Aunque también estudió enfermería, por dedicarle tiempo a sus hijas y por beneficio económico, se quedó maquillando, haciendo uñas y cortando y tinturando cabello, entre otros procedimientos. Jenny se considera una persona feliz porque ama lo que hace.

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Ella tiene un salón de belleza en el barrio Jardín Acacias de Ibagué, Tolima. Invita a las mujeres a capacitarse y emprender, según ella, solo así “podrán volar y lograr lo que quieran”. 

En diálogo con Q’Hubo, la madre de tres niñas recordó que debido a que se graduó temprano del colegio Alfonso Palacios Ruda, donde el énfasis era diseño y confección, incursionó por el camino de la modistería, enfermería y belleza, estética y cosmetología. Esta última la estudió en el Sena y con ella se quedó.

“Me gusta el servicio y las manualidades. Todo lo que estudié me gustó, pero cuando tuve a mi primera bebé, las cosas cambiaron. Ella fue prematura y requería mi tiempo y cuidado. En ese momento me decidí por la belleza porque me daba flexibilidad de tiempo”, contó.

Poco a poco se fue dando cuenta que además de poder dedicarle tiempo a su pequeña, económicamente la belleza era mucho mejor que la enfermería. 

“Yo cuidé pacientes en casa y me gustaba mucho, pero es una actividad que de cierta manera absorbe. Con la belleza puedo trabajar y tener a mis bebés cerca de mí”.

Además de que disfruta transformar y consentir a una persona, describe su salón de belleza como un lugar agradable, donde los clientes se desahogan y ella los atiende con la mejor actitud.

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“Desde hace mucho tiempo tengo claro que no es solo prestar un servicio. Es hacer las cosas con amor. Si tengo problemas, todas mis preocupaciones las guardo en un cofrecito. Eso le digo también a las niñas que me ayudan. A mis clientes siempre les dejó un mensaje de amor propio, como que vean en mí una amiga. Obviamente, la calidad del trabajo es muy importante”, destacó.

De izquierda a derecha, Madelyn Dayana Trujillo, Jenny Trujillo y Krisnar Dayana Villamarín
De izquierda a derecha, Madelyn Dayana Trujillo, Jenny Trujillo y Krisnar Dayana Villamarín

Jenny aprovechó la entrevista para enviarle un mensaje a las mujeres o a quien quiera emprender en el ámbito de la belleza.

“Aunque digan que en cada esquina hay un salón de belleza, pienso que competencia no hay porque la competencia es con uno mismo. ¿Quiere aprender a arreglar las uñas?, ¿Quiere enfocarse en uñas acrilicas?, ¿Quiere aprender micropigmentación de cejas?, hágalo y ponga su sello personal. La gente a veces dice: ‘ay no, para qué estudiar eso’. Pero si vas más allá y echas lápiz… Por ejemplo en unas uñas acrílicas te puedes ganar $ 100.000 pesos. Al día se pueden hacer unas tres. Además, llega la señora para el corte, depilación, en fin”, puntualizó la emprendedora.

De izquierda a derecha, Madelyn Dayana Trujillo, Jenny Trujillo y Krisnar Dayana Villamarín

Jenny es madre de tres niñas, de 2, 8 y 12 años. Todas nacieron prematuras y aunque han requerido de mucho cuidado, ejercer la belleza le ha dado la posibilidad de dedicarles tiempo y cuidado. “Con la última bebé estuve varias veces hospitalizada. Mis clientes me esperaban que volviera a la casa. Cuando salía del hospital tenía todo ese trabajo represado.

Eso es satisfactorio. A veces las manos y los turnos no alcanzan y con tristeza, a uno le toca decir no alcanzó. La belleza es un sector que nunca pasará de moda”, expresó.

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De acuerdo con la experiencia de Jenny, la mejor manera de alcanzar los sueños es emprendiendo: “Las niñas me obligaron a ser independiente y eso fue lo mejor. Pienso que emprender es la única manera de volar hacia nuestras metas. Eso sí, debemos enfocarnos y trabajar duro. En el ámbito de la belleza, puedes ganar muy bien. Mucho mejor que en un trabajo de oficina”, reiteró.

“Lo más importante de un negocio, es fidelizar los clientes. Se logra haciendo lo que haces con amor”. Jenny Trujillo