Grave panorama circunda el país al aproximarse el primer año del confinamiento y denotar la escasa planeación gubernamental para adecuar las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), responder a la coyuntura y dotar de recursos al sistema de salud y el cuerpo médico colombiano. Medidas de toque de queda, ley seca, pico y cédula, para combatir la pandemia, no son suficientes para hacer frente al COVID-19 y sus efectos colaterales luego de la irresponsabilidad de fin de año, escudada en la reactivación económica. Secuelas del segundo pico inquietan por la real y efectiva adquisición y distribución de las vacunas, en el territorio nacional, para alcanzar la tan anhelada inmunidad colectiva o de rebaño.

Intento por retomar la normalidad saca a flote el caos de una economía resentida, la industria en compleja reacción, importantes cierres empresariales, el empleo en franca cesación, y la educación no preparada para un retorno seguro a clases; incapacidad gestora de la administración pública concentra esfuerzos en la ilusión de una vacuna, pero no en un cambio de rumbo y acciones concretas para salvar vidas. Atizado horizonte se complejiza ante los problemas de conectividad en hogares y los sectores menos favorecidos del país, nula inversión pública para resolver un problema de acceso que genera desigualdades y abre una brecha en el desarrollo de competencias para afrontar los retos que se plantean de cara a futuro.

Miedo colectivo que ronda el ambiente social está sustentado en el impacto particular del virus en el entorno del colectivo social y la inviabilidad de las Entidades Promotoras de Salud (EPS) para atender de manera competente a los infectados, hacer el seguimiento debido a los pacientes y dar respuesta oportuna a los usuarios con los resultados de las pruebas PCR. Espera interminable de la vacuna desgasta actitud comportamental de la persona y rompe la coherencia poblacional que está cansada de las restricciones, el distanciamiento social, las medidas rutinarias de aseo y el uso permanente del tapabocas. Esfuerzo profesional médico, por atender la pandemia, sucumbe ante un vergonzoso sistema de salud a merced de la corrupción y la desatención estatal.

Desinformación frente a la enfermedad, y los planes de acción del gobierno para masificar la inoculación, es lo que permite que ignorantes mandatarios hablen de gotas milagrosas, o vacías modelos DJ inciten al consumo del dióxido de cloro, como elementos con bondades curativas para el COVID-19 Incompetentes personajes, con caja de resonancia en los medios de comunicación y las plataformas sociales, pululan en el imaginario colectivo y sin mayor esfuerzo y sustento científico hablan de tratamientos prodigiosos; ‘fake news’ que calan en el sujeto, y se propagan como pólvora de manera imprudente, propiciando cadenas de mensajes, a la cacería de incautos que caigan en el error y se expongan a una intoxicación o reacción alérgica que enmaraña la ya confusa situación que se vive en los centros de urgencias.

Codicia y mezquindad de aquellos que no atienden las providencias de bioseguridad es la que no permite un cuidado colectivo que mitigue la letalidad de un virus que ataca y cobra la vida de ministros, sindicalistas y ciudadanos del común. Duelo nacional, que no puede estar circunscrito a un nombre particular, embarga la tristeza de miles de familias que vieron fallecer a sus seres queridos en la absoluta soledad. Insulto y humillación es caer en el engranaje de verdugos apasionados que incitan al odio y la división nacional bajo el argumento de diferencias políticas e ideológicas cuando, ahora más que nunca, se requiere de la asociación de fuerzas para combatir los efectos del implacable COVID-19.

Incómodo silencio del gobierno central, frente a la fecha exacta de la llegada de las vacunas, deja una huella imborrable en la memoria de los colombianos que desde la angustia existencial ven cómo las vacunas de Rusia y China ya llegan, sin mayores problemas, a países del vecindario latinoamericano mientras el país sigue esperando. Ideologías sectarias rayan conductas criminales que no se corresponden con la transparencia y necesidad de certezas que tiene la sociedad colombiana, aunque cueste asimilarlo es momento de conocer cuánto deberá esperar cada uno para recibir el llamado a la inyección. Emplazamiento urgente, para la presidencia y la cartera de salud, es a hacer pedagogía del proceso que se avecina, pues todavía es alta la resistencia a aplicarse la dosis, así estuviera esta disponible.

Garantías sociales de vida digna son las que permitirán asimilar que este no es momento de salir de casa, sin necesidad, antes de contar con la protección de una vacuna, desconocimiento en temas de salud y perfil de riesgo de los ciudadanos es el que exhorta al descuido que ahora acrecienta las cifras de usuarios en las UCI y las funerarias. Efectos devastadores de la pandemia dejan en evidencia que se está jugando con la vida de la ciudadanía, personajes de la vida pública deben ser conscientes de su responsabilidad social y dejar de promulgar fórmulas mágicas, sin comprobación científica, que solo avivan la desesperación de la gente. 

Tono airado y berrinchudo de gamonales locales solo exalta los ánimos de influenciadores digitales que ejercen de chamanes que incitan a prácticas que atentan contra la salud pública. Colombia atraviesa por un momento de desespero y desestabilización psicológica en el que cada uno se inventa una fórmula con tal de salir del encierro y ganar dinero, sin importar las consecuencias. Este instante pide de mayor conexión con la realidad, dejar de lado las fiestas, y administrar la vida ajustados a las recomendaciones médicas con productos que cuentan con un registro sanitario conforme a los lineamientos legislativos. 

Personal de la salud pasa por una alteración anímica ante la irracional falta de reconocimiento, empatía y respeto por la vida que tienen ciertas personas que sienten que no es con ellos el tema del autocuidado y se toman folclóricamente el COVID-19. Curvas y elevaciones del contagio piden no desviar la atención y trabajar más duro para ayudar a comprender lo que pasa en medio de este tiempo de pandemia, Colombia está expectante de la vacuna y los planes de acción para sacar el país adelante. Se necesita del esfuerzo de todos, comprender que el argumento proviene de las ideas y no de la violencia de pensamiento, palabra, o acción, invitación al odio solo altera el problema; si quieren jugar con su vida háganlo solos, la cuestión es que con su actitud de paso contaminan al que trata de protegerse y cuidarse lo más que puede.

La coyuntura llama a plantear las políticas para este momento, destrucción de la vida está marcada por la improvisación para anunciar vacunas y estrategias de vacunación sin tener nada seguro; destrucción de la vida está en la indolencia delincuente de aquellos que portando el virus, lindando el intento de homicidio, salen a esparcir la muerte en medio del colectivo social. Asumir tareas para las que no se está preparado es tan peligroso como trasladar toda la responsabilidad de la inoculación a las EPS, la dosis inyectada no será el salvoconducto para continuar la vida sin autocuidado, cada uno de los ciudadanos tiene un papel clave en este proceso en el que si no se siguen recomendaciones se seguirá igual o peor. La vacuna es una solución a largo plazo que dejará ver su impacto y volverá a cambiar un estilo de vida promediando el 2022. 

 

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Escuche aquí el podcast de la columna ¡Llegó febrero! ¿Y la vacuna? 

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