¿Qué tan digitales son los estudiantes? La pregunta tiene su cáscara. La coyuntura por la pandemia obligó a los estudiantes a ‘reinventarse’ (gran palabra) con la obligación de cumplir con sus clases, sus tareas y sus momentos de aprendizaje en plataformas que, en algunos casos, no son tan sencillas de utilizar como las redes sociales.

Concentrémonos en los estudiantes que tienen los recursos para la virtualidad en sus clases. Ya existe mucha literatura sobre la reinante brecha digital en Colombia y el impacto que ha tenido en medio de esta contingencia. Los jóvenes que tuvieron el reto de enfrentarse a plataformas que los sacan de sus zonas de confort han mostrado, en algunos casos, que no son nativos digitales. Que más bien son nativos de redes sociales.

Cuando los estudiantes que toman clases de la forma tradicional tuvieron que adaptarse a las plataformas de aprendizaje de las universidades encontraron varios muros. No fueron pocos a los que les costó subir los trabajos a una interfaz que no sea de Google. También se presentaron decenas de consultas sobre cómo ingresar a las plataformas o cómo descargar la información.

Y no es un problema exclusivo de las universidades o de los desarrolladores de plataformas educativas. Al fin y al cabo, de acuerdo con cifras del Ministerio de Educación, en el 2010 había 12.000 estudiantes en modalidad virtual, en el 2015 la cifra ascendió a 65.000 y durante el 2017 llegó a 80.000. Eso quiere decir que el problema no es la herramienta (o plataforma) sino el estudiante.

Los jóvenes están acostumbrados a las plataformas sociales que le ponen todo masticado al usuario. Desde Facebook hasta TikTok, las redes sociales son intuitivas, inmediatas y muy sencillas en su funcionamiento. Por su parte, las plataformas educativas y las laborales tienen más funcionalidades y más capacidades, lo que genera confusiones en los usuarios nuevos. Al menos en algunos casos.

El tema cobra una relevancia especial en este momento. Miles de jóvenes se enfrentan a la decisión de pagar o no por el siguiente semestre en su universidad. Todo parece indicar que la educación virtual será dominante en los próximos ciclos educativos y las universidades no sólo se tendrán que preocupar por los costos de la matrícula o por el diseño de sus plataformas. También se tendrán que cuestionar por las capacidades digitales de sus estudiantes, y sobre todo dimensionar que no todos son verdaderos nativos digitales.

Que se entienda bien. No es una crítica para los jóvenes. Ni más faltaba. No existe una obligación de saber utilizar plataformas avanzadas. Tampoco es malo que sean unas flechas en redes sociales (de hecho, es algo que puede ser rentable). Se trata, más bien, de insistir en que no todo se puede trasladar a la virtualidad. No todos estamos con la disposición o las capacidades para vivir en modo tecnológico. No todos queremos reinventarnos.

Por años, nos vendieron el cuento de que los niños y jóvenes se pueden adaptar a los entornos digitales con mayor facilidad. Esta pandemia maldita y sus consecuencias mostró que la educación virtual no puede ser la reina absoluta. Las clases presenciales, tradicionales o la vieja escuela sigue siendo prioritaria hasta para los jóvenes que se creían nativos digitales y que les cuesta cuando tienen que salir de la red social de moda.

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