Es una delicia descubrir libros “viejos” que parecen escritos en nuestra época actual; libros que se descubren por el “voz a voz” de gente que los recomienda en los clubes de lectura y en las redes sociales y, por supuesto, en este caso, por los grandes escritores, críticos literarios y académicos. Eso me pasó con “Stoner” de John Edward Williams (Clarksville, Texas, 1922 – Fayetteville, Arkansas, 1994), novela reeditada por The New York Review of Books en el 2006 y publicada en español por Editorial Argentina Fiordo en 2016. Una novela memorable, con un personaje que es francamente inolvidable.

No se imaginen que nos vamos a encontrar con un libro sobre el American Way of Life. Es asombrosa la capacidad que tienen algunos escritores norteamericanos para fotografiar en letras la vida cotidiana de las personas sin caer en un realismo soso, y el libro que tenemos entre manos es un libro sobre la vida cotidiana – nunca aburrida gracias a la forma de narrar por parte del autor: vocación, sueños, circunstancias y destino-, de un profesor de literatura en Missouri, que hace que el lector, quien quiera que sea, se identifique con el hilo conductor de esa vida, fabulosa y sencilla a la vez. Ese disfrute del lector con la identificación es lo que hace que la prosa de esta narración, sus reflexiones, sus recovecos, nos lleguen tan profundamente al intelecto y a nuestra emocionalidad.

Porque realmente es una coincidencia que, tanto a lectores expertos como a lectores del común, un libro les parezca espléndido. Y eso es lo que confluye en “Stoner”, un libro inicialmente de culto, pero que actualmente es un clásico de la literatura norteamericana, tan actual, que bien pudo haber sido escrito en nuestros días.

William Stoner es hijo de agricultores. Sus padres lo enviaron a la universidad con la esperanza de que regresara a manejar la granja de la familia después de aprender lo esencial en la academia. Pero el chico descubrió su gusto por la literatura y va virando su trasegar académico hacia una pasión que lo haría graduarse y convertirse en profesor de dicha Universidad. El sesgo autobiográfico acá es total.

Stoner es un apellido del todo indiferente, como podría serlo su personaje. Pero Stoner es la historia de un ser humano, en el sentido más extenso de la palabra “humanidad”, que es causa y consecuencia de la circunstancia en la que vive y muere. Es el relato de un héroe cotidiano que nos hace reflexionar sobre la libertad individual, sobre las pequeñas y grandes elecciones que hacemos día a día, esas que van construyendo nuestra nutrida o vacía vida, según elijamos.

El relato de su noviazgo y posterior matrimonio con Edith, de su vida de esposo y padre de Grace, de su trayectoria de académico, de sus amigos, de su vida en una ciudad universitaria, de sus conflictos interiores, y de los exteriores con sus alumnos y colegas, de los momentos que, por causa de pequeñas decisiones, se convierten en puntos de inflexión dentro de una rutina que podría ser la de nuestra vida. Una vida dedicada a una búsqueda de la paz interior y exterior.

Pero una rutina que jamás es igual, que sin ser predecible es abordada por el protagonista con el hecho preciso en el momento adecuado. Porque es la vida del hombre correcto, disciplinado, esforzado que, sin embargo, se encuentra con tentaciones que debe enfrentar, con decisiones difíciles que hay que tomar. Porque uno sencillamente queda con la sensación de haber leído la novela perfecta, elaborada con una prosa clara, sencilla, fluida, casi infantil. Una prosa fácil y arrolladora.

“Creo que es un verdadero héroe”, dijo John Williams en una entrevista: “Mucha gente que ha leído la novela piensa que Stoner tuvo una vida triste y mala. Yo creo que tuvo una muy buena vida. Él estaba haciendo lo que quería hacer, sentía la importancia del trabajo que estaba realizando. Su trabajo le dio un tipo de identidad y lo hizo ser lo que era”.

John Williams, el autor, nació en Texas en 1922, descendiente de granjeros, y al igual que su personaje, se apasionó por la literatura en su adolescencia. Dejó la facultad tras un primer año de suspensos y trabajó en periódicos y emisoras locales hasta alistarse en el ejército en 1942 en la II Guerra Mundial – en el libro también advertimos esta circunstancia en uno de los grandes amigos del protagonista. Fue enviado a India y allí empezó a escribir su primera novela. Nothing But the Night publicada en 1948. En 1949 publicaría el poemario, The Broken Landscape: Poems. Se doctoró en la Universidad de Denver, en donde dio clases desde 1955 hasta su jubilación, en 1985. La más conocida de sus obras es su cuarta novela, Augustus, una novela histórica traducida al español como El hijo de César, ganadora del National Book Award de ficción en 1973.

No dejen de leer “Stoner”: nos recuerda que nuestras únicas seguridades son siempre reducidas y valiosas. En este caso, nos lo recuerda esta historia en donde encontramos un hombre solo – como al final todos lo estamos – cuya única seguridad son su trabajo de profesor y sus libros de literatura. Para el escritor, toda novela debiera ser una vida: “Debe ser sobre nacer, vivir y morir”. Y que no se nos olvide.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.