El bioma amazónico es clave para enfrentar desafíos globales, como el cambio climático. Sin embargo, en el contexto de recuperación económica por elCOVID-19, la naturaleza corre el riesgo de quedar en segundo plano.

La Amazonía es uno de los activos naturales más importantes del mundo, sin embargo, sufre una degradación creciente que pone en riesgo su integridad y los servicios naturales que brinda al planeta y las personas. Frente a este panorama, las soluciones basadas en la naturaleza ofrecen grandes oportunidades, pero para ser implementadas deben sobreponerse a un escenario de recuperación económica que no está priorizando la naturaleza.

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En la Amazonía viven alrededor de 34 millones de personas, de las cuales alrededor de tres millones son pueblos indígenas y comunidades locales. Además, es hogar del 10 % de las especies de plantas y animales conocidas hasta el momento. A su vez este ecosistema ofrece múltiples servicios ambientales como el reciclaje de agua, la producción de alimentos y el almacenamiento de carbono.

Según el Panel Científico por la Amazonía, dicho bosque tropical es un amortiguador contra el cambio climático pues regula la variabilidad climática y almacena alrededor de 130 mil millones de toneladas de carbono, lo que equivale casi a una década de emisiones globales de dióxido de carbono.

No obstante, en los últimos años, la cuenca del Amazonas está amenazada por diferentes fenómenos, entre ellos la expansión de la frontera agrícola y la explotación de recursos energéticos y mineros, que han destruido alrededor del 20% de la selva por deforestación. Esta degradación implica grandes riesgos para el funcionamiento del planeta y tiene graves consecuencias en la vida de las personas, pues millones dependen de los servicios ecosistémicos que brinda la Amazonia. En especial, las comunidades que la habitan son altamente vulnerables a cualquier alteración de su entorno.

Frente a este panorama, las soluciones basadas en la naturaleza tienen mucho que ofrecer. Estas consisten en una serie de acciones, estrategias o medidas que buscan aprovechar el potencial de la naturaleza para solucionar diversos problemas o desafíos de la sociedad, tales como la seguridad alimentaria, el acceso a agua limpia o el cambio climático. Implican la protección, restauración o el manejo sostenible de ecosistemas naturales o modificados a través de medidas que benefician a la biodiversidad, los ecosistemas y las personas. Además, para su diseño e implementación, es crucial tener en cuenta un enfoque basado en derechos.

Existen gran variedad de soluciones basadas en la naturaleza que pueden ser implementadas según el contexto y las necesidades. Por ejemplo, los sistemas agroforestales pueden ser una solución a la necesidad de garantizar sustento y alimentos para ciertas poblaciones y, a la vez, proteger los ecosistemas.

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Otras soluciones basadas en la naturaleza son los proyectos de restauración de bosques y las iniciativas de conservación por medio de la declaración de áreas protegidas, ambos contribuyen a la mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático. Este enfoque de soluciones basadas en la naturaleza es aplicable a cualquier ecosistema e, incluso, en las ciudades, en donde sus beneficios pueden impactar a un gran porcentaje de la población mundial.

En el caso de la Amazonia, Ximena Barrera, directora de Relaciones de Gobierno y Asuntos Internacionales de WWF Colombia, señala que “la implementación de estas soluciones, particularmente, en sitios naturales críticos para el mundo, como lo es este ecosistema, tiene el potencial de multiplicar los beneficios que brindan dichos espacios, maximizando el impacto de cualquier inversión”.

Según una reciente investigación de WWF Colombia, las soluciones basadas en la naturaleza en la Amazonia pueden “combinar estrategias de conservación para lograr la deforestación neta cero, la gestión sostenible de los bosques y al mismo tiempo promover el desarrollo sostenible y garantizar los medios de vida de las comunidades”. Así mismo, dicho estudio destaca el potencial que tienen en la región para enfrentar desafíos relacionados a peligros climáticos, seguridad hídrica y seguridad alimentaria.

Sin embargo, en el contexto de la recuperación económica por la pandemia de covid-19, se corre el riesgo de que las inversiones en soluciones naturales queden en un segundo plano. Hasta el momento, las prioridades gubernamentales y el gasto presupuestario de la mayoría de países y territorios amazónicos (Bolivia, Brasil, Colombia Perú, Guyana, Ecuador, Surinam, Venezuela y el territorio francés de la Guyana) se centran en las inversiones en salud y educación, la mitigación de la pobreza, el apoyo al desarrollo de infraestructuras, la recuperación de empleos formales y el estímulo del sector privado. En este panorama, se teme que los gobiernos reduzcan su presupuesto para el medio ambiente.

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Según el Observatorio de la Recuperación Global, solo Brasil y Colombia han invertido más del 20% de su presupuesto de recuperación en inversión verde. Sin embargo, la mayoría de sus fondos se han destinado a la transición energética, dejando de lado las inversiones relacionadas con la naturaleza.

Igual de preocupante es que los motores de crecimiento económico a los que están apostando los países vayan en contra de la capacidad de la naturaleza para sostener dicho crecimiento y los esfuerzos por lograr economías más sostenibles. Un ejemplo de ello son los proyectos de infraestructura vial sin consideraciones ambientales y la explotación minera.

A ello se suma el aumento de precios de materias primas como el carbón, la soja y el petróleo desde el segundo semestre de 2020, en respuesta a la reactivación de China y otras economías y el estímulo de Estados Unidos a estos sectores, lo cual se ha exacerbado más recientemente por los impactos del conflicto Rusia- Ucrania. WWF Colombia advierte que este incremento de los precios puede acelerar el comercio internacional de la región basado en la exportación de materias primas y aumentar la dependencia a dichas actividades, lo cual puede tener consecuencias medioambientales perjudiciales y desviar a los países de los esfuerzos por construir economías sostenibles.

Por ejemplo, el aumento de los precios de la soja fomenta la deforestación para la plantación de monocultivos en los departamentos amazónicos. Asimismo, el aumento de la demanda de carbón puede incluso ser un incentivo para que la mano de obra pase de las actividades relacionadas con la naturaleza a la minería y haría más costosa la transición energética.

Para contrarrestar dicho panorama, se ha destacado el potencial que tienen las soluciones basadas en la naturaleza en la recuperación económica de los países y en la región amazónica. El reporte ‘Economía de la Biodiversidad’ de 2021, comisionado por el Gobierno del Reino Unido, asegura que la aplicación de soluciones basadas en la naturaleza puede tener mayores réditos económicos para la población afectada por el covid-19, en comparación con otros sectores. Esto debido a que tienen el potencial de crear puestos de trabajo que requieren poca sofisticación o formación técnica, son fáciles de implementar y requieren poco capital físico por trabajador, en comparación con sectores como el de los combustibles fósiles.

Según la Organización Internacional del Trabajo, por cada millón de dólares invertidos en soluciones basadas en la naturaleza se crean unos 40 puestos de trabajo. Además, más del 70% de los beneficios se gastan localmente, lo que es muy beneficioso para las zonas alejadas del centro de las ciudades. Paula Bueno, especialista en Política Internacional de WWF Colombia, afirma que por estas razones “la inversión en naturaleza no va en contra de la recuperación económica, por el contrario, tiene el potencial de ser un motor de desarrollo sostenible en la región Amazónica y el mundo”.

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Frente a cómo redireccionar la inversión en la Amazonia dando prioridad a las soluciones basadas en la naturaleza, Maritza Florián, especialista en Cambio Climático y Biodiversidad de WWF Colombia, durante su participación en la Semana del Clima de América Latina y el Caribe 2022, mencionó que los gobiernos deben reducir el gasto y las subvenciones a sectores que impacten negativamente el medio ambiente, tales como el de los combustibles fósiles. También destacó que se debe aumentar la cartera de impuestos verdes; diseñar e implementar los planes de recuperación teniendo en cuenta el potencial de la naturaleza; alinear los proyectos y políticas con la agenda climática, y actuar de manera colectiva en la región para implementar las soluciones basadas en la naturaleza en la Amazonia.