Flamengo está liderando una revolución. Y todas las revoluciones tienen problemas, demandas, buenos y malos y sobre todo traen grandes cambios. El cuento es muy interesante. Resulta que en Brasil se reactivó el fútbol y se comenzaron a jugar lo que se conoce como los campeonatos estaduales. Todo con la bendición del presidente Bolsonaro, que tiene afán por minimizar el impacto de la pandemia.

La historia se pone interesante porque Bolsonaro tiene una guerra con Globo, el conglomerado de medios que tiene los derechos de transmisión de la mayoría de los torneos de fútbol en Brasil. El presidente brasileño sacó una resolución incendiaria que, en resumen, le permite a cada equipo en el país manejar y negociar sus derechos de transmisión y distribución de sus partidos. ¡Entonces, ardió Troya!

Flamengo, ni corto ni perezoso, decidió que transmitiría sus partidos de local en sus redes sociales y en su canal de YouTube. De acuerdo con cifras del propio equipo, los partidos distribuidos por sus redes sociales llegaron a 2.5 millones de usuarios. El Gobierno sacó pecho y aseguró que llegó a 14 millones de personas, algo exagerado.

Luego dio un paso más: cobró un poco más de un dólar para los hinchas que no son socios y cerca de tres dólares para los usuarios que quisieran ver sus partidos desde otros países. Dispuso la plataforma MyCujoo para la transmisión y distribución del contenido.

Pues tuvo tanto éxito que la plataforma colapsó, poco antes de que iniciará el partido frente a Volta Redonda y les tocó abrir la señal por YouTube y devolver el dinero a los que habían pagado. En todo esto, Globo llevó el tema a la justicia brasileña y dejó de transmitir el campeonato Carioca. Todo en un ajedrez político y mediático que da para otro artículo.

El tema es apasionante. El hecho de que un equipo coja por su cuenta la venta de sus derechos de transmisión, sumado a que produzca, distribuya y monetice sus partidos de local es una histórica pateada de tablero que, seguramente, revolucionará la forma cómo consumimos fútbol. Flamengo está haciendo historia.

¿Cómo funciona actualmente? El modelo es sencillo: los equipos en conjunto venden los derechos de transmisión mediante su agremiación, en Colombia sería la Dimayor, a un canal que pague una buena cantidad por transmitir los partidos. En nuestro país, la plata se reparte por igual a todos los equipos, en España o Inglaterra el dinero se distribuye de acuerdo con los ‘ratings’ de cada equipo.

En México, por poner otro ejemplo, cada equipo negocia por su cuenta los derechos de transmisión de sus partidos de local con diferentes canales. Es un modelo más autónomo. Ahora, en todos los ejemplos existe una intermediación entre los contenidos en vivo de cada equipo y los usuarios finales, en este caso los hinchas.

Precisamente, esa es la disrupción de lo que está poniendo en marcha el Flamengo. El equipo directamente transmite el partido y el mismo cobra para que lo vean. Sin canales de televisión, sin agremiaciones, sin intermediarios. Y todo por ‘streaming’. Complicado. Emocionante. Disruptivo.

Entonces ¿todos los equipos transmitirán sus partidos y los venderán? No. Al menos no en el corto plazo. ¿Por qué? Porque el 90% de los equipos del continente tienen el músculo y la cantidad de hinchas (usuarios) que tiene el Flamengo. Lo que sí es cierto es que todos los equipos deberían tomar nota. Porque el negocio no está cambiando. ¡El negocio ya se transformó! Y si no se suben a la ola, no habrá mucho futuro.

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