Reseña del libro “Así comenzó nuestro olvido”, de Trudy Jordan

“Qué hubiera sido de mi si no sintiera tan profundo cada amor, cada amistad, cada decepción, también digo la respuesta: solo me quedaba seguir olvidando” – Trudy Jordan.

He tenido el gusto de presentar “Así comenzó nuestro olvido” (Calixta Ed. 2022), la ópera prima de la artista, en todo el sentido de la palabra, como lo veremos más adelante. Trudy Jordan, colombiana radicada en México, en donde ha publicado ya varios cuentos en valiosas antologías. El evento de lanzamiento en Colombia fue de los más concurridos que ha habido en la Biblioteca Fundadores del Gimnasio Moderno en Bogotá, y un emotivo homenaje a las letras.

Trudy, arquitecta y diseñadora, una mujer inmersa en el color, una lectora omnívora y empedernida, amante de la novela histórica, se erige como una de las escasas voces femeninas capaces de transportarnos a la Bogotá de los años 80 y 90. Los reputados escritores colombianos Juan Gabriel Vásquez y Ricardo Silva lo han hecho magistralmente. Pues bien, ahora con Trudy Jordan tenemos una voz femenina que nos sumerge en ese pasado.

Nos remontamos de su mano a la moda Farrah Fawcett, a la serie “Dinastía” que veíamos a escondidas de nuestros padres, a la emisora El Dorado Estéreo y a la música para planchar, a los patacones y perros calientes de madrugada, a los paseos estudiantiles a Melgar y Cartagena, a los bares de karaoke y los restaurantes en la zona rosa. También al cine con maíz pira, chocolatina Jet y Coca Cola, a las canciones colombianas que cantaban nuestros padres y abuelos, como Pueblito Viejo del santandereano Jose A. Morales, al caldito de costilla preparado en nuestras casas para curar la gripa, al Álgebra de Baldor.

Pero por supuesto, la autora también nos lleva a lo trágico transversal de aquella época: al terremoto de México en 1985, a la toma del Palacio de Justicia, a la tragedia que fue la explosión del Volcán del Ruiz que destruyó la ciudad de Armero, al asesinato de Guillermo Cano en 1986, a la bomba del Centro de la 93, a la guerrilla y al narcotráfico – es memorable en la novela la historia de Juan Camilo, el novio universitario artista de Mina, la protagonista, que la introduce a la trova cubana, al arte y a la gente de izquierda, a las disquisiciones sociales, en fin, un guerrillero de células urbanas, a quien finalmente se le atribuirán delitos atroces. También nos lleva a los secuestros y a las huidas de muchas familias y personas del país, situaciones que, por demás, definirán muchos de los laberintos de la novela.

Leeremos al comienzo del libro:

“Una cosa es cuando las tristezas y desgracias son de otro si están lejos, como los asesinatos y secuestros perpetrados por los narcos y la guerrilla, que viví como espectadora por la televisión, y otra muy distinta cuando se te acercan, te llegan sin aviso, te golpean directo sin miramiento alguno (…) las cosas son diferentes cuando son propias, echan su ancla y atracan. Algunas se quedan el tiempo justo para abastecerse de energía y seguir navegando; otras, encallan con ahínco en el corazón y nada las mueve de allí.”

Y sabremos que ante nosotros se descubre una gran historia de ficción que, aunque en muchos casos la autora se alimente o se inspire en personajes y situaciones de la vida real, no es una novela autobiográfica.

La novela trata de la historia de Mina, una niña nacida en la más rancia sociedad patriarcal, que va convirtiéndose en mujer a lo largo del relato, hija de un acaudalado y famoso médico y que, en su infancia, en la casa de un notable personaje de la sociedad, Doña Fermí, conoce a Santiago, un seminarista llanero que moverá las fibras de su corazón, de quien será abruptamente separada a través de un exilio obligado en Estados Unidos en donde comenzará a conocer el racismo y la xenofobia. Su regreso a Colombia, su relación fraterna con Liza, hermana amiga del alma, su cercanía con su nana Ninín, sus vivencias posteriores en la época convulsa que relata el libro, sus iniciales reflexiones de adolescente reconociéndose como mujer, su reconocimiento de un desencaje en el mundo familiar, y posteriormente un reencuentro con Santiago, marcarán un antes y un después en su vida, un momento-hito en que decidirá empezar a olvidar, pero, sobre todo, a vivir. Y lo hace de la mano de Felipe, con quien se traslada a México. Ignora Mina que, muchos años después, deberá regresar al país por la muerte de su madre y deberá enfrentarse a ese pasado de la forma en que menos imaginará.

