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Redactora Pulzo     Dic 24, 2024 - 5:31 pm

En el año 79 d. C., toda una comunidad quedó sepultada bajó cenizas por la erupción del Monte Vesubio en Pompeya, ubicada a las orillas de Nápoles en Italia y dejando un cuadro para la historia de la humanidad.

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Desde el siglo XVIII, que fue descubierta esta ciudad, arqueólogos y científicos han hecho conjeturas acerca de la vida de los habitantes de Pompeya a partir de las poses en las que fueron encontradas las siluetas petrificadas

En un reciente estudio de ADN que se publicó en la revista Current Biology en noviembre, los genetistas desmitificaron varias de las retóricas que se fueron perpetuando con el paso del tiempo: como el de una supuesta madre que estaba abrazada a su hija, o el de una presunta familia que murió en su hogar, recogió The Wall Street Journal.

 “Todo lo que podemos decir es que ese escenario particular no era cierto”: dijo Alissa Mittnik una de las científicas que participó en el estudio y que trabaja en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania).

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Los análisis de ADN extraídos de los huesos y dientes de 14 residentes de Pompeya demostrarían que en la ‘Casa de la pulsera de oro’, en la que apareció presuntamente una familia de cuatro con dos niños, no estaban emparentados entre sí, y que, incluso, los genes de uno de estos protagonistas estaba muy deteriorado “para descartar un vínculo a través de la línea paterna”, citó el medio estadounidense.

En otro caso popular de dos cuerpos petrificados encontrados en un jardín, se decía que era probable que se tratara de una mujer junto a su hija o una pareja que murió abrazada. El análisis genético de Mittnik y el equipo reveló que uno de estos individuos era un hombre. El de la otra víctima estaba demasiado degradado como para revelar su género biológico o si estaban emparentados, recogió The Wall Street Journal.

El ADN antiguo puede revelar detalles como la ascendencia, el género y la edad de una persona muerta hace mucho tiempo. Pero el material biológico se degrada con el tiempo y, en Pompeya, el ADN podría haberse dañado aún más por las condiciones de calor que llevaron a la desaparición de la ciudad.

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La genetista Alissa Mittnik se negó a traer otras teorías sobre las vidas de las víctimas y reconoció que “el aspecto más emocionante fue simplemente poder obtener ADN de allí”, dijo, “realmente no estábamos seguros de que eso fuera una posibilidad”.

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