Después de varios años de investigaciones, un grupo de científicos -entre ellos Santiago Castroviejo, de la Universidad de los Andes- descubrió que hay perros que crecieron en América con características genéticas propias antes de la llegada de Colón. Hasta ahora se creía que todos eran de origen euroasiático. Sus descendientes, casi extintos, están en la calle o entre nosotros, llamados, perros criollos.

Al estilo Indiana Jones, su trabajo fue viajar a 30 países como Bolivia, Perú o México —en América— y otros como España, India o Tanzania consiguiendo pelos o saliva de diferentes perros en aldeas, veredas, comunidades indígenas o en la calle. Con estas muestras, en el laboratorio, tuvo la secuencia de ADN que reconstruye la historia de los canes precolombinos para encontrar qué queda de ellos en la actualidad.

El científico siguió los pasos de Jennifer Leonard y Carles Vilá quienes, tras décadas de investigación, determinaron que —contrario a lo que se creía— las tribus precolombinas ya tenían perros domesticados antes de la colonización de América (1492). Estos llegaron con los primeros humanos provenientes de Asia hace 15 a 25 mil años por Beringia. Antes se suponía que todos habían arribado en 1492 y la idea de Castroviejo, ahora en equipo con Leonard y Vilá, era encontrar qué queda de esos perros que estaban en el continente y no habían sido estudiados.

Durante varios años hemos buscado perros en Latinoamérica que no sean de razas europeas o asiáticas. Por ejemplo, los de los indígenas o campesinos y los callejeros o de razas locales.

Castroviejo se refiere a animales que no hayan estado sometidos a procesos de cruces y mucho menos a selección genética: “Ahí puede estar el animal que buscamos”, dice él.

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Investigaciones previas de Leonard y Vilá dicen que los canes descienden de lobos (no de coyotes u otros cánidos) que fueron domesticados en Europa y Asia. Llegaron a América con los primeros humanos entre 15 y 25 mil años atrás y, después, vivieron aislados geográficamente hasta la llegada de Colón.

Con el análisis de ADN de restos fósiles y momias de perros encontrados por ellos mismos en Alaska en 1997, se descubrió que estas especies americanas habían desarrollado versiones genéticas diferentes a las demás por su gran aislamiento. Pero, en la actualidad, no se sabe qué queda de esos animales pues en las razas de perros reconocidas no hay rastros de esos canes, según los estudios practicados hasta ahora.

“Parece imposible que se hayan desaparecido por completo estos 500 años”, dice Castroviejo.

Es difícil encontrar cuáles perros vienen de los americanos, pero los de razas conocidas ya han sido investigados y todos vienen de Europa y Asia, los criollos o que viven en la calle, en cambio, no han sido estudiados antes. Tomamos 500 muestras para tener un gran margen de posibilidades”.

La investigación de estos tres rastreadores de perros sirvió también para desmentir un popular mito muy difundido en México y en Perú que, según el cual, los perros ‘azteca’ y pelón eran, respectivamente, autóctonos de cada uno de esos países. En 1999 Vilá hicieron pruebas con la raza mexicana xoloitzcuintle, que se consideraba ciento por ciento americana, intentando encontrar rastros de estos perros precolombinos y se descubrió que también procedía de canes domesticados en Eurasia.

“El xoloitzcuintle tiene un prototipo que uno puede intuir que es de un perro precolombino, pero no es así. Según estos análisis de ADN, el aspecto surgió de cruces. Se mezclaron perros que tenían estas mutaciones específicas como la falta de molar o de pelo y se reconstruyó un animal igual a los que se ven en los grabados antiguos mayas o aztecas, pero realmente provienen de Europa o Asia”, afirma Castroviejo.

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Según su mapa genético, el perro es una subespecie del lobo que fue domesticada por el hombre. La evidencia más antigua de un can domesticado es de hace 31.700 años. Desde esa época ayudan en la caza y la defensa del grupo a las personas, Las razas fueron creadas por los humanos, que empezaron a realizar cruces buscando características específicas. En la actualidad hay más de 337 razas reconocidas por la Federación Cinológica Internacional (FCI).

“La diferencia es que de un perro de determinada raza se puede garantizar un comportamiento específico, un prototipo y una actitud”.

En el estudio del origen del perro precolombino, los de razas europeas no se incluyeron porque la mayor parte de las investigaciones que se han hecho hasta ahora son con estos animales, que pasaron por esos procesos de cruces y se ha demostrado que son euroasiáticos.

Peligro, perro en extinción 

En el prototipo de un perro criollo no se alcanza a detectar qué cruces pueda tener, es más probable que en su ADN se descubra un origen precolombino a que esto ocurra en los de razas reconocidas, pues los resultados de la investigación de Castroviejo arrojaron una cifra contundente: de las 500 muestras recogidas, que incluían razas supuestamente latinoamericanas como los Xoloitzcuintle o el pelón peruano, entre otros, sólo resultaron ser descendientes de los precolombinos y ambos eran de los que comúnmente se conocen  como criollos.

“Fue algo totalmente inesperado. Pensábamos encontrar un cuarto o un tercio de perros precolombinos entre las muestras pero con estos resultados se ve que desaparecieron casi por completo”, afirma Santiago Castroviejo.

Los dos exclusivos perros son mexicanos y no pertenecen a ninguna raza reconocida. “Escogimos algunos que respondían a aspectos similares a los de grabados antiguos y a esculturas caninas de los Incas, mayas o aztecas, entre otros, como el pelón peruano o los chihuahuas, pero también provienen de Eurasia. Los únicos fueron los dos criollos que encontramos en México”, concluye Castroviejo.

La revista Mascotas&Co. cada año rinde homenaje a los perros y gatos criollos, con su concurso de Mi Criollo más Bello, este año se realizará de manera presencial en el Club Campestre Cafam de la Autopista norte con calle 215, los días 14 y 15 de mayo. Mas información en www.revistamascotasyco.com

Santiago Castroviejo.

Biólogo de la U. de Sevilla con doctorado en Filosofía y especialidad en Genética evolutiva de la U. de Uppsala de Suecia.