En particular, la literatura japonesa siempre ha sido un misterio para mí. Pero si además la autora es nacida en Japón, pero radicada en Canadá, ese misterio es aún más profundo: ¿Qué hace una mujer oriental en pleno mundo occidental? ¿Se siente cómoda? ¿Qué sentirá escribir en un idioma que no es el natal? Y la verdad es que ninguna pregunta logra resolverse del todo, más aún cuando sólo 3 de sus libros han sido traducidos al español: ‘Les poids des secrets’, publicados en España como ‘El quinteto de Nagasaki’ (Lumen, 2018); ‘Le coeur de Yamato’, publicados en España como ‘El corazón de Yamato’ (Lumen, 2019), y este que les reseño: ‘Hôzuki, la librería de Mitsuko’ (Nórdica libros, 2017).

La escritora Aki Shimazaki (Gifu, Japón, 1954) es una novelista y traductora canadiense. Ubicar información de su biografía es bien difícil (inténtenlo por Internet). Con poco más de 20 años, se trasladó a Canadá (1981), y si bien hoy en día vive en Montreal, también pasó por Toronto y Vancouver. Escribe usualmente sus libros en francés, sin que por ello dejen de ser esencialmente japoneses, pues su vínculo literario y emocional con la isla se refleja en cada una de sus obras, como si quisiera, por demás, que su literatura sea la que hable por ella, y de ella y su país natal. Su último libro fue publicado en 2019 en Canadá y se titula: ‘Suzuran’.

Su novela ‘Hamaguri’, ganó el Premio Ringuet en 2000. Wasurenagusa, el Premio Literario Canadá-Japón en 2002, y Hotaru, el Premio Gobernador General 2005 de ficción en lengua francesa. Sus libros han sido traducidos al inglés, japonés, alemán, húngaro y ruso.

Podríamos decir que ‘Hôzuki, la librería de Mitsuko’ se trata de una novela circular, la historia de la madre que no culmina porque continúa…No es precisamente un libro de acción sino de reflexión y descripción de las pequeñas cosas de la vida, de aquellas que son importantes. Un libro que nos atrapa y nos va llevando de la mano hacia posibles perspectivas que, al final, constituyen una serie de coincidencias deshojadas que marcan destinos ineluctables.

Se trata de la historia de una librera, Mitsuko, que además trabaja en un bar de clientela “selecta, artistas, científicos etc,..”, y su librería especializada en obras filosóficas en Nagoya, de su hijo sordomundo Tarô, de su madre, sus pasados, de su sutil entorno, del equilibrio de ese pequeño núcleo y espacio, que se ve interrumpido por la llegada a la librería de una extraña y elegante mujer -Kako Sato- que llega con su pequeña hija Hanako, que hace buenas migas con el pequeño, y cuya presencia irá desvelando historias de soledad, de toma de decisiones, de casualidades, de animales y hombres, en donde el pensamiento no sólo es prerrogativa humana, de abandonos, en donde cada abandono despierta un instinto inusitado de protección y va creando una historia y un mundo.

“Pienso de nuevo en lo que me dijo Tarô: ‘Me haría muy feliz que Hanako fuese mi hermana’. Según mi madre, es la providencia la que ha hecho que se encuentren estos dos niños. Yo no creo en la existencia de un Dios, pero reconozco que una cadena une a la gente que he conocido accidentalmente”, nos dice Mitsuko.

Los nombres de cada una de las personas del libro tienen un significado especial, así como el nombre de la librería, de las flores nombradas, la palabra como creadora de realidades mágicas.

La librería se llama Hôzuki que, en hiragana, “luz de criatura” y en kanji significa “oración”. También se usa para denominar al tallo de una flor y en el lenguaje de las flores significa “mentira”. Ni qué decir del gato, Sócrates: La novela, por supuesto, es una mezcla de filosofía inocencia y sutileza de la vida. En este dialogo de Mitsuko con su viejo amante Sonji se lee:

“—Mitsuko, ¿sabes cuál es el fin de las religiones? Liberar del dolor de la vida y la muerte. El budismo no es una excepción. En lo que se diferencia de otras religiones es en que los budistas tratan de alcanzar el despertar por sí mismos, mientras que los monoteístas cuentan con su dios para llegar al paraíso.

—Entonces, ¿cuál es el fin de la filosofía?

—Preguntarse cómo vivir hasta la muerte, por qué hemos nacido en este mundo, sobre todo comprender qué significa el mundo.

—¿Por qué complicarse tanto?

—Entonces, dime qué piensas tú.

—La diferencia es simple. La religión consiste en creer y la filosofía, en dudar.“

El nombre de la hacedora de la disrupción, Kako Sato, significa, en kanji (ideogramas chinos), “niña guapa a o excelente de un pueblo o comarca” y, en hiragana, (escritura silábica japonesa) significa “pasado”; nada más apropiado para la trama de la obra. El nombre de la hija de Kako Sato, Hanako, significa “hija de flor”, “flor naranja” y “cachorro blanco”. El nombre del hijo de Mitsuko, Tarô, significa “primer hijo”.

La inocencia de las preguntas del niño a su madre y abuela, sobre lo esencial de su vida, las obliga a responder con una franqueza inusual:

“Abuela, ¿dónde vivías cuando nací yo? —pregunta mi hijo.

—Vivía aquí, en Nagoya. En esa época no veía a tu madre. No sabía que había viajado a España y que luego se había instalado en Kanazawa.

—¿Por qué no le dijiste a tu madre dónde estabas?

—Cuando uno es adulto, no les cuenta todo a sus padres.

Frente a la pregunta de a dónde se van los seres cuando mueren, la mamá le contesta “No lo sé. Sólo los que han muerto lo saben”, y la abuela, ferviente católica en Japón, en cambio le dice “Al paraíso o al infierno, depende de lo que hayamos hecho en este mundo. Incluso en el caso de que nos hayamos portado mal aquí, podemos ir al paraíso si nos arrepentimos.” Y Tarô, que ha empezado su despertar infantil le revira:”—¿Cómo se puede conocer esos lugares sin haber estado nunca? ¿Dónde vamos después de morir?

Y así, nos vamos encontrando ante un libro de esos que lee uno sin darse cuenta, como flotando, sin poder parar, pues de la mano de las preguntas de Tarô, las remembranzas en primera persona de Mitsuko y de Kako Sato, se nos revela un mundo de esperanza sutil en medio de la oscuridad.

“Hôzuki, hôzuki, el amor enjaulado.

Naranja como el lirio atigrado,

reluciente como el sol.

¡Qué alegría! Tú eres mi resplandor.”

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.