La inmersión en agua helada, también conocida como terapia de frío o crioterapia, es puesta en práctica por personalidades vinculadas con el deporte y la mayoría de ellas la recomiendan para el beneficio de la salud.
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Sin embargo, es importante abordar este tema con una visión equilibrada y basada en evidencia científica, ya que se deben tener ciertas precauciones a la hora de llevarla a cabo.
Beneficios de las inmersiones en agua helada
Existen diversos estudios que respaldan la idea de que las inmersiones en agua fría pueden tener ciertos beneficios, especialmente para la recuperación muscular y la mejora del bienestar mental.
Uno de los principales motivos por los que muchas personas recurren a esta práctica es para acelerar la recuperación después del ejercicio. Los atletas, por ejemplo, se sumergen en agua helada después de entrenamientos intensos para reducir la inflamación muscular y aliviar el dolor, en un proceso conocido como recuperación post ejercicio.
El frío ayuda a reducir la circulación sanguínea en los músculos, lo que puede disminuir la inflamación y los microdesgarros en los tejidos. Esto, a su vez, puede acelerar la recuperación, al mejorar el flujo sanguíneo cuando el cuerpo vuelve a su temperatura normal, promoviendo una mejor oxigenación de los músculos y eliminando toxinas acumuladas.
Otro de los beneficios es el aumento de la energía y el estado de alerta. Las inmersiones en agua helada estimulan el sistema nervioso y pueden provocar una sensación de vigilia y concentración. El choque térmico activa la liberación de adrenalina, lo que genera una sensación de bienestar y hasta mejora el ánimo, similar a los efectos de una dosis de cafeína.
Además, algunas personas aseguran que las inmersiones en agua fría pueden mejorar la circulación sanguínea y fortalecer el sistema inmunológico, ya que el cuerpo, al intentar adaptarse al frío extremo, activa mecanismos de defensa que pueden hacer que el cuerpo sea más resistente a las enfermedades.
Riesgos y consecuencias
Aunque hay quienes defienden fervientemente los beneficios de la inmersión en agua helada, no todo es color de rosa. Como en muchas otras prácticas de salud, el exceso y la falta de precaución pueden llevar a efectos adversos.
Uno de los riesgos más evidentes es el ‘shock’ térmico, una respuesta del cuerpo ante un cambio brusco de temperatura. Este ‘shock’ puede causar una disminución rápida de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que podría provocar mareos, desmayos o, incluso, en casos extremos, un paro cardíaco.
Las personas con problemas cardiovasculares o con antecedentes de afecciones del corazón deberían evitar este tipo de inmersiones, ya que el estrés adicional que provoca el frío extremo podría ser peligroso.
Otro problema es el enfriamiento excesivo del cuerpo. Si se permanece demasiado tiempo en agua muy fría, el cuerpo puede comenzar a perder calor rápidamente, lo que puede llevar a la hipotermia. Esta condición ocurre cuando la temperatura central del cuerpo baja por debajo de los 35 °C, lo que puede tener consecuencias graves, como confusión mental, dificultad para moverse e incluso la pérdida del conocimiento.
Además, la exposición prolongada al frío puede afectar negativamente la circulación sanguínea, especialmente en las extremidades. Las personas con problemas circulatorios o enfermedades como la hipertensión o la diabetes deben ser especialmente cautelosas, ya que el frío puede agravar estas condiciones al disminuir la circulación hacia las manos, pies y otras áreas del cuerpo.
Recomendaciones para inmersiones en agua con hielo
Si decide probar las inmersiones en agua fría, es importante tener en cuenta ciertas recomendaciones para evitar los riesgos mencionados. Primero, asegúrese de no sumergirse en agua extremadamente fría por largos períodos. Los expertos sugieren que las inmersiones no deben exceder los 10-15 minutos, dependiendo de la temperatura del agua y de su tolerancia al frío.
También es fundamental entrar gradualmente en el agua, permitiendo que el cuerpo se adapte poco a poco, en lugar de lanzarse de golpe. Siempre es mejor hacer este tipo de inmersiones bajo la supervisión de un profesional, especialmente si se es principiante o tiene alguna condición médica preexistente.
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