Mi relación con el cine oriental apareció siendo yo niño, cuando vi con mi padre, en el Yanuba, un viejo pero hermoso teatro en Armenia que ya no existe, Los sueños de Akira Kurosawa.

A partir de ese momento comencé a explorar mucho más cine de este director y de otros que también conocí después, como Oshima (El imperio de los sentidos) o Kobayashi (La condición humana).

Descubrí que la mayoría del cine que viene del otro lado de mar, al igual que pasa con muchos de los cuentos de Kawabata, es una alegoría a la paciencia, a la lentitud como parte de su estructura narrativa, tal vez cercana a su forma budista de entender la vida, de conectarse con el mundo.

Y me aleje de este tipo de cine por mucho tiempo (tal vez la última película que vi en cine fue La maldición de la flor dorada del 2006), hasta hace unos días que decidí entrar a ver La Doncella (The Handmaiden), motivado por los comentarios de amigos cinéfilos que rondan en Facebook.

Y no solo me encontré con una película que tiene una narrativa más ágil, sino que vi, a mi juicio de espectador, una de las cintas más completas del cine en general.

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Esto fue lo que encontré:

  • La calidad y belleza de la fotografía. Esta es una constante que aparece mucho en las películas orientales, y en ésta no es la excepción. Su fotografía atrapa y llena a los ojo de calma.
  • La estructura con la que se organiza el argumento de la película consigue su objetivo: generar intriga y sorpresa a medida que la historia va corriendo a través de la cinta. Es una estructura que está bien lograda, por supuesto no es una revolución en el cine, pues muchos directores y guionistas la usan, pero causa el impacto necesario para quedar conectado con ella por un muy buen rato.
  • Los elementos sutiles pero a la vez tan poderosos de humor que aparecen en la historia. Si bien la película no está catalogada como comedia, contiene apuntes que producen risas en el público. Es un efecto que, al igual que la fotografía, refresca el transcurso de la historia misma.
  • La sencillez con la que se narra la película, hechos concretos que le dejan claro al espectador con qué se va a encontrar en cada minuto. Es importante este tipo de recurso porque, de lo contrario, la película navegaría en un mar de concepciones filosóficas que seguramente le quitarían fuerza al argumento.
  • Pero lo más especial es la forma como se narra de manera literaria y de manera visual las escenas de sexo que son fundamentales dentro de la historia, su eje conductor, la excusa para que todo ocurra. Son ajenas y lejanas a las escenas tradicionales de sexo en las películas. Muestra de manera directa el deseo reprimido por los hombres y mujeres prisioneros de una cultura del tabú, y que logran a pesar de la época, y de maneras diferentes, saciar sus necesidades sexuales.

Es una película que recomiendo sin duda, que posiciona a Park Chan-wook, su director, en la lista de los buenos directores de cine. Con esta película vuelvo a acercarme al cine oriental que, al parecer, empieza a  transmutar sus narrativas para hacerlas más atrevidas, desafiantes, como las primeras novelas de Murakami.

¡No dejen de ir a verla!

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