Un libro que Trudy tardó diez años en terminar y que constituye un testimonio para sus tres hijas mujeres y para nosotros, sus lectores, de una época que hoy nos viene a la memoria en una mezcla de sensaciones entre lo terrorífico de la situación política y lo maravillosas que fueron las vivencias juveniles. Una novela colorida, en donde Mina huele y ve en colores: el rosa mexicano, el verde bandera, el rojo obsidiana.

Varios temas atraviesan el relato: tenemos la importancia del primer amor vs. los amores posteriores que se construyen; los secretos familiares como parte de la construcción consuetudinaria de una sociedad con un elitismo recalcitrante, como ella misma lo dice “un mundo donde romper el código de la entereza era mortal”; la traición de colegas familiares y laborales, los procesos de migración forzados y voluntarios, con la liberación que estos últimos conllevan, para lograr encontrar la propia esencia en otro país.

Nos dice: “Que es difícil hacer una vida en otro país, que en el momento en que menos lo esperas te conviertes en la súper mujer que todo lo puede. Que los logros conseguidos por ti misma te enorgullecen, pero te joden, y que eres una especie rara en un mundo que aún es ‘gobernado por los hombres´’”.

La rígida sociedad bogotana es descrita magistralmente, Los hombres, dominantes y sabios siempre. Empezando por una de las figuras claves de la novela: el Obispo – inspirado en algún personaje del pasado en la Catedral Primada de Bogotá. Las mujeres, buscando eternamente aprobación de algún hombre de la manada – esa necesidad de valoración interna y externa del profesionalismo- y permanentemente en conflicto sin saber cómo conciliar el rol profesional y el personal, sin lograr conseguir ingresos iguales a los de los hombres… todo ello para descubrir que… “la brecha se agrandó porque no estaba en la memoria genética de la familia halagar a las mujeres por los logros en su trabajo. El peso de esa carga se tornó en mi motor de crecimiento espiritual.”

La actitud de Mina nos refleja lo que debimos hacer muchas de nosotras con el “pero” que ello conlleva: “Aprendió a no usar una máscara de dureza sino de dulzura y sonrisa. Pero la dulzura no es compatible con la autoridad.”

Bellísima reflexión nos hace Trudy sobre los “refugios femeninos”: Cuando estaba en el exterior “añoraba a la abuela, la tía, la madre, la hermana, (…) Deseaba ese apoyo femenino dulce, desinteresado que se da por sentado al tenerlos cerca y que, al no existir, te das cuenta de que el soporte otras mujeres en tu vida llega a ser tan vital como la respiración, y que pasa igual de desapercibido.” Espacios como las clases de tejido o los aquelarres femeninos familiares constituyen verdaderos refugios en donde las mujeres nos podemos hacer poderosas.

Y no puedo dejar de referirme al tema con el que empecé esta reseña, a esa resiliencia humana, sin género que nos describe Trudy en su obra:

“Creemos, porque eso nos vendió la sociedad, que un solo evento traumático te cambia la vida. Hoy puedo afirmar que es peor la sucesión de pequeños eventos que afectan la rutina y el ánimo porque son como la gota de agua que cae constante sobre una roca y es capaz de cercenar, abrir surcos, desintegrar con lentitud y, sin que nadie lo note, la entereza con sutileza.”

Leer a Trudy (@trudyjordanescribe en IG) es una exquisitez. Óperas primas así dan un verdadero gusto presentarlas y reseñarlas. El libro ya se encuentra disponible en las librerías del país y por algunas plataformas digitales. Enhorabuena para @calixtaeditores (en IG) por este gran libro.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.