando a Bettencourt-Meyers de presionar y sobornar a testigos para que declararan en su contra. El acuerdo alcanzado, que se conoció hace solo unas semanas, pondría fin a esa guerra de tribunales. Con él, Barnier renunciaba a su acusación y Bettencourt-Meyers se daba por satisfecha con la decisión de rebajarle la condena”, dice El País de España.

Liliane Bettencourt murió siendo la mujer más rica del mundo y la persona número 14 en la lista de las personas más adineras del planeta (entre hombres y mujeres) preparada por la revista Forbes. Su fortuna es la segunda de Francia, por detrás de la del presidente del grupo LVMH, Bernard Arnault.