El reconocido chef Harry Sasson entregó una frase que me impactó profundamente: “más que reinventarnos, estamos tratando de sobrevivir con nuestra gente”. Recientemente, la revista Semana desarrolló un  especial sobre la crisis que están viviendo los restaurantes en Colombia.

La figura de la ‘reinvención’ de los negocios está siendo ligada a otro concepto complejo como la transformación digital. Si un usuario digita en Google ‘transformación digital covid’ encontrará 57.900.000 de resultados en 0.58 segundos. Ojalá fuera así de fácil.

Somos testigos de la configuración de una ola que puede llevar a los empresarios y emprendedores a la desesperación. Porque el discurso que se está posicionando tiene dos variantes, ambas muy peligrosas: 1. Si no se sube al tren de la transformación digital, se acaba; y 2. Cualquier negocio, por pequeño que sea, se puede transformar digitalmente.

Y no. No es tan así. La transformación digital no es un imperativo y, mucho menos una tabla de salvación para un negocio o empresa. Mucho menos una amenaza. El concepto como tal siempre ha sido una oportunidad. ¡Una oportunidad! Se trata de digitalizar procesos, de buscar puntos de encuentro con los clientes desde plataformas digitales, de guardar grandes cantidades de información ya no en servidores físicos, sino en la nube. Se trata, básicamente, de apoyarse en internet para hacerse más fácil la vida.

No hay que dejarse llevar por los mensajes tremendistas, muy de moda por estos días. La clave, y perdón por tomarme el atrevimiento de dar un consejo sin ser experto, siempre será tener claro el valor de lo que hace la empresa y, si se puede, potenciarlo con las herramientas que ya tiene disponibles el mundo digital.

Ahora, eso de que todo negocio ‘debe’ subirse al tren de la transformación digital y que cualquier negocio puede, es simplista y falaz. El gerente del restaurante Pajares Salinas explicó en la revista Semana que, “no han salido a domicilios porque sienten que lo que hacen en el restaurante es irremplazable”.

Existen productos y servicios que no se pueden volver digitales. Y no lo pueden hacer, no porque no quieran. Más bien porque son productos y servicios que están ligados a las experiencias, a los sentimientos y la esfera física de los usuarios. Cómo expresé en mi columna pasada: por más que nos quieran deshumanizar y empujar a vivir entre paredes y pantallas, lo físico y sentimental nunca podrá ser digital.

Así que, si es empresario o emprendedor no se sienta mal, porque no puede o no quiere transformarse digitalmente. No es el fin del mundo. Según una investigación hecha por Harvard Business Review más de 1.000 empresas manifestaban que de los 1,3 billones de dólares gastados en transformación digital se desperdiciaron unos 900.000 millones, al no alcanzar estos proyectos sus objetivos.

La transformación digital no puede estar ligada al miedo o a la esperanza de salvación, así de sencillo. Y, por favor, señor empresario y/emprendedor no olvide que la transformación digital es una inversión y, ustedes más que nadie lo saben, toda inversión tiene riesgo de pérdidas.

Un punto final. Santiago Giraldo, de quien tengo el honor de decir que es mi amigo, escribió este artículo, que también recomiendo que lean, para responder a la columna anterior de este servidor. Espero haber respondido con esta columna. Estoy en pleno desacuerdo con su tesis, con la visión amenazante, política e invasiva de las redes sociales y sobre todo con su valoración despectiva de los usuarios.

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