Endeble panorama se vislumbra para el comienzo de un año que será coyuntural con la priorización de la vacunación que permitirá asumir una nueva realidad post pandemia, dar vuelta a la página para compartir nuevamente con la familia, tomarse un trago con los amigos, ir al estadio, salir a compartir y jugar con los niños al aire libre, entre muchas otras cosas. Cansancio emocional de los ciudadanos exige una cuota adicional de sacrificio, por parte de todos, en la recta final del aislamiento; autocuidado peca de relajamiento en época navideña y trae consigo un repunte en los contagios que obliga a implementar nuevamente medidas restrictivas que resultan tóxicas para el comercio y los inconscientes negligentes que se niegan al distanciamiento social, el tapabocas y lavado constante de manos.

Irresponsables olvidaron gravedad del COVID-19 e incumplen los protocolos de bioseguridad, insensatos personajes que, como estupendos idiotas útiles, entran en el juego polarizador de gamonales humanistas y socialdemócratas que construyen su realidad paralela desde fake news que se diseminan como pólvora en las redes sociales. Sujetos carentes de sentido de pertenencia patriótica que aportan bastante a las críticas, pero en nada contribuyen a las soluciones; enfermos barras bravas que destilan odio y sin escrúpulos apuestan por dividir aún más el país. Venenosos líderes de opinión que plagan de malas noticias, actitud y energía a la población, pero olvidan que el cambio empieza por cada uno de los agentes de la comunidad.

Pandemia, y el miedo que ella produce, nubla factores circunstanciales de las execrables mañas políticas que deben encender las alarmas frente a la llegada de la vacuna y su paulatina distribución y aplicación a los connacionales. 40 millones de dosis para menos del 50% de la población, gratuidad del medicamento, transparencia en su prevalencia para grupos objetivos hace pensar en convenientes esguinces que promoverán pulcros políticos que cohonestan con la corrupción que carcome y desangra poco a poco al país; reyes de la negatividad que sacian su sed de protagonismo con señalamientos y persecuciones al gobierno, pero poco y nada hacen para legislar en pro de atajar tantas injusticias que impactan al colectivo social de la nación.

Retorno a la cotidianidad volverá a dar relevancia a los convenientes acuerdos de políticos y empresarios, mercenarios sociales estratégicamente conectados que invaden de zozobra a la población que ansiosa busca una alternativa digna de empleo; “mínima concertación” que responda con salarios decorosos a la experiencia profesional o la destreza de inexpertos desempleados. Sentido de comunidad exalta la necesidad de un trabajo conjunto, de todos los estamentos, para constituir una nueva Colombia, estabilidad social que mine problemas estructurales de asesinatos a líderes sociales y desplazamientos forzados; desolación que ahora deteriora el poder adquisitivo de un colectivo que se somete a la inseguridad propia de una crisis económica como la que vive el mundo.

Hablar de COVID-19, 24 horas al día los siete días de la semana, no permite pensar en positivo, apostarle a que las cosas pueden mejorar. Colombia se encuentra sumida en una espiral de sátiras al gobierno en las que no se perdona tomar medidas o no tomarlas, gestionar u omitir alguna acción, no se valora ningún esfuerzo. El momento que se vive no está para destruir, el hoy de la nación es para reconocerse los unos a los otros y construir país desde lo imperfecto que pueda tener la democracia. Erigir futuro pide de héroes anónimos que no desfallezcan ante la titánica labor de zanjar las grietas que han dejado el pasado y el presente de conflicto que impide mirar adelante con la burla al país en el marco de un Proceso de Paz que agudiza la polarización desde la impunidad y la conspiración de victimarios que ahora posan de víctimas.

El colombiano está obligado a ofrendar la vida, dar la bienvenida a un nuevo año en el que se descargue la violencia y se traslade la fobia, frente a delincuentes beligerantes que hoy fungen de próceres sin pagar las penas a sus delitos, con mecanismos políticos en las urnas. El cambio no está en los desmovilizados socialistas, marrulleros que no permiten avanzar, miran la viga en el ojo ajeno, y echan la culpa a la sombra que los persigue. 2021 es el año para iniciar un nuevo camino lejos de la hipocresía, de catedráticos de la moral, que con gran cinismo empuñan el dedo acusador para culpar al ejecutivo de las muertes naturales que deja la pandemia, pero no asumen su responsabilidad en el deceso de miles de inocentes.

Proceso de reconciliación y perdón se dará en medio de la reactivación cuando cada uno asuma la responsabilidad que le asiste por sus actos. El primer paso de la salvación y reestructuración como componentes de la sociedad está en el autocuidado que se tiene para llegar a la vacuna, todos tienen una cuota de compromiso de velar por el interés propio. Medidas populistas que rayan lo absurdo y estricto develan lo caradura y sinvergüenzas que llegan a ser mandatarios que se revisten de salvadores en medios de comunicación, pero violan todos los protocolos para saciar sus ansias de poder; circulo vicioso en el que los problemas en lugar de resolverse se profundizan.

Cuidar la salud es por el bien de todos, regularizar el comportamiento no implica el autoengaño, ni supone la negación de los matices negativos de un hecho adverso, sino la reelaboración de su significado en la narrativa vital. Componente clave de la resiliencia que permite aprender de los errores que se cometen en este momento clave de la reactivación en medio de una nueva normalidad. El espíritu de la Navidad, es la personificación de la energía positiva y buenos deseos que encumbran la nostalgia que deja este 2.020 que encerró al ciudadano y no le permitió disfrutar de unas buenas vacaciones en familia con unos buenos libros, buena comida y mucha fuerza y fe para cambiar lo adverso que deja el año que ahora se cierra.

Todos están llamados a inhalar profundo y retener la energía provechosa, expulsar toda esa energía negativa, estrés, miedos, ansiedad, depresión, y enfermedad, que invadieron al sujeto en este 2020. Llego el momento de dar el valor y la dimensión a la palabra “GRACIAS”, expresión de amor con la vida que permite agradecer el haber superado las pruebas que impuso el COVID-19; imán de cosas buenas que en medio del caos activa la creatividad, obliga a buscar nuevas preguntas y respuestas y puede ser generador de cambios. Paso por momentos críticos de la pandemia hace un llamado a quedarse en casa, usar el tapabocas y extremar precauciones con sana distancia, actitud que puede no resuelva todos los problemas, moleste a algunas personas, pero el esfuerzo merecerá una recompensa más adelante.

 

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por Andrés Barrios Rubio (@andresbarriosrubio)

Escuche aquí el podcast de la columna ‘Del 20 al 21’

Columnas anteriores

Mínima concertación

Seguridad mató a confianza

¿Mera coincidencia?

¡La política es… dinámica!

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.