Popularmente, la Tierra es conocida como el planeta azul, ya que más del 70 % de su superficie está cubierta por agua, lo que hace que desde el espacio se vea principalmente de este color. Además de ser una de las principales características visuales de nuestro planeta, los océanos son vitales para la salud terrestre. No solo producen más de la mitad del oxígeno que respiramos, sino que también son capaces de absorber enormes cantidades de calor, lo que los hace uno de los principales reguladores del clima.

Pero a pesar de todos estos beneficios, los océanos enfrentan varias amenazas como el cambio climático, la contaminación por residuos tóxicos y plásticos, y la sobreexplotación de recursos pesqueros. Hace pocas semanas, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, manifestó que el mundo enfrenta una emergencia en los océanos que afectaría a la naturaleza y la humanidad. Por estas razones, la protección de estos lugares y sus ecosistemas ha pasado a ser una parte esencial de compromisos a internacionales e, incluso, es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que los países del mundo deben cumplir para 2030.

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“Las áreas marinas protegidas se deben gestionar de manera efectiva, al igual que sus recursos, y se deben poner en marcha reglamentos que reduzcan la sobrepesca, la contaminación marina y la acidificación de los océanos”, son algunas de las acciones que señala la ONU como parte de este objetivo. De hecho, hay varios convenios y tratados en los que países como Colombia han esbozado hojas de ruta para poder cumplir con estas metas y conservar los océanos.

Por ejemplo, el Convenio para la protección del medio marino y la zona costera del Pacífico sudeste, del que hacen parte Colombia, Perú, Ecuador y Chile, busca prevenir y reducir la contaminación en este corredor marino, así como el aprovechamiento sostenible de sus recursos. Mientras tanto, iniciativas como la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas, que integra a más de cien países, o la Alianza Global por los Océanos se han enfocado en asegurar el cumplimiento de la protección del 30 % de áreas terrestres y marinas para 2030.

Además, está en proceso la negociación de un tratado internacional para proteger la biodiversidad marina en alta mar; es decir, áreas que están por fuera de la jurisdicción de cualquier país. Para Juan Camilo Forero, capitán de navío, secretario ejecutivo de la Comisión Colombiana del Océano, este es el compromiso más importante que se podría adquirir, ya que las aguas internacionales son cerca del 64 % del océano. “Es un tema tan complejo que se está negociando formalmente desde el 2018.Tiene cuatro temáticas que se discuten: los recursos genéticos, herramientas de manejo basadas en áreas y la evaluación de impacto ambiental y la creación de capacidades y transferencia tecnológica marina”, explica Forero.

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Pero ¿en qué consisten estos acuerdos? Básicamente, son alianzas entre países que buscan cumplir con uno o varios objetivos. “Algunos de ellos son jurídicamente vinculantes, y lo que hacen es entonces impartir un mandato a los países firmantes frente a planes temáticos de acciones específicas, para dar respuestas particulares”, explica Paula Bueno, especialista en política internacional de WWF Colombia. Es decir, son acuerdos que se deben cumplir.

Para los convenios se establecen hojas de ruta, que en muchas ocasiones son de alcance regional, que los mismos países determinan de acuerdo con su capacidad y ambición de incrementar sus esfuerzos, agrega Bueno. Colombia, en particular, ha establecido políticas de Estado con planes a mediano y largo plazo para hacer un seguimiento al cumplimiento de estos compromisos. Una de estas políticas es el Conpes Colombia Potencia Bioceánica Sostenible 2030, que se implementa desde 2020 e irá hasta 2030, con el cual se pretende que el país aproveche su potencial y recursos de manera sostenible.

A pesar de que es difícil tener métricas en todos los aspectos relacionados con el progreso del país en la protección oceánica, Bueno explica que sí se ha avanzado en medidas claves, como la declaratoria, ampliación y mejora del manejo efectivo de áreas protegidas marinas, las cuales vienen creciendo en la agenda de conservación y gestión sostenible del país desde hace más de una década. Así mismo, las plataformas de cooperación regional como el Corredor Marino del Pacífico Este Tropical o la Comisión Permanente del Pacífico Sur han impulsado el intercambio de buenas prácticas para este manejo y aportan a una gestión integrada de los océanos.

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Por ejemplo, recientemente, el presidente Iván Duque y el ministro de Ambiente, Carlos Correa, anunciaron que Colombia superó la meta de declarar el 30 % de las áreas marinas como protegidas, ocho años antes de la meta global de conservar el 30 % de sus mares para 2030. Esto se logró con la ampliación de dos áreas marinas protegidas (el Santuario de Flora y Fauna de Malpelo y el Distrito de Manejo Integrado de Yuruparí), y la creación de dos áreas marinas nuevas, en el mar Caribe y en el Pacífico. Estadísticamente, el país aumentará las áreas marinas protegidas en casi 18 millones de hectáreas.

Esto es un avance valioso porque “muestra el trabajo al que el país le ha apuntado durante mucho tiempo: la identificación de potenciales áreas a conservar, a través de los estudios de vacíos u oportunidades de conservación”, indica Forero. Sin embargo, más allá del incremento en hectáreas que son protegidas, lo más importante es establecer mecanismos para asegurar un buen manejo y conservación efectiva de estas áreas.

¿Cómo se logra esto? Bueno, de WWF, explica que, aunque no hay una estrategia única, la protección de los ecosistemas marinos está en gran medida relacionada con la capacidad para ejercer control y vigilancia, lo que requiere “una cantidad de recursos importantes, tanto para la inversión como para la capacitación de las personas”. En ese sentido, los ejercicios para resolver las brechas financieras son esenciales para lograr estos objetivos.

La cooperación multiactor: gran reto y oportunidad

A pesar de todos los esfuerzos para conservar los océanos y sus ecosistemas, expertos como Forero y Bueno reconocen que hay varios retos para lograr la protección efectiva del océano. Por ejemplo, la investigación de ecosistemas marinos es costosa, por el tiempo, personal y tecnologías que requiere. Además de esto, el seguimiento y la vigilancia de actividades como la pesca ilegal implica la integración de actores como las armadas nacionales, que se deben desplazar a grandes distancias.

A esto se le suma el hecho de que, culturalmente, el océano se percibe lejano, lo que hace que muchos no sepan sobre la gran importancia que tiene para la salud humana, opina Bueno. “Tenemos que dejar de pensar que la conservación del océano es el problema de una sola entidad, pues nos convoca a todos”, agrega el capitán Forero. Por esto, el trabajo en conjunto entre actores gubernamentales, centros de investigación y comunidades locales es esencial para lograr una mejor conservación de los océanos.

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En 2017, la ONU proclamó el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, un marco común con siete metas que es “la mejor excusa para trabajar conjuntamente”, agrega Forero. “Esta iniciativa representa la oportunidad para que, desde la ciencia, repensemos la relación que tenemos con el océano y podamos garantizar que sea limpio y accesible para 2030”. El Decenio establece, entre otras cosas, que las ciencias oceánicas deben contar con la interacción entre investigadores, tomadores de decisiones y la sociedad civil, para que se llegue a decisiones verdaderamente informadas sobre los océanos.

El capitán explica un ejemplo de cómo se ve esta recomendación en la práctica. La Comisión Colombiana de Océanos ha involucrado la perspectiva de las comunidades en el Plan Nacional de Expediciones con sus programas en el Pacífico y la Reserva de la Biosfera Seaflower, por medio del codiseño en las propuestas de expedición. “Llegamos con una propuesta, les indicamos cuál es nuestra capacidad, y la comunidad nos dice cuáles son sus inquietudes, necesidades y prioridades en términos de investigación científica. Así podemos construir conjuntamente los proyectos de investigación, dando respuesta a las problemáticas que nos manifestaron”, puntualiza Forero.