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Profesor de la Escuela de Ciencias e Ingeniería de la Universidad del Rosario     Jun 4, 2025 - 6:06 pm

A menudo se repite, con un aire de resignación, que hay pocas mujeres en ciencia. Como si fuera un hecho natural. Como si la ausencia fuera un reflejo de la realidad y no el resultado de un sistema diseñado para dejar fuera. Pero la verdad es esta: no faltan científicas, sobran barreras.

Las mujeres han estado ahí desde siempre: investigando, innovando, cuidando los detalles, liderando equipos. Lo que ha faltado no son científicas. Lo que ha faltado es voluntad de verlas, de respaldarlas, de reconocerlas en igualdad de condiciones.

Aún hoy, las brechas de género en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son profundas. Menos oportunidades de financiamiento, menor visibilidad en medios, poca representación en cargos directivos, dobles y triples jornadas que les dejan menos tiempo para publicar o postularse a becas. Y, como si fuera poco, el peso constante de tener que demostrar que “sí pueden”.

Lo que más duele es que estas barreras no existen porque falte talento. Existen porque sobran prejuicios. Porque el sistema fue construido sin ellas en mente. Y aunque se ha avanzado, seguimos a años luz de una verdadera equidad.

Por eso las acciones afirmativas no son concesiones: son mecanismos de justicia. No premian identidades, sino que corrigen desigualdades históricas que distorsionan el mérito. Porque cuando el punto de partida está torcido, no basta con decir que la carrera es para todos.

Un ejemplo poderoso es el Premio L’Oréal-UNESCO For Women in Science, que este año reconoció a cuatro científicas extraordinarias de nuestra región. Cuatro mujeres que no solo hacen ciencia de alto nivel, sino que lo hacen desde sus territorios, con conciencia social, con creatividad, con compromiso.

Está Karol Zapata Acosta, de Colombia, que trabaja con bioactivos del cannabis para desarrollar productos terapéuticos y sostenibles, en un enfoque que integra ciencia, arte, tecnología y justicia social.

Está Ximena Jaramillo Fierro, de Ecuador, que creó un filtro purificador de agua con materiales locales, accesible para comunidades sin acceso a tecnologías convencionales.

Está Luz Esmeralda Román Mendoza, de Perú, que diseñó nanomateriales biodegradables para combatir la bioincrustación en redes acuícolas, cuidando el medio ambiente y la productividad.

Y está Johant Lizel Lakey Beitia, de Panamá, que trabaja en la síntesis de análogos de curcumina con potencial anticancerígeno, abriendo camino en un campo que casi no existe en su país.

Ellas son la prueba de que, cuando existen condiciones, el talento emerge. Que no es falta de capacidad lo que ha frenado a las mujeres en ciencia. Es falta de respaldo, de reconocimiento, de oportunidades justas.

Y aquí viene lo más importante: la convocatoria 2025 del Premio L’Oréal-UNESCO For Women in Science para la región Andina y Centroamérica está abierta. Esto no es un anuncio. Es una invitación.

Si conoces a una científica joven, a una investigadora comprometida, a una doctoranda o doctora brillante que siente que su trabajo sigue siendo invisible, cuéntale. Comparte este texto. A veces lo único que hace falta para transformar una carrera —y transformar el sistema— es una puerta que se abra. Y alguien que diga: “esto también es para ti”.

Porque el talento está ahí. Lo que nos falta es dejar de mirar hacia otro lado.

